Su voz y su carisma es sinónimo de boxeo. Querido y admirado por todos, Osvaldo Principi le cuenta a ECDL, sus impresiones acerca del boom Maravilla Martínez, como progresó el boxeo femenino, porqué el ídolo no siempre es el mejor púgil, y todo lo relacionado con el deporte de las narices chatas.
– Osvaldo, ¿era esperable el boom de Maravilla Martinez?
– El efecto y el suceso de Maravilla Martinez es una atracción retrasada que el boxeo esperaba. Culturalmente, la Argentina está conformada, sobre todo por la generación mayor que define el mercado, con deportes superpopulares. El futbol, que cada día aglutina más y la pequeña puja que va detrás del futbol, entre el automovilismo como el Turismo Carretera y el boxeo. Maravilla Martinez-Murray sucedió en la atracción y el impacto, a lo que fue Monzón-Valdez, la segunda, la revancha. Son peleas que comienzan meses antes de que comience la campana. Era un hábito que se había perdido en Argentina. Se utilizaba mucho con Monzón, con Galindez en su revancha con Ritchie Kates, con Nicolino si debía volver o no al boxeo. Era una energía que estuvo suspendida casi desde la década del 70. Después hubo peleas que fueron de sumo interés como Coggi-Randall, Barrios-Popo Fleitas o Baldomir-Mayweather. Espectáculos de primer nivel pero no pudieron romper el mercado. Martínez-Murray fue un hecho nacionalista, en el buen sentido de la palabra. Implicó recuperar una costumbre que era especial, no frecuente. Afortunadamente, se volvió a dar, con un boxeador que ha tenido un magnetismo muy especial y que, en base a su carisma y todos sus resultados, la volvió a poner en escena.
– Del país, ¿hubo alguna similar? ¿Una como la de Castro-Arroyo, por ejemplo…?
– No, solo puede compararse a Monzón-Griffith, en el 71. La de Castro-Arroyo tuvo un agregado que era la reapertura del Luna Park para el boxeo pero Monzón-Griffith fue una conmoción y se vivió varios meses antes. El general Lanusse le pidió a Lecture que televisara en vivo y gratuito la pelea. Movió política y todo. Griffith traía una fama importante desde EE.UU, si bien estaba en la parte final de su carrera. Por supuesto que el público de hoy no tiene la fantasía que tenía la gente de la década del 70. Pasaron más de 40 años y parece haberse vivido todo. Esta pelea le devuelve pasión popular al boxeo. Parecía como algo estancado y no lo podía recuperar.
– Después de Murray, ¿cuantas peleas le quedan a Martínez? Una o dos a lo sumo, ¿no?
– Él siempre planea hacia la próxima pelea. Es un boxeador de 38 años al cual la parte ósea le trae muchos problemas. Hoy en el boxeo, la edad no asusta pero hay una realidad. Físicamente chico, su estructura es de peso welter que pelea en mediano. Regala ventaja física y también en años. Eso es parte del mérito para ubicarlo en la historia. Es muy difícil ver los próximos pasos de Martinez. El boxeador siempre busca la pelea de más nombre, más dinero y más cartel. Ese sería Mayweather pero es muy difícil físicamente armar esa pelea Mayweather tiene un peso natural de 65 kgs y Martinez, de 72,5. Maravilla podrá bajar hasta 71,5 a lo sumo. Más no puede porque es grande de edad. De hacer conjeturas, de ahí en más, es entrar en un error. Mayweather tampoco le va a dar tanta ventaja. Él ya está en 65, 66 kgs, en el máximo de su peso.
-Hace poco, salió una nota polémica sobre que la figura de Maravilla Martínez está tapando algunas cuestiones del boxeo respecto de infraestructura y demás. ¿Cree que es así?
