“Después de después” (Teatro)

El ruido de rotas cadenas….

Dramaturgia: Paula Simkin. Actriz: Laura Otermin. Voz en off: Luis Rivera López. Coach coreográfica: Brenda Fabregat. Diseño de luces: Luis Rivera López. Escenografía y vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Fotografía: Lucía Rivera Lopez. Diseño gráfico: Patricio Azor. Asistente de dirección: Candelaria Martínez. Producción: Julieta Rivera López. Dirección: Mónica Felippa

Teatro El Crisol. Malabia. 611. Viernes, 20 h.

Mariana está sola y ¿espera? Una pregunta simple que surge a partir de una situación atravesada por la adaptación del título del libro de Raúl Scalabrini Ortíz, es el puntapié inicial para una vorágine de ideas y hechos tan reconocibles como analizables. De esta manera, se presenta tal como es, sin medias tintas, sin buscar complicidades ni alianzas. Es ella y su mundo así como la manera en que sale a la palestra del mercado amoroso tras romper con una pareja que osa volver a su radar.

De a poco, su vida explota con sutil contundencia visibilizando varios “problemas” que atraviesan la vida de una mujer que está llegando casi a los 40 años. Las comillas usadas, tienen que ver por la forma en que se los debe aprehender. ¿Desde qué lugar serían considerados como tales? ¿La sociedad? ¿Los hombres o las propias mujeres? ¿Desde cuando la vida debe ser sometida a comicio público? ¡Mirá que interesante y ponzoñoso lo que se plantea!

Mariana es plenamente consciente de lo que quiere pero, ¿qué pasa en el medio? La sociedad (de la que formamos parte todos y todas) es tan cruel que brinda las herramientas al tiempo que las quita. Es una mujer que quiere vivir su vida bajo su propia decisión pero, pareciera que su independencia impacta en los cimientos de los demás. Se conspira contra quien desea vivir de acuerdo a su propio ritmo, en especial, mujeres. El mismísimo John Lennon escribió sobre el trato a la mujer. “Hacemos que se pinte la cara y baile/Si no quiere ser una esclava, decimos que no nos ama/ Si es real, decimos que intenta ser un hombre/ Mientras la menospreciamos, fingimos que está por encima de nosotros”.

Paula Simkin plantea una pluma tan sencilla como elocuente. Potencia cada momento, linkeándolo con la experiencia personal. Esto, aplicable tanto a hombres como a mujeres. En el caso de los primeros (que es el caso que le compete a quien estas líneas escribe), es poder ver ese “otro lado” que, en su momento, era desconocido. Todo un “click” ante lo que ocurre sobre tablas. ¿Cuántas veces fui “yo” aquél que aparece en el escenario hablando con Mariana? ¿O cuantos conocí como “los novios» y son amigos? ¿Qué hice yo para no ser como “ellos”?

Los interrogantes siguen apareciendo a medida que se suceden las situaciones. ¿Tanto cuesta ser feliz respetando los propios deseos? Parece que si, si consideramos a una mujer en busca de esa parte complementaria (no voy a decir “media naranja”), abierta para tal fín. Es más fácil reproducir el “decálogo de como ser un hombre –como tal- en estos tiempos”. Que se atrase años y la felicidad personal quede relegada, no interesa. Menos aún, en este 2025 donde proliferan hombres conservadores y liberidiotas que retrasan en el reloj de los tiempos.

Volvemos a Lennon. “La hacemos parir y criar a nuestros hijos./Y luego la dejamos en el piso por ser una gallina gorda y vieja/ Le decimos que su hogar es el único lugar donde debería estar/ Luego nos quejamos de que es demasiado ingenua para ser nuestra amiga”. Cascotes y “pendeviejos” caen bajo la guadaña de una mujer que plantea ese desafío de compartir de a dos, en porciones iguales, con el amor y el respeto como estandartes.

La dirección de Mónica Felippa hace un culto del “menos es más”, sin perder tiempo en adornos de ningún tipo que retrasan el efecto final. No se necesita más para una historia certera, que tiene todo en su lugar. Lo mismo ocurre con la escenografía y el vestuario de Jorgelina Herrero Pons. Laura Otermin (a quien vimos en las excelentes “Lo que dura la lluvia” y “Estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia”) vuelve a destacarse con una actuación de variados matices. Crea un personaje que tantas certezas como dudas, las cuales está dispuesta abordar. Se arriesga y se equivoca (o no) pero, como dicen por ahí, “solo erran los penales quienes los tiran”.

“Después de después” es de esas puestas que tienen más de una capa de análisis. Pone en un lugar de sana incomodidad a quien repite patrones sin razonar y, mucho menos, sentir. La conversación, una vez finalizada la función, será la cereza del postre de cuando se establezcan no solo los vínculos con terceros/as sino…..con uno/a mismo/a.

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