Deseos e ilusiones.
Texto: Eusebio Calonge. Actúan: Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Francisco Sánchez. Vestuario: Encarnación Sancho. Iluminación: Peggy Bruzual. Asistencia de dirección: Andrea Delicado. Producción técnica: Mariano Fernandez. Producción ejecutiva: Luciano Greco. Coordinación de producción: Lourdes Maro. Producción general: Sebastián Blutrach. Coordinación técnica: Alberto López Sierra. Espacio escénico y dirección: Paco De La Zaranda.
Teatro Regio. Avda. Córdoba 6056. Domingo, miércoles, jueves, viernes y sábado, 20 h. Hasta el 8 de septiembre de 2024
Un pasaje de un lugar a otro, que puede ser de una geografía, un estado o un tiempo. El espacio puede ser muy estrecho en sus dimensiones, pero amplio en un aspecto simbólico. Más aún si es aquél que va desde un camarín al escenario de un teatro. Justamente, éste como reducto en el cual se puede llevar a la reflexión al público con un hecho artístico.
Será ese pasaje el que será transitado por un actor que inicia una diatriba por demás amplia y abarcativa. Al no ser lineal la narración, se viaja a través de diversos momentos personales (¿?) que se extienden a su carrera profesional y los vaivenes personales. Son esos valores que se tienen como individuo que, en ocasiones, entran en eclosión por diversos motivos. El mantener la memoria viva, la autenticidad del oficio del actor, la curiosidad constante en pos del arte.
Desde el mismo título, se aprecia su fuerte contenido abierto a la reflexión. Denota la necesidad de “construir” ese anhelo que no termina de ser estable en su concreción. Paradójicamente, es éste el que permite seguir adelante en este camino llamado “vida”. Elaboraciones que, en ocasiones, se sostienen más en el deseo que en la realidad, pero, ¿Quién podría vivir sin esperanzas? ¿sin rebelarse ante la desigualdad y los contratiempos cotidianos y aquellos que vienen “de cuna”?
El texto es cautivante, con un ritmo pendular que va desde la resignación y la desesperanza al sabio y saludable de la rebeldía de quien lucha y no se resigna ante la adversidad. Es allí donde temas universales se funden con sus vivencias en tanto artista e individuo. Como no podía ser de otra manera, hay una contraparte que permite el intercambio y el conflicto. Es la verba que esconde algunos textos clásicos españoles, precisos para ilustrar una situación que, ¿son dos caras de la misma moneda?
El ojo atento notará una escenografía ilustrativa y artesanal. Desde ese lugar, la poética de la puesta, cortesía de un uso juguetón y relevante de la metonimia, permite un vendaval constante de imágenes. El lado oculto del teatro se transforma en el contexto de lo dicho. No faltará quien haga su aparición, como si fuera un diablo de tentaciones capitalistas, propias del siglo XXI. “Money, can’t buy me love” cantaban cuatro melenudos que lograron el mix de calidad artística, popularidad, masividad y retribución monetaria acorde. Pero no todos/as tuvieron esa “suerte” por lo que el debate está abierto. El sacrificio artístico en pos del vil metal, con todas las preguntas que atraviesan esta dicotomía. Es más, el humor y la ironía es la que permite a La Zaranda usarse a si misma como para “jugar a los dados con el diablo”. Carteles de marquesinas de por medio.
Finalmente, caemos en una obviedad que bien vale la pena destacar que son, primeramente, las actuaciones. La categoría superlativa es la de siempre, aquella que es marca registrada del afamado combo andaluz. El diseño espacial es tan preciso como versátil en tanto cambia de acuerdo a lo requerido por el texto con un mix de elocuencia y sutileza. La iluminación y la mencionada escenografía son parte fundamental de la construcción de imágenes paganas de sentido creativo.
“Manual para armar un sueño” ratifica la vigencia de La Zaranda como creadores inoxidables, que mantienen la llama que busca tanto iluminar como molestar/llamar a la reflexión, a partir de su propio fuego teatral.