– No. La figura de Maravilla Martínez está marcando el camino a seguir, del esfuerzo individual. El boxeo argentino es un boxeo sin estructura federativa. Es una realidad que se vive desde los últimos veinte años. No le interesa a nadie. Ni a los boxeadores, ni a los managers, ni a los técnicos, ni a los Secretarios de Deportes de la Nación, ni a los Directores municipales de boxeo. Entonces, los boxeadores han marcado el camino. Martínez triunfó porque armó su propio equipo en el exterior. Lucas Matthysse y Marcos Maidana han hecho lo mismo. Los muchachos que se quedaron acá, inmersos en el sistema, se han estancado. Dentro de la industria nacional, solo Carolina Duer copió el ejemplo de Oscar de la Hoya y armó su propia empresa, ganando prestigio y dinero. Gracias a boxeadores como Martínez, se ha marcado un camino en el que hay otras variantes que la estructura habitual de organización del boxeo argentino, que hace quince años está estancada. El que analiza que lo de Martínez tapó eso, fue al contrario, Martínez marcó el camino de como iba a ir eso. El que analiza eso, no tiene mucha visión o proyección.
-Volvió a ser visible el boxeo…
-Martínez le devolvió el concepto de aceptación que hacía mucho tiempo no tenía. El boxeo fue degradado en los últimos quince años por políticos de tercer nivel, periodistas sin personalidad para criticar su deporte por moralistas . Después terminaron en gestiones por demás confusas de distintas áreas. Todos se horrorizaban del boxeo. Fueron cambiando las personalidades, los discursos y las imágenes. La figura de Martínez es de las más aceptadas de un deportista moderno. Lo de él, en imagen y difusión de vida y de carrera, parece correr paralela a la de Messi. Son tipos que, acá encuentran todo el reconocimiento pero todo lo formaron desde afuera hacia Argentina. Y las únicas objeciones que encuentran, son desde acá.
-Si le pregunto sobre el boxeo femenino…Ha crecido enormemente!
– Hace poco escribí en LN al respecto. Su crecimiento fue excelente. Hubo resistencia de parte nuestra, en el 91, 92, cuando Don King ponía a Christy Martin como LA novedad, de semifondo de Mike Tyson. Las mujeres no perdieron el tiempo en el ring. Su evolución fue muy importante. Primero lo enfrentamos –me incluyo- pero terminaron con su obra, su mensaje y un atractivo curioso. Fue una muy buena rueda de auxilio para el boxeo en general. El clásico de los clásicos del boxeo femenino fue Acuña-Oliveras. Para TyC Sports fue la pelea de más rating de “Boxeo de Primera”, por mucho tiempo. Después pelearon Duer-Acuña, con una gran ganancia por lado. No creo que ese dinero lo gane un campeón del mundo masculino que pelee con la estructura y el organigrama del boxeo local. Las mujeres son más audaces y menos conservadoras que los hombres para afrontar los clásicos.
-Se enfrentan todas con todas…
– Exacto. La última pelea clásica que tuvimos en Argentina fue la de Duer-Acuña.
-Ahí se marca el quiebre en la relación entre Osvaldo Rivero y la Tigresa Acuña…
– Si, pero ese es un tema de paciencia de la Tigresa. Cada uno, en boxeo, sabe lo que hace y tiene lo que merece.
– ¿Como surge la pasión por el boxeo? ¿A través de su práctica o por el periodismo?
– El boxeo fue una necesidad que tenía que escoger cuando fracasé como jugador de fútbol. Era un poco la tendencia al deporte alternativo y éste era el boxeo. Entre a descubrir el boxeo de grande, a los once, doce años. Considero esa edad “grande” y no de pequeño porque venía de un hogar de mucho Turismo de Carretera y futbol pero cero boxeo. Me fui metiendo con esos rivales que venían a pelear con Accavallo, los negros que aparecían en La Nación, con esos cabezales para pelear con Bonavena. Me fue llevando a una incertidumbre por descubrir el deporte. El primer foco es cuando Locche le gana a Fuyi y el gran estallido es dos años después cuando Monzón derrota a Benvenutti. Me lleva un poco a descubrirlo y practicarlo siendo muy mal boxeador amateur. Al mismo tiempo, me enganché en el periodismo porque me di cuenta desde el primer día que la práctica de boxeo la iba a hacer como un deporte y no como atleta profesional ya que no tenía la más mínima aptitud para desarrollarlo. Ahí me empiezo a meter en el periodismo de boxeo. A hacer base, a hacer historia, con muy poco texto y bibliografía. Todo en 1971 y en el 72, leí mi primera noticia en la radiodifusora de Mercedes en la que Monzón se preparaba para pelear con Denny Moyer. Esto fue a fines de enero de 1972, que es mi debut oficial.
