Aires revolucionarios
Dramaturgia y dirección: Mariano Pensotti. Con Patricio Aramburu, Esteban Bigliardi, Inés Efron, Laura López Moyano y Susana Pampín. Vestuario y escenografía: Mariana Tirantte. Iluminación: Alejandro Le Roux. Realización De Marionetas: Marcos Berta y Román Lamas. Música original: Diego Vainer. Asistencia de escenario: Malena Juanatey y Tatiana Mladineo. Asistencia de escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez, Tatiana Mladineo y Luciana Peralta Bó. Asistencia de dirección: Juan Schnitman. Producción: Grupo Marea, Florencia Wasser.
Teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715. Jueves a domingo, 20.30 hs.
A cien años de la Revolución Rusa, Mariano Pensotti saca de la galera su nueva creación en la que relata tres historias que terminan siendo una. Tres mujeres y una revolución de por medio. “Dijiste que querías una revolución/Ok, ya sabes/queremos cambiar el mundo” cantaban los Beatles y ese espíritu atraviesa una puesta con varias puntas a descubrir.
Pero, a no confundirse, no es una puesta sobre la Revolución Rusa sino respecto a sus coletazos y la forma en que se la puede pensar al día de hoy. No de manera lineal pero con distintas tonalidades en la vida de estas tres mujeres. Antes que nada, se retoma la figura de Alexandra Kollontai como referente de Estela, una profesora e investigadora de la UBA, atribulada con un viaje a Rusia por el centenario y la relación con su marido e hija. Pero será a partir de la historia de Estela que se empiezan a tejer otras que tendrán como protagonistas a una joven que se va al monte a hacer su propia revolución y una periodista que viaja a las Cataratas del Iguazú tras un importante anuncio respecto a su trabajo.
Es importante el carácter que tienen los tres personajes en torno a la idea de desplazamiento. Viajan y se mueven. No se quedan quietas. Van en busca de su destino. De allí a la búsqueda de la ruptura con el soporte en que se desarrollan. Por eso, esa vorágine bien distribuida se expande hacia el cine, una reflexión sobre la forma en que se realiza el teatro y el uso de marionetas para ilustrar a los personajes.
Pero todo esto, es solo el comienzo. Como la punta de un iceberg, habrá que estrellarse contra ella para aprehender lo que tiene para ofrecer, al tiempo que uno se hunde plácidamente en la profunda y rica creación de sentido que propone Pensotti. Nada está librado al azar y cada palabra es precisa. El texto inquiere desde diversos