Reconocidas dramaturgas y directoras, acaban de estrenar sendas puestas en las que retoman vivencias muy complicadas que les ha tocado pasar, en otra época de la vida. Una, en relación con la salud; la otra, con circunstancias difíciles a partir de un suicidio. Pilar Ruiz y Mariana “Cumbi” Bustinza navegan en sus respectivas existencias para alumbrar a “Respirar. Bitacora escénica en un solo acto” y “Algo lindo del horror” respectivamente.

El teatro porteño tiene, en ocasiones, la posibilidad de albergar historias realmente fuertes, que son llevadas a la escena con calidad. Siempre con la particularidad que le imprime el/la artista. El detalle es que surgen casi de manera paralela al tiempo que dialogan y se complementan en su planteo. Hace algunos años, esta situación había ocurrido con la aparición de “Turba” y “Beya durmiente”, los excelentes unipersonales que estrenaron Iride Mockert y Carla Crespo, con textos de Laura Sdbar y Gabriela Cabezón Cámara, respectivamente.
Hoy, en 2025, Pilar Ruiz y Mariana “Cumbi” Bustinza presentan dos trabajos que navegan en sus respectivas vidas en las que la pasaron realmente mal. Ambas toman experiencias personales para llevar a cabo puestas tan ricas como atrapantes. .
En el caso de Pilar Ruiz toma lo que vivió siendo ella una beba, cuando fue sometida a distintas operaciones para poder salvarle la vida. Nació con una patología congénita que afectaba el esófago y los pulmones. De ahí, la relevancia del “Respirar” para nombrar su creación artística. Es lo primero que se escucha, con la potencia que le otorga un micrófono. Inhalar y exhalar. Aquello que está tan incorporado a nuestras vidas que, en ocasiones, no se valora de la manera en que se debería.
Una mirada rápida da cuenta de una luz, un micrófono en el cual Ruiz habla y una reposera. Esto, arriba de un escenario/tarima que, a sus pies, albergará una mesa larga con tacitas de té + las gradas que cerraran el cuadro escénico. Ruiz habla rápido, casi que rapea, en un sentido catártico pero sin dejo de furia o venganza como que si esto la hubiese trascendido. Inclusive podría decirse que todo está prolijamente diseñado, de manera tal que pueda ser aprehendido por los presentes de la mejor manera.
Ruiz utiliza la pared de fondo como pantalla para visibilizar lo ocurrido asi como plasma sus ideas y recuerdos del pasado. El detalle de las internaciones, relatadas en primera persona, mantiene la tensión propia de lo acontecido por más que sepa de antemano, el final de la historia. Las emociones están a flor de piel y oscilan pendularmente entre el bronca y la felicidad. Desde una mala praxis hasta una milanesa inoportuna, se conforman momentos que son parte de un rompecabezas único e irrepetible que es la propia humanidad.
Esto no deja de lado que haya un agradecimiento palpable en el caso del doctor Grossman, médico que le salvó la vida más de una vez. Un reconocimiento que dura para toda la vida. Lo mismo para con su familia. Pero esta historia también tiene ese “lado oscuro”, con profesionales que no estuvieron a la altura de los acontecimientos.

En el caso de Mariana “Cumbi” Bustinza, también vuelve a su infancia en el marco de un espectáculo denominado “recital, teatral, performático, musical” que se inicia con un hecho fundamental: el suicidio de su padre. El haber tirado algo tan fuerte apenas se abre el juego –con la propia Cumbia hablando al ritmo de “Ala delta”- marca la cancha de como será todo lo que vendrá. El crecimiento de esa joven que buscaba su propia identidad, tomando todos los riesgos posibles para su cuerpo y su salud. Aquí, la muerte podría estar dando vueltas, pero de otra manera. No a nivel “médico” sino por las tensiones a las que lo sometió, consumos y peleas varias, en las que el límite per sé era el enemigo a sobrepasar.
La pantalla que usa Bustinza será la que plasme el contexto junto con fotos de antaño y textos que serán fundamentales en tanto dueto de ida y vuelta constante con quienes se encuentren arriba del escenario. Aquí, Facundo Salas se hace cargo de la música que suena a partir de su guitarra que irá desde Los Redondos hasta la cumbia, sin escalas y sin sobresaltos. Todo, mientras Ornella Fazio aporta voces y percusión y Magui Downes el manejo de la PC. Ambas serán las partenaires de la propia Bustinza, según amerite la ocasión.
La visceralidad que lleva adelante es la misma que suele ser su marca de fábrica, pero, esta vez, a partir de su propia vida. Ese padre que la grabó leyendo poemas es el mismo que se ha portado pésimamente mal con su madre, con la niña Mariana en el medio. El texto da cuenta de esa pluma que escribe sin anestesia al tiempo que busca el descargo y el exorcismo. A su vez, implica una buena dosis de madurez al poder mirar hacia atrás, ahora ya adulta, con una personalidad constituida. Esto no quita que la fragmentación de la puesta mire hacia un pasado cercano, que incluye una dolorosa separación, motivo seminal de esta puesta.
La “desprolijidad” que alguno/a podrá criticar, no solo es parte de la esencia de «ALDH» sino exhibiría a quien lo dice en su propio desconocimiento o atisbo de esnobismo. ¿Acaso se puede hacer punk con la voz de Placido Domingo? No. Y si se lo hiciese, sería de una artificialidad propia de aquellos/as «iluminados/as» que lo disfrutarían. No olvidemos que hubo un intento de que el tenor español cante tango. ¡Madre de dios!