– ¿Cual era el record de Principi como boxeador?
– Empaté 1, perdí 3 y una sin decisión. 0-3-1-1. Ese es el record exacto y sin truchadas. 1972-1975.
– Para el periodista de boxeo, ¿es un deber que alguna vez haga un entrenamiento de boxeo para saber lo que ve y analiza?
– Si y no. Creo que hubiese analizado y comprendido bien el boxeo de todas maneras. Tengo la ventaja que fui un gran perdedor. Peleaba para sobrevivir y no para ganar porque no tenía el temperamento ni el fuego necesario. Se leer automáticamente el movimiento, el raciocinio y la intención del que pelea para sobrevivir. Soy yo con 57 kgs, treinta años atrás. Eso es una ayuda. Es anticiparte a la reacción que va a tener el boxeador. El que va a durar, el que va a ganar. Es un trabajo y uno asume el trabajo de boxeador con las posibilidades que tiene.
– Siempre mirando a los ojos se ve todo….
– Si. Jaime Rodríguez que fue un gran maestro y director de la oficina del interior del Luna Park en los últimos tiempos del Luna Park con el boxeo, me enseñó a ver la mirada de los boxeadores. Jaime había llevado a Eduardo Corletti a pelear con George Chuvalo. Tenía una gran experiencia. Me marcaba mucho el color, la mirada y la orientación de los ojos del boxeador. Nosotros, los veteranos hemos tenido una gran ventaja con respecto a los periodistas actuales que fue la información e instrucción de gente que ya no está. Sin hacer cursos de periodismo, diplomas, etc. Hicimos, no se si en forma consciente o inconsciente, unos cursos cinco estrellas que ya no se podrán brindar. Todo eso nos fortaleció. Me enaltece recordar una frase de un maestro de aquél tiempo. Algo que me decía Eduardo Lausse de cuando combatía en los Estados Unidos, Cesar Brion de los tiempos de Joe Louis o Miguel Domínguez de cómo peleaba en las sogas Jaime Gine. Son profesores que ya no están. Es como dice Bilardo en su programa, nuestros profesores fueron aquellos a quien hoy le dieron el nombre de distintos hospitales municipales y a nosotros nos pasó lo mismo.
– ¿Cómo es relatar boxeo y ver boxeadores con el contexto social que ha cambiado?
– El boxeo ha mejorado su contexto social pero ha empeorado la superación del joven. Capturó siempre al sacrificado que quiso salir de la pobreza a través del deporte. Hoy el boxeo atrapó a mucho joven que quiere ser famoso y no salir de la pobreza. Hoy llegar a la fama es más importante que realizarse profesionalmente pero no pasa esto solo en el boxeo. Pasa hasta en el periodismo y más aún en el periodismo deportivo que parece ser «de estrellas» y no de investigadores, de historiadores o analistas de la realidad. El boxeo es un espectáculo que va de la mano con el espectáculo. Ha perdido el sacrificio que significa llegar a la consagración y a la realización. Casi como en el espectáculo, el boxeo se fundamenta en otros códigos, otras negociaciones con otra gente y otras conductas como para llegar al éxito.
-¿Por ejemplo?
