Al lado del camino
Dramaturgia: Natalia Villamil. Con Leticia Torres. Escenografía: José Escobar. Vestuario: Paula Molina. Música original: Daniel Quintás. Iluminación: Sebastián Evangelista. Diseño gráfico: Sebastián Villamil. Producción ejecutiva: Bárbara García Di Yorio. Asistente artística: Natalia Villamil. Dirección: Cintia Miraglia.
Espacio Callejón. Humahuaca 3759. Sábado, 22.30 hs
Ella baja presurosa de un auto. Busca un kiosko que está cerrado. Tiene una dolencia que quiere paliar comprando algo allí que, casualmente, no está para lo que necesita. La imagen, de por si, es una gran metáfora pero es solamente el comienzo de una puesta rica y con varios puntos a analizar. Una historia que apunta hacia distintas circunstancias con armonía y dinamismo, a partir de un texto de calidad.
Esta mujer –Rayito- se aparta del camino en búsqueda de un oasis a su historia y el relato de la misma. De esta manera, dará rienda suelta a su derrotero en la vida. Pero la riqueza del relato estará en poder ir descubriendo, poco a poco, las vicisitudes que le tocó atravesar. Como si fuera una Thelma o Louise, detiene su coche y se apropia del centro de la escena.
Con un tono pueblerino que brinda una mayor empatía, Rayito cuenta su historia, con su sensibilidad a cuesta, de manera absolutamente atrapante. Es la consecuencia de esa lucha entre el deber ser y el querer, el deseo y la obligación. Allí, a través del relato, se aprecia esa toma de decisiones parte de esa dicotomía siempre siguiendo aquello que el tan mentado “libro de la vida” brinda como instrucciones para la constitución de un adulto, miembro de la sociedad, para ocupar el rol que le corresponde. Pero esto no deja de asociarse a la tan remanida imagen de la “sabana corta”, te tapas la cabeza y te quedan afuera los pies y viceversa, en la que siempre se pierde o -seamos optimistas alguna vez- gana algo. El interrogante es como se sentirá el individuo al respecto.
De paso, se hace tiempo para asestarle un cross de izquierda a ese amor “romántico” que tiene tan buena prensa como si fuera un «ideal» pero que, con ojos más avezados, se aprecia que no es tal. Amén de poner en duda su existencia. Más aún, cuando –pareciera- hubiera una sola clase de amor y las otras formas…..deberían someterse a comicio tanto público como privado. Esto, sin contar lo que habría que soportar al respecto para “poseer semejante intangible”. Que te digan “estúpida” podrá ser otra forma de manifestar aquello que se dice hacer pero que es, en realidad, todo lo contrario. El precio a pagar por seguir aquél libro de la vida, siempre para afuera pero ¿qué pasa adentro, en el corazón y el alma?
A partir de ahí, el texto (a través de la excelente Leticia Torres) toma por asalto al espectador que –hablando de decisiones- optará entre dejarse llevar por los planteos, dudas e incertidumbres de su propia existencia inquiriendo en su propio ser o hacer una gambetita corta para evitar cualquier tipo de planteo interno y quedarse con la calidad de la puesta. En este punto, nos detendremos para aseverar que la aprehensión de la misma será absolutamente personal. “Única e intransferible”, como si fuera una invitación. Esa gambeta a la que hacíamos mención, tocará –en mayor medida- a los hombres presentes. El real de deseo de tomar en consideración lo que se dice en la puesta y ponerlo en relación directa con nuestra propia crianza y valores adquiridos. El paso del tiempo ha sometido a debate varias de esas “verdades no escritas, que no se discutían” dejando al descubierto a aquellas ideas que atrasan años. Si bien el texto tiene una impronta femenina, los hombres que vieron/verán la obra, son interpelados a través de un lado poético y amoroso, que llama a la reflexión.
En otro punto de la puesta, diremos que el final recuerda a una pregunta que hizo el maestro Miguel Najdorf en el marco del match de ajedrez entre Gary Kasparov y Anatoly Karpov. Ante la victoria del primero en una de las partidas, cuyo resultado demoró más de lo previsto. “¿Gary, por qué querés ganar dos veces esta misma partida?”.
El dispositivo escenográfico pergeñado por José Escobar es excelente. Denota creatividad tanto como la forma en que llevó el axioma “menos es más” para crear un mundo a partir de una…¡puerta! (que, obviamente, es mucho más que eso, en tanto los diversos mundos que crea). La actuación de Leticia Torres es cautivante. Su frescura y calidad interpretativa serán fundamentales para que la obra obtenga la repercusión que tiene. Pone el cuerpo a una Rayito tierna y querible, que llevará adelante dudas e interrogantes compartidos por gran parte de la platea. No es “perfecta”. Es contradictoria y el tiempo –y su propio ser- serán los jueces de sus decisiones frente a pérfidos enemigos como la culpa, la manipulación, la crianza e inclusive, la soledad. Frente a los mencionados, de pie, estoica y luchadora, estará ella. La que no se rinde. La que hace culto a la frase de Eusebio Poncela en «Martín (Hache)», donde sostenía que «hay que seguir, aunque sea por curiosidad». Ahora, a punto de encarar una nueva aventura, al lado del camino, con el destino enfrente suyo.
“Rayito de sol” abre múltiples frentes sobre el mundo femenino, sin dejar de tocar cada arista que lo compone. Una historia tan simple como conmovedora, que tomará por asalto a los presentes, con un arma tan sencilla como efectiva: una obra de teatro de absoluta calidad.