El Brote (Teatro)

Explosión teatral en estado puro

Dramaturgia y dirección: Emiliano Dionisi. Intérprete: Roberto Peloni. Escenografía: Micaela Sleigh. Iluminación: Agnese Lozupone. Diseño De Sonido: Martín Rodriguez. Realización de escenografía: Giuliano Benedetti. Fotografía: Luis Ezcurra. Comunicación: Alejandro Veroutis. Asistencia de escenografía: Guadalupe Borrajo. Asistencia de iluminación: Lailén Alvarez. Asistencia de dirección: Juan Jose Barocelli. Producción artística: Sebastián Ezcurra. Producción general: Compañía Criolla. Duración: 90 minutos.

Teatro del Pueblo. Lavalle 3636. Lunes, 21 hs.

El teatro suele mirarse a si mismo tanto para ser autoindulgente como hacer catarsis. “Lo sacrificado de ser actor”, “la falta de oportunidades”, etc. Un camino del héroe que, en ocasiones, termina mordiéndose la cola, gracias al propio ombliguismo.

En “El brote”, hay un ida y vuelta en las vivencias de un actor de un elenco estable, frente al proceso de concepción de una obra y su posterior desarrollo. Lo que decimos aquí, con palabras un tanto frías, es la punta del iceberg de una puesta sublime donde todo está en su lugar. El dinamismo no es velocidad, el texto combina la carcajada como la reflexión y la actuación, descomunal.

Vayamos por partes. El actor (el gran Roberto Peloni) habla y se descarga. Necesita verbalizar su situación ante una obra a estrenar y los roles a ocupar para parte de los actores convocados. Así, de manera tan imperceptible como contundente, establece un vínculo poderoso con el espectador. Es la empatía que causa el personaje tanto como la identificación ante su posición. ¿Quién no trabajó en el marco de un equipo/grupo en el que muy poco está como debiera?

Mientras transita ese largo y sinuoso camino de ensayos previos al estreno, exhibe su propia realidad que se mezcla con varios joyas del teatro como “Hamlet”, “Antígona” o “La vida es sueño”. Todo, cortesía del texto, excepcionalmente concebido por Emiliano Dionisi, que “baja del bronce” a clásicos de la escena teatral y los acerca a la platea. De esta forma, Segismundo, Creonte y el mismo monarca danés forman parte de la creación de sentido de la puesta.

En un «in yer face» sin anestesia, Peloni saca todo lo que está debajo de la alfombra y no se salva nadie. Ni siquiera él mismo. No escatima críticas no solo a la esencia (ególatra) del actor sino del ser humano en sus -no tan pequeñas- miserias personales y la forma en que las oculta y/o plasma. Desenmascara a esa fauna que es un elenco/grupo. Desde el que “morcillea” hasta quien (no) cuenta con los “saberes” requeridos por la obra, pasando por quien hace sus primeras armas o quien tiene un ego que no se condice con sus virtudes. ¡Ojo! No lo hace a partir de la queja caprichosa. Crea circunstancias bien identificables, permitiendo que la sonrisa irónica y la carcajada se combinen en tanto linkeo con un algo/alguien, dentro de cada uno de los espectadores.

La iluminación y la escenografía privilegia un “menos es más” conformando una base sólida para que Roberto Peloni lleve adelante una actuación sobresaliente, acorde a los pergaminos de un artista de sus quilates. Construye una paleta de matices con precisión, no exenta de sensibilidad, entrando y saliendo de los numerosos personajes, con naturalidad y exactitud. La dirección del propio Dionisi es certera, creando un rompecabezas de gran riqueza. Tal como si fuera un “Revolver” teatral, de canciones/situaciones diferentes una de otra, pero todas notables. 

“El brote” va a quedar en el recuerdo de quienes la hayan presenciado. La dupla Dionisi-Peloni ratifica su talento para llevar a cabo una de las obras del año ((¡lo decimos ahora!) de visión obligatoria. Inclusive, para verla más de una vez. Siempre se va a descubrir algo sorprendente.

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