Dos posturas, una decisión.
Autoría: Henrik Ibsen. Versión y traducción: Lisandro Fiks. Con Juan Leyrado, Raúl Rizzo, Edgardo Moreira, Viviana Puerta, Romina Fernandes y Bruno Pedicone. Músicos: Lisandro Fiks, Emanuel Gaggino, Santiago Martínez, Analía Rosenberg y Rodrigo Soko. Vestuario y escenografía: Micaela Sleigh. Iluminación: Agnese Lozupone. Asistencia de iluminación: Maria Cecilia Font Nine. Asistencia de vestuario: Josefina Minond. Asistencia de dirección: Rosana Rodríguez y Daniela Sitnisky. Música original y Dirección: Lisandro Fiks.
Teatro Regio. Av Córdoba 6045. Jueves a sábado, 20.30 hs; domingo, 20 hs.
Pasan los años y la vigencia de “Un enemigo del pueblo”, de Henrik Ibsen sigue intacta. Concebida en 1882, viaja a través del tiempo, para inquirirnos sobre una realidad tan penosa como visible (salvo por quienes adopten la cultura del avestruz). Todo, cortesía de Lisandro Fiks que la trae a dialogar con nuestra cotidianidad con precisión no exenta de sensibilidad.
Los hermanos Stockmann están distanciados. Uno es Tomás, el médico que descubre que las aguas del balneario -fuente de mayores ingresos del pueblo en que viven- está contaminada. El otro es Pedro, intendente encargado de regir los destinos de la población, que no tiene interés en cerrar el balneario y hará todo lo posible para que la noticia no se de a conocer. Hermanos enfrentados, tal como en la historia de Caín y Abel pero ahora llevado a la arena política cuando los intereses de ambos se encuentran en veredas opuestas. El intendente y su versión propia de lo dicho por Groucho de «Tengo mis principios, si no les gusta, tengo otros» choca contra la cruzada justiciera del doctor. Pero ojo, a no dejarse llevar por esta observación realizada para enmarcar los acontecimientos. Es solamente la punta de un ovillo tan complejo como ponzoñoso a la hora de analizar.
El planteo de los hechos es preciso y plantea la dicotomía entre aquello que está bien frente a lo que se debe hacer, aún cuando ambas caracterizaciones pueden brindar flancos débiles. Lo rico del planteo es que va más allá de la corrupción –el gran latiguillo de los impolutos de siempre- que divide aguas para llamar la atención tanto a cierta complicidad civil para con los detentadores de poder y la dependencia de los segundos para que nada se salga de su órbita. Es ahí cuando la máxima brechtiana de «no importan tanto lo que hacen los malos sino lo que dejan de hacer los buenos», tocando la anomia popular en su más perfecta composición.
Inclusive, se da una vuelta de tuerca con respecto a la tan mentada “representatividad” que brinda la democracia, a través del reflejo de los deseos de una mayoría. ¿Pero esta mayoría siempre “tiene razón” en lo que decide? Gran dilema ante la pregunta de si un pueblo se suicidaría a través de las decisiones que toma a través del voto. Hay varios casos que certifican esta aseveración. Es mas, no hay que irse muy lejos en el tiempo sino en ver con un ojo medianamente crítico como una población puede votar a quien representa todos esos intereses opuestos al de una mayoría. Nuevamente, citaremos a la ironía del gran Groucho Marx cuando decía que “nunca sería miembro de un club que me contase como uno de sus miembros”.
Si bien Ibsen la escribió en 1882, destila un importante pesimismo en el sistema democrático en tanto se termina usando este sistema para satisfacer el egoísmo de individuos determinados (sea cual sea la cantidad) en detrimento del bien común. Pero, como esos dilemas de los cuales es difícil salir, ¿qué ocurre si uno está indivisiblemente ligado al otro? ¡Y eso que no hablamos de quien detenta el poder real a la luz de los hechos!
Por otra parte, en la versión de Fiks, abre la reflexión a todos los personajes en tanto representación de los diversos actores que forman parte de la sociedad. La lealtad, el “qué dirán?”, la traición, el miedo, el oportunismo, la ceguera, la culpa, la manipulación, el ego y la soberbia, jugarán sus cartas en varios pasaje para ver donde está parada esta nueva versión de “Un enemigo del pueblo”. No se queda en el “héroe solitario” o “el cruzado” sino que busca abrir un debate serio al respecto. La propuesta es clara y quien quiera llevar la obra por el lado de su propio relato será otra opción, aunque menos rica. En la puesta en duda y la crítica a lo establecido es donde radica el capital de la obra.
Juan Leyrado y Raúl Rizzo darán vida a estos hermanos que bien podrían extenderse como una metáfora de las luchas fraticidas que han atravesado a muchas sociedades, de las cuales no está exenta la nuestra. Ambos desarrollan actuaciones acordes a los pergaminos que acreditan. Otro tanto puede decirse de Edgardo Moreira y su editor del diario del pueblo al que dota del egoísmo y oportunismo propio de quienes velan por sus propios intereses. El resto del elenco desarrolla con precisión sus respectivos personajes. Romina Fernández desempeña con corrección su rol de hija del Doctor en contraposición a su madre, Viviana Puerta al tiempo que Bruno Pedicone será un buen ejemplo de los vaivenes múltiples que puede tener un individuo o inclusive, un conglomerado de aquellos.
Lisandro Fiks vuelve a tomar un tema políticamente candente y lo pone sobre tablas. Tal como había hecho en la excelente «Veinticinco millones de argentinos», retoma una temática que atraviesa al devenir de nuestro país. En el caso de la obra de Ibsen, impacta certeramente en la crítica que se le hace a gran parte de la población sobre su nulo compromiso político. Además, la posibilidad de participación del público en la obra permite un guiño performático al respecto.
No es mera casualidad esta vuelta de “Un enemigo del pueblo” a las tablas. Sale del escenario para tomar por asalto a la platea y sacudirla de su propia modorra con un texto punzante, actuaciones de muy buen nivel y una puesta acorde para una versión de calidad, del clásico de Henrik Ibsen.