-Antes había una cordialidad de manager y boxeador. Eran una familia, indestructibles e inseparables. Hoy, el poder y el dinero rompen lo primero que debe darle el boxeo a los practicantes que es la educación y evolución. El boxeo ha perdido en eso. Hoy el boxeo le reclama al Estado y a la Subsecretaria de Deportes, a las Comisiones de Deportes un poco de participación y penetración. Hay algunos atisbos de que eso va a ocurrir. Fue algo que nunca ocurrió en la historia de la Secretaría de Deportes. Hay algunos intentos y el boxeo hoy los necesita. Creo también que la juventud y los principiantes están rodeados de un contorno mucho más peligroso al que tenían los jóvenes de otros tiempos que llenaban los gimnasios de boxeo. La guitarra, la noche y la bailanta le robó mucha gente a quien soñaba realizarse como boxeador. La idealización del joven para salir de una función social comprometida, pasa por un lado más rápido y no tan sacrificado y elaborado casi a ritmo de hormiga, como sería el boxeo.
– De acuerdo a lo que usted dice, un Gatica no llegaría a las primeras diez peleas con su personalidad…
– Gatica fue el esfuerzo y el gran síntoma (y exceso) de confianza de una persona en si mismo. Es un personaje extraordinario, que rompe cualquier lógica o principio del ABC de la conducta del más jóven. Ahí hubo una necesidad interior de triunfo, una cualidad natural del nacimiento de un gran boxeador. Gatica fue un gran peleador y no un gran boxeador. Uno, a través de Sucesos Argentinos y conceptos de maestros que tuvo e historiadores, definían en el a un boxeador profundo y veloz, que suplía la disciplina con su talento. Creo que hubiese sobrevivido a este tipo de crisis porque el poder del siglo XXI iría tras él. Tal como lo hizo el poder político en el siglo pasado. Triunfaría en cualquier época porque la pobreza del niño que llegaba a Constitución en los 40, puede compararse, aunque menos peligrosa a la de hoy. El peligro de estos días quintuplica al de antes en sus vicios de la calle. Gatica era, por definición histórica, la necesidad de ganarle a la vida y mostrar cual era el valor de una persona para imponerse en una actividad y un trabajo que, sobre todo en aquél tiempo, era una de las más envidiables que tenía Buenos Aires: ser campeón de boxeo.
– Si le pregunto cual fue el mejor boxeador que hubo en la historia, ¿coincidiría con el que más le gustó?
– Que difícil esa pregunta. El que más me gustó de los que yo ví fue Thomas Hearns pero Sugar Ray Leonard fue, en la época de comparación, mucho más efectivo a nivel mundial. Diría que, históricamente, no me muevo de Sugar Ray Robinson como el mejor boxeador de todos los tiempos. El que más me gustó no fue el mejor. El que más me gustó fue Tommy Hearns, un hombre al que tuve la suerte de transmitir cuatro o cinco peleas ahí…
– ¿Cuales?
– Transmití a Hearns con Shuler, con Medal, con Roldán, con Barkley y con James Kinchen.
– Con Barkley ¿la primera o la segunda?
– La que pierde por KO
– En el tercero…
– Que venía de noquear a Martillo Roldán. He tenido hasta un reconocimiento personal en ese tiempo periodístico mío por parte del propio. Fue el que más me excitó. Una pelea de Hearns excitaba a cualquier relator sacándolo de contexto, creyendo que iba a ganar en el momento en que perdía y viceversa. Leonard con sus victorias contra Hagler, Lalonde, su ida y vuelta con Durán, ha marcado una página….Su victoria sobre Hearns, más allá del empate que después en veteranos tuvieron, tiene una obra deportiva superior. Pero Ray Robinson, me engancho en esa opinión en que no hubo ni habrá boxeador en la Tierra como él.
– ¿Más que Ali?
– Ali fue el mejor pesado de toda la Historia. Los otros días hice un ranking y puse a Ali, Louis, Dempsey, Marciano. No me muevo de ahí. No creo que estos gigantes rusos, los campeones del momento, puedan romper esa historia. A nivel argentino, anticipándome a su pregunta, para mí el mejor fue Carlos Monzón pero todos los maestros de la vieja guardia dirían Pascual Pérez. Esos son los más importantes. La idolatría entraría en la polémica si Nicolino Locche o Justo Suárez. Los grandes ídolos del boxeo argentino no fueron los mejores boxeadores y los mejores boxeadores tampoco fueron grandes ídolos.
