Recitales: «Piazzolla Profundo» en La Carbonera. Homenajear y enriquecer.

La obra de Astor Piazzolla siempre es motivo de estudio y de reconocimiento. Su creatividad estiró las fronteras del tango y lo contactó con diversos artistas para seguir potenciando su propia identidad musical. El jazz no podía estar ausente. Tal es el caso de “Piazzolla Profundo”, el proyecto de la cantante Karina D’Arino que une fuerzas con C.I. Tangó, maravilloso colectivo de improvisación en tango, compuesto por Adrián Mastrocola en piano, Pablo Motta en contrabajo y Hernán Fernández en batería.

La cita para presentar el disco que encarna el mencionado proyecto fue el 2 de noviembre, en la renovada La Carbonera, recinto que, en su momento, cobijó a muchas de las más interesantes propuestas del circuito teatral independiente porteño. La idea de tomar el repertorio piazzoliano y deconstruirlo para lograr una manera diferente su música, no es nueva. Lo realmente rico es el rumbo que toma, poniendo a prueba la originalidad y calidad interpretativa de los músicos. Al respecto, D’Arino y sus muchachos salen absolutamente airosos de esta aventura musical.

Con algunos –varios- minutos de retraso, sale una línea de cuatro de gran calidad interpretativa. En los márgenes, piano y batería, con el contrabajo como último hombre y la Dama, ocupando el centro del escenario. Desde el mismo inicio del show, se aprecia el sano deseo de tener una mirada más despojada, más intima y no por eso menos potente de la obra de Piazzolla. Se abre con “Los paraguas de Buenos Aires”, y la voz de Karina D’Arino empieza a dar cuenta del estado de gracia en el que se encuentra.

El oído atento y conocedor no podrá evitar el linkeo con el original pero, como se dice ahora, “no es por ahí”. Es enriquecer aquello que ya es exquisito desde su mismo origen. Homenajear a través de la creación y no la repetición. Es lo que ocurre con “Chiquilín de Bachín”, un clásico al que se añade alguna gambeta corta para dotarlo de otro matiz, sin perder su esencia. En cambio, “Vuelvo al sur” impacta y recuerda a aquél año 1988, ya que fue parte de la película “Sur”, de Fernando “Pino” Solanas.

En su momento, París fue la ciudad que cobijó a la vida y la pasión de Piazzolla. Por tal motivo, hay un segmento en francés que da cuenta de este vínculo tan profundo. “Oblivion” no podía estar ausente de este momento. Lo mismo puede decirse de “Années de solitude”, tema que formó parte del disco en el que Piazzolla tocó con la reconocida cantante italiana Milva. Aquí, el trabajo de D’Arino toca otra fibra en tanto, tal como había dicho en su momento, “me resultó todo un desafío encontrarme en estas composiciones, no solo en lo vocal sino en lo interpretativo. Hubo mucho trabajo para descubrir el punto que quería lograr con mi voz en los temas. También se realizó un amplio trabajo de investigación al respecto”.

Todo funciona bien en La Carbonera. El sonido es claro y fuerte, en relación a lo requerido por la música interpretada. D’Arino es una show-woman de calidad, con un fino trabajo escénico. Su calidez en la palabra así como su simpatía son fundamentales para matizar los espacios entre tema y tema. En ocasiones, con algún recuerdo o impresión sobre la vida de Piazzolla. “Al maestro le pesaba la frustación de no poder vivir su pasión en su querido Buenos Aires”. No le faltaba razón en lo que decía.

Los arreglos son personales e intensos. Suena la gran “Balada para un loco” y es imposible abstraerse a lo que ocurre en el escenario. Hay quien cierra los ojos y viaja mientras que alguno nota que se le metió un pedazo de tango en el ojo. Es uno de los momentos más poderosos de la noche. C.I. Tangó suena con precisión quirúrgica no exenta de sentimiento. Hay un aura de improvisación tipicamente jazzera junto con un sonido tanguero aunque netamente contemporáneo.

Para la última curva de este circuito musical, se suma el bandoneonista Daniel Ruggiero que brinda ese toque propio de su instrumento para enaltecer aún más los temas a desarrollar. “Los pájaros perdidos” tiene una versión de real valor y es la previa para llegar al final del show.

Irrumpe “Libertango” a pleno jazz, con . Es ese “todo que es más que la suma de las partes”, con la sutileza como gran aliada. Esto no quita que haya un solo de batería que anteceda a “María de Buenos Aires”, tema final de la noche. Es el broche de oro de una velada que tiene una interpretación excelsa del ahora quinteto.

Suenan los aplausos, absolutamente merecidos. Quedan ganas de más pero, ya habrá una nueva ocasión. Mientras tanto, “Piazzolla profundo” ya puede escucharse, recomendarse y disfrutarse. Karina D’Ario y C.I.Tango enaltecen la obra de Astor Piazzolla con toques de jazz que calzan con exactitud.

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