Woman in chains
Dramaturgia, dirección y actuación: Mariel Rosciano. Diseño de luces: Eduardo Safigueroa. Diseño sonoro: Jose Mediavilla. Realización de vestuario: Elsa Berta Keller. Video: Veme Productora. Fotografía: Mara Folch. Diseño gráfico: Yanina Fernandez. Comunicación y producción: Mariel Garrido.
Una vieja canción de Tears for Fears decía “Será mejor que te encante amar y que te comportes bien/Mujer encadenada”. Este verso es más que elocuente para describir a una Elena que es real. Vive y cuenta su historia a través de una Mariel Rosciano que se pone todo de sí, en una puesta tan cruda como necesaria.
En un escenario habitado por objetos determinados, como un par de zapatos, unas cajas o un vestido, aparece esa mujer que relata su vida y la forma en que la (sobre) vivió. Pero será en el texto pergeñado por la propia Rosciano –inspirado en el libro “Yo elijo contar mi historia” de Elena Moncada, en cuya vida está basada la obra-, que abrirá el juego a diversas aristas.
La puesta va más allá de la prostitución que sería lo primero que uno podría tomar como punto nodal, a simple vista. Gira en torno a la violencia en todas sus manifestaciones, como la ejercida por la sociedad a través de la crianza, educación y un “deber ser” que termina siendo parte del habitus, a decir de Bourdieu que se instala en el ADN de muchas mujeres. Será la forma en que se la toma como objeto, desde una niñez de abusos y ventas a distintos proxenetas. Dirá “Yo llegué a la prostitución rota. Llegué esclava ya. Y así, con el alma en pedacitos me agarró ese amor que hizo de mi lo que quiso, lo que fui, lo que soy”.
Por otra parte, habrá una violencia capitalista a nivel económico y patriarcal, en su crianza. Capitalismo en estado más cruel al vender su propio cuerpo pero sin la posibilidad de elegir su propio destino. Esa capacidad de “elección” será uno de los puntos en los que girará la obra, desbaratando todo intento de etiquetar la situación a “¿por qué no hizo nada?”, “seguro que le gustaba”, “algo hará para que le pase lo que le pase”. Porque Elena no elige vivir esa vida, la cual llega a estar en riesgo en algún momento. A todo esto, hay que añadirle el fuerte punto de vista respecto a la prostitución como trabajo.
El texto es duro –como tiene que ser-, con una crítica importante a la sociedad y sus diversas maneras de “educar” a sus habitantes. La forma en que aparece la palabra del hombre en la formación de una mujer. Su influencia y su razón de ser en una mujer criada y educada para tal fin dan cuenta de ese mecanismo que va más allá del hecho propiamente relatado. La reproducción de un sistema que es complejo y esclavizante asi como contradictorio en su concepción. El ser prostituta, madre, madama, hija o esposa, se intercalan y luchan dentro de la propia humanidad de una Elena, excelentemente creada por Rosciano.
“Elena” es una puesta de esas que conmueven y perturban en todo sentido, llegando al corazón y permitiendo el replanteo de cuestiones que nos atraviesan inevitablemente, al día de hoy. De visión obligatoria, Mariel Rosciano pone el dedo en la llaga en temas como la prostitución, la trata de personas y la violencia