– Inclusive tampoco llegaron a ser campeones del mundo como Ringo Bonavena.
– Bonavena fue un personaje repartido. Fue ídolo y villano. Ídolo fue Locche que lo fue de todos. Justo Suarez que fue llorado y admirado por Buenos Aires. Bonavena era un gran personaje pero no era ídolo.
-Maravilla Martínez, ¿es ídolo?
– Es un boxeador que ha obtenido una respuesta tremenda. Creo que puso a prueba su condición de ídolo. Ha armado una estructura muy buena. Monzón, Bonavena y Luis Angel Firpo no fueron ídolos. Gatica fue muy resistido. Ídolo para una parte y villano para otra. Ídolo es aquél al que se le tolera todo y con Gatica no fue así. Entonces es un ídolo entre signo de pregunta. Todo aquél que tiene una gran resistencia, no alcanza la estatura de ídolo en general. Martínez encaja para otro sector. La idolatría es muy difícil de probar, de concebir. La pelea con Murray sirvió para ver la tolerancia, el cariño, el afecto que le da el país. Su aceptación ha quebrado el mercado pero la idolatría es una pregunta muy difícil de conquistar. Se da cuando se van cerrando las últimas puertas. En boxeo, ídolos fueron Nicolino y Justo Suarez. En todos los demás hay que abrir una pregunta de quien fue más y eso.
– ¿Cuando aparece el famoso estilo de Osvaldo Principi para relatar?
– No se. Tuve tantos buenos referentes que no se. Siempre cuento la anécdota que en la revista El Gráfico me preguntaron respecto a los referentes y nombré tantos que en la publicación pusieron “ninguno”. Lo entiendo al periodista que no podía sintetizar. Uno de los relatores de los que más sensaciones recibí fue Bucanel, el viejo relator de la Cabalgata deportiva Gillette. Decía “1940, estamos en Filadelfia” y me hacía sentir en Filadelfia. Me dije que algo debo tener de este hombre de cómo meter al espectador en donde estoy. Así este en un estadio con veintiséis personas y el frío rompa los ladrillos. Debo hacerle sentir frío a la gente que esta mirando la pelea. Ese es el foco de un periodista en la transmisión de la sensación.
-¡Está muy bueno eso, Osvaldo!
-Si. Después es leer un poco la cabeza de los dos. A ese pensamiento, darle un poquito de música para romper el relato radial en uno reflexivo. Es un relato medio comentado en el que paso un poco sobre el comentarista porque relato y comento. Es una falta de respeto que no quiero hacer pero ya forma parte de mi manera. A nosotros nos tocó ver, aprender y ser testigos de Ubaldo Caffarelli, Ricardo Arias, del final de Fioravantti y de Bernardino Veiga o Hernán Santos Nicolini que fue un relator popular pero muy bueno y muy pasional. También Ruben Torri, un hombre de Córdoba y Héctor Vidaña. Yo relaté la última parte de Héctor Vidaña en Radio del Rosario. Eran relatores incomparables que, con la radio se devoraban, se comían a cualquiera de la televisión. Arias era tan bueno relatando en «Entre las sogas» por Radio Splendid.
-Los comentaristas son otro tema…
-Mirá, tenías comentaristas como Horacio García Blanco y Ulises Barreras que eran el agua y el aceite pero tenían una penetración popular tan grande que la televisión no le hacía sombra. La radio se devoró a la televisión con sus grandes periodistas de boxeo por la magia que le daba. Por eso, no hizo falta televisión. Creo que, de todos esos, uno extrajo algo y lo metió en la licuadora. El relator es la suma de información de todo lo que sacó. Por ahí se prende una lamparita y aparece lo tuyo, lo propio, la personalidad, etc. Me resultaría muy difícil explicarlo.
