«Bufarra –carne a la parrilla-» (Teatro)

La punta del iceberg

Dramaturgia y dirección: Eugenio Soto. Con Martín Mir, Leilén Araudo, Facundo Cardosi, Leo Espindola y Darío Pianelli. Diseño de Luces y Espacio Escénico: Félix Padrón. Diseño de Vestuario: Lucía Scarselletta. Fotografía: Juan Francisco Reato y Franco Vaca Braylan. Diseño Gráfico: Juan Francisco Reato. Producción Ejecutiva: La Jangada producciones. Asistente de Dirección: Mara Beger.

Espacio Polonia. Fitz Roy 1477. Lunes 20.30 hs.

Debe haber pocas situaciones más lúdicas y amistosas que un asado. Una comida como excusa para el encuentro. Ese es el contexto en el que Vicente prepara la carne para recibir a Silvio, un viejo amigo que acaba de salir de prisión.

Esta situación es el primer movimiento de una puesta que podría ser una partida de ajedrez en tanto cada movida/hecho tiene su consecuencia inmediata, con circunstancias previas y un desarrollo tan visceral que pone en jaque valores tan caros a nuestro sentir como la familia, la moral y las construcciones identitarias de los individuos. Siempre atravesados por la sociedad y sus reglas de convivencia.

Acusado de “bufarra”, Silvio carga con esa acusación al llegar a Podestá, ciudad donde vive su viejo compañero de militancia, que lo recibe con los brazos abiertos. Entre ellos, respetan los códigos de antaño. Es más, Silvio es el padrino de Angelito, el hijo de Vicente y Susana, que está a punto de tomar la comunión. Vicente protege a su amigo. La duda atraviesa el ambiente por más que Susana lo haya condenado, al igual que la ciudad y la Justicia.

Será en este punto donde empieza el excelente texto creado por Eugenio Soto a abrir el juego a distintas situaciones las cuales, cada una, es toda una historia para desarrollar. Soto las muestra, las desarrolla para después saltar a otra con inteligencia y valentía. Puestas con situaciones tensas que son detonadas por un factor externo, hay millones. Pocas logran la contundencia lograda por Soto al tocar temas como la pedofilia con una comedia negra que mantiene al espectador sentado en el borde de su asiento.

Serán los dúos construidos a través de las relaciones los que motorizan la creación de sentido. Silvio y Vicente, Silvio y Angelito, Susana con Silvio, Angelito con cada uno de sus padres, Vicente con Susana, un carnicero con el violador o Susana con el comerciante de carnes. En esos dúos constituidos a través de vínculos como el deseo, el odio, el amor o la venganza, la dirección maneja con sabiduría los tiempos en su desarrollo y el cariz que tendrá cada uno de ellos. Ese grotesco contemporáneo en el que los guiños irán desde una familia disfuncional hasta el Bambino Veira pasando por el bullying escolar.

Hablamos de construcciones identitarias, tal es el caso de los hombres que forman parte del texto. Machos heterosexuales que se definen como tales para una sociedad que, en algunos casos, intenta dejar atrás conceptos anquilosados que no corresponden con el paso del tiempo (que no es lo mismo que “evolución”). No en vano Silvio le regala una máscara de Batman para que Agustín sepa que tiene que hacer un superhéroe para construir una identidad que, no necesariamente tiene que ver con su propia realidad. 

Ubicada en el patio del Espacio Polonia, el diseño de espacio pergeñado por Felix Padrón logra meter a la platea en el asado, haciéndola casi partícipe del mismo. Por eso, cada gesto realizado, cada palabra esbozada, logra una contundencia intimidatoria. Los hechos se encadenan uno con otro para complejizar los acontecimientos pero nunca para confundirlos. Por el contrario, abrirá el juego a la reflexión constante. Viajar desde personajes bien reconocibles hasta sutilezas que tienen el poder de un mazazo.

La construcción de cada uno de los personajes requiere actuaciones acordes. Con un elenco de probada calidad, se destaca Facundo Cardosi como Silvio. Cardosi dotará a su personaje de todos los matices que hacen que no tenga término medio en su recepción. Párrafo aparte para el público en su devenir a través de la obra y su relación con los personajes. La risa podrá ser burlonamente discriminadora, cómplice o inclusive, una forma evasiva de eludir lo duro que se ve sobre tablas. Eso si, de autocrítica o tomar el guante de la reflexión aguda, sin anestesia que propone la puesta….

Eugenio Soto creó “Bufarra –carne a la parrilla-”, una puesta tan ponzoñosa como necesaria para poner el dedo en las –demasiadas- llagas que tiene una sociedad en relación a la construcción de las identidades de los individuos, sus elecciones y, por sobre todo, a la violencia física y simbólica contra los niños asi como todo aquél que no responda a ciertos cánones, en una sociedad cada vez menos inclusiva.

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