Vida y obra
Dramaturgia y dirección: Lucila Quarleri. Con Maia Lancioni. Diseño de vestuario y escenografía: Maricel Aguirre. Diseño de luces: Lucia Feijoó. Fotografía: Hersilia Alvarez. Diseño gráfico: Estefanía Borges. Producción: Marina Kryzczuk. Supervisión dramatúrgica: Maruja Bustamante, Camila Mansilla y Eugenia Pérez Tomas.
El Camarín De Las Musas. Mario Bravo 960. Viernes, 22.45 hs.
Ella está parada ahí. Como si se hubiese escapado del Museo de Madame Tussauds, pero mirando a la inmensidad de la calle, sorprendiendo a más de un transeúnte. Su imagen es muy reconocible y su cuerpo, en sí, ha tenido su propio camino. Ir y volver a través del tiempo, un ida y vuelta constante en una vida por demás activa, donde no había que perder un segundo. Pero esta mujer viajará de Los Toldos a Chacarita y viceversa. Su encuentro con una niña será toda una revelación. Intercambian palabras, pensamientos e ideas. ¿Acaso sus vidas?
La poética que atraviesa a los hechos se condensa en el desdoblamiento de esta niña/mujer que relata algunos episodios de su vida. Se cambia de ropa al tiempo que se acerca a una pileta de cocina precaria. La biblia y el calefón. Lo lumpen y lo refinado. Esa combinación es la que marca la personalidad de esta mujer hecha de recortes de esa dama refinada que tomaba por primera vez un colectivo y esa niña que se cruza en su camino. Será ese mix uno de los puntos que se destaca el texto de Lucila Quarleri. Poéticamente certero, contiene imágenes reconocibles pero sin perder nunca de vista a los hechos que atraviesan a la protagonista, con palabras y frases de fuerte contenido simbólico y político. Ahí es donde el texto de Quarleri le pide al público que complete el sentido del mismo. Inclusive, ese contacto con la realidad es el que se establece -ventana de por medio- para lograr ese vínculo. Igualmente, la utilización de dicho recurso, más allá de la sorpresa agradable del principio, podrá dividir aguas respecto de su funcionalidad. Más si dispersa la atención de los espectadores.
Con la duración exacta y una escenografía acorde a lo requerido, la puesta se desarrolla sin prisa pero sin pausa, con un desarrollo atrapante. Maia Lancioni es esa mujer cautivante que habla de la niñez y sus deseos de crecer en la ciudad. Su voz es fuerte y elocuente pero sin escatimar un ápice de sentimiento. Ella es…la que todos y todas conocemos. Amor o defenestrar, odio o devoción. No hay punto medio. Más aún en el sentido en que la dirección pone el acento respecto a qué contar.
Disfrutable de principio a fín, “Esa niña” es de esas puestas donde todo está en su lugar. Sobre todo para cautivar aquél que quiera oir, que oiga y se lleve un buen momento de teatro.