– ¿Cómo es la relación con la televisión a nivel profesional?
– Uno tiene que ser patrón de la televisión. Hay un tiempo de escuchar y otro de opinar. Uno, de actuar y otro, para que te escuchen. Soy un veterano. que está en el boxeo desde los catorce años; ahora tengo cincuenta y uno. Es un tiempo en el que encuentro la gente que me escucha. En el 90% acepta lo que digo, después de años de haber hecho silencio contra lo que no estaba de acuerdo. Nunca hablé de lo que no estaba de acuerdo ni me reí, en un ambiente en el que se ridiculiza al que no piensa como uno o se equivocó en una tarjeta. Creo que una de mis virtudes fue saber ubicarme.
-Una gran virtud esa!
– Tal como los boxeadores que, cuando no pueden ganar, supe quedar parado. La relación con la televisión es esa. Cuando ganas un respeto y representas a esa televisora, va más allá que te metas en criticas ácidas o cartas documento que por ahí entorpecen alguna negociación. La televisión respeta si te ganaste ese respeto. Con cara poco simpática o lo que sea pero te respeta. He tenido algún roce que siempre me llevó a sobrepasar la situación. Quizás a cierta altura -uno ya es veterano-, se puede decir “Señores, lo mío es esto. Está todo bien. Si no les gusta, busquen otro”. Es una parada que podes hacer cuando sos un veterano y estás seguro de lo que estas haciendo. Seguro y maduro. No es una parada de un joven alocado y prepotente.
– Hace rato que está en la Televisión Pública…
– Estoy desde el 2003, con Knock Out-arte. Voy a cumplir diez años y estoy muy cómodo. Los ciclos fueron Knock outarte, Ring side 7 y Knock out TV. Ahora tenemos “Boxeo para todos”. Trabajo con mucha libertad. Se me dio mucha confianza y pudimos estructurar el tercer año de Boxeo Profesional, en vivo, que hacemos quincenalmente, los viernes. El otro complemento que tengo es el manejo del programa de DeporTV, que es “Último Round” así como trabajar en el noticiero como columnista. Paulatinamente, al cabo de diez años, pudimos lograr un espacio para el boxeo. Primero, con la historia, desde Pascual Pérez hasta Galíndez. Todos han pasado por Canal 7 y ahora con el presente, con Carolina Duer como figura principal, con los campeones como Maravilla Martínez, Lucas Matthysse, Marcos Maidana, Reveco o Narváez. El boxeo, en Canal 7, se está convirtiendo en una opción interesante y a nivel local, en las veladas semanales, tenemos las mejores peleas de plaza.
– ¿Cómo ve a los periodistas de boxeo?
– No opino de los periodistas de boxeo. Me gusta formar equipos de boxeo. Opino de los míos. Tuve un gran maestro que fue Julio Ernesto Vila. Le escribí una carta cuando tenía catorce años. Entre los catorce y dieciséis tuve relación con él por correo. 1972-1974. Después no me contestó más. Me hizo venir a Buenos Aires y entrar al Luna Park. Fui formado por Vila, con quien tuve una relación familiar al igual que con Lecture y eso que ellos estaban enfrentados a muerte. No se trataban pero nunca opaqué la imagen de uno enfrente de la del otro. Los dos respetaron mi situación.
– Después de todos estos años, ¿qué consejo le daría al pequeño Osvaldo que le mandaba las cartas a Julio Ernesto Vila?
– Que siga igual. El periodista y el boxeador se parecen mucho. Tiene que saber hablar, escuchar, observar en el momento justo. El boxeador tiene que saber analizar, saber y golpear en el momento justo. Le diría que se siga dedicando al periodismo porque nunca se metió ni en jefaturas de prensa ni en manager de boxeadores, representante o en prensa de las organizaciones. Que mantenga, pese a ser un veterano, la rebeldía y la capacidad de pelea de todos los sábados porque el día que la pierda, dejará de ser periodista y será un bufón del rey.