“Mis tres hermanas. Sombra y reflejo” (Teatro)

Chejov y dictadura

Concepción y Dirección: Marcelo Savignone. Con Merceditas Elordi, Belén Santos, Mercedes Carbonella, Sofía Gonzalez Gil, Andrea Guerrieri, Marta Rial y Marcelo Savignone. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Realización: Los Escudero. Vestuario: Mercedes Colombo. Iluminación: Nacho Riveros. Asistencia y Colaboración Artística: Sergio Berón – Chusa Blazquez. Video y Community Management: Rakia Comunicación. Fotografía: Cristian Holzmann. Producción Ejecutiva: Sebastián Romero. Producción General: Producciones Belisarias.

Teatro La Carpintería. Jean Jaures 858. Domingo, 17.30 hs.

Deconstruir y crear. Parece ser esta la premisa de Marcelo Savignone que continúa su estudio sobre la obra de Anton Chejov pero acercándola a tiempos y realidades argentinas, con todos los riesgos que esto implica. En el caso de “Mis tres hermanas. Sombra y reflejo”, el reconocido actor y director ubica el clásico del gran maestro ruso en plena dictadura argentina con resultados absolutamente satisfactorios.

Pero vayamos por partes. Masha –aquí llamada María-, Irina y Olga viven sus vidas a través de los años pero el tiempo se desdoblará en dos. Hete aquí una de las grandes virtudes del trabajo de Savignone. A través de ese ida y vuelta a través de la juventud y la madurez de las protagonistas, se cala en el espíritu de Chejov en el reflejo que las relaciones humanas en su contexto y en su propio ser. El mundo de apariencias y quimeras en el que viven, ajeno a todo dolor hasta que éste se hace presente de las más diversas maneras. Desde el mismo título de la obra se da cuenta de como la vida es reflejo de los hechos asi como de esos lugares oscuros que no se ven (o no se quieren ver) al devolver una imagen que no es la deseada.

Cada una de las mujeres vive su propia vida atravesada por una situación la cual las excede. El escuchar una música prohibida y la obtención de un trabajo estable serán algunos disparadores de ideas y maneras de ver la vida de diferentes maneras. Serán ellas, a través del tiempo, las que develen esos intercambios, donde los mandatos y lo deseado –contrapuestos ambos- dieron lugar a rencores de diversa índole pero sin perder de vista un contexto que, en un punto, le es tan ajeno como desconocido. La forma lineal e idealizada de ver la vida no se condice con una coyuntura que no es acorde al respecto. En este punto es cuando el contexto político de sufrimiento y muerte se hace presente pero de maneras tan sutiles como contundentes.

Dos actrices para cada una de las hermanas encarnan las vivencias de esas niñas-mujeres que se aman, se pelean y se vuelven a amar, tal como lo amerita el vínculo. La melancolía de un tiempo que pasó para no volver con todo lo que esto amerita. El feedback entre el pasado y un presente que tiene el axioma de la sábana corta de recuerdos y aquello que quedó pendiente.

La utilización del espacio es nuevamente importante en la concepción de Savignone. La escenografía pergeñada por Gonzalo Córdoba Estevez es fundamental al respecto. Con un dispositivo tan maniobrable como exacto a los requerimientos del texto, le brinda dinamismo y frescura a la puesta, en tándem con una iluminación justa y rica en la creación de diversos climas.

El sexteto actoral es de calidad. Preciso y sensible para cada momento de las hermanas en las circunstancias de la vida con las que le toca lidiar. Marcelo Savignone hace su aparición como Andrés (Andrei, en el original), el hermano que cierra algunas cuestiones que quedaron –probablemente- en el tintero. Más que nada, en relación con Natasha, su prometida y factor fundamental en el devenir de la familia. Amén de la división de aguas que suscita la aparición de Andrés en una obra de carácter femenino, nuevamente es apreciable el muy buen trabajo en un personaje de importante peso que no aparece en la puesta. Algo similar había realizado Savignone en “Tio Vania”, al reemplazar a Serebriakov con un maniquí.

“Mis tres hermanas. Sombra y reflejo” es la tercera entrega chejoviana que realiza Marcelo Savignone y sería el cierre de la trilogía que encaró hace algunos años. De ser así, lo hace con una puesta de calidad, disfrutable de principio a fín, que certifica no solo la creatividad de Savignone para con los textos de Chejov sino por la seriedad con la que encara cada uno de los proyectos que toma en sus manos

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