A partir de lo escrito –y dicho-, es que tomamos ambas puestas no solo para recomendarlas fervientemente sino para dar cuenta de las ricas y múltiples formas de hacer teatro. La utilización del lenguaje es fundamental para las dos artistas, aunque con diferencias. Ruiz es más pulcra aunque esto no le quita un ápice de contundencia mientras que Bustinza, en medio de su febril verba, se hace un tiempo para la ternura. Las dos, con pantalones de gimnasia. Otra ¿casualidad? Hummm.
Más allá de los textos excelentemente concebidos –en tanto las búsquedas de cada una-, el cuerpo es la arena de la lucha de las ideas y los deseos que tienen. Ruiz baila al ritmo de música electrónica. Catarsis pura con coreo acorde para después descansar plácidamente mientras los comensales miran fotos o leen algunos términos referidos a las patologías que ha derrotado la propia Pilar.
En cambio, Mariana canta y/o baila sola o con sus compinches. Hay letra con danza que da cuenta de la importancia del cuerpo para el ojo externo. El que habla, opina e insulta socavando corazones por mera frivolidad y egoísmo. Quizás sea el mismo que pida “borrar” cicatrices cuando estas son las que fortalecen a quien las posee por haberse levantado victoriosa ante la adversidad. Para hacer más corrosivo esto, ¿por qué se debe pedir “perdón” o usar una “falsa modestia” ante lo que se (sobre) vivido? Es orgullo y alegría el poder estar en la tierra de los vivos para hacer arte.
Suele decirse que los Beatles en 1966, sacaron dos simples con “dos lados A”, a partir de la gran calidad de las canciones. Tal fue el caso de “Paperback writer”/“Rain” y “Day Tripper”/“We can work it out”. Al año siguiente, publicaron “Strawberry fields forever”/“Penny Lane”. O sea, un lado 100% de John Lennon y el otro, de Paul Mc Cartney, con composiciones absolutamente diferentes, pero de enorme valor.
Esto mismo es extensible a “Respirar. Bitacora de un acto” y “Algo lindo del horror”. Diferentes pero parecidas. La vida como celebración y oportunidad constante para un disfrute no exento de dolor. Nadie sale del agua sin mojarse. Es levantarse con fortaleza y dignidad, tras sobreponerse a pruebas durísimas en distintos momentos de sus respectivas existencias. Corazón, talento y sensibilidad puestas al servicio de un arte sanador del pasado y una mirada artística y comprometida del futuro. Teatro en estado puro. Ni más, ni menos.
“Respirar. Bitácora escénica en un acto”.
Dramaturgia y actuación: Pilar Ruiz. Voz en Off: Sharon Luscher. Diseño De Sonido: Gastón Poirier. Realización de escenografía: Ariel Vaccaro. Realización Audiovisual: Azul Carrasco y Mariel Méndez. Diseño De Iluminación: Diego Becker. Asistencia de dirección: Mila Vera. Producción: Poética Resiliencia. Dirección general: Andrés Molina, Romina Oslé y Pilar Ruiz. Duración: 60 minutos.
Sala de Máquinas. Lavalle 1441. Domingos, 20 h. (Primera temporada. Fundación Cazadores. (2025)
“Algo lindo del horror” (Teatro)
Sobre textos de Mariana Cumbi Bustinza. Dramaturgia: Jorge Thefs. Performers: Mariana Cumbi Bustinza, Magui Downes, Ornella Fazio, Facundo Salas. Diseño y realización de vestuario: Clara Nociti. Diseño sonoro y músical: Facundo Salas. Músico En Escena: Ornella Fazio, Facundo Salas. Visuales en vivo: Magui Downes. Diseño De Iluminación: Lailén Alvarez. Producción: De La Tía Espacio, Mariana Cumbi Bustinza, Jorge Thefs. Colaboración coreográfica: Magui Downes. Puesta en escena: Jorge Thefs. Dirección Coreográfica: Ornella Fazio. Dirección general: Jorge Thefs. Duración: 60 minutos
Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. Sábado, 20:30 hs (Primera temporada: Centro Cultural Ricardo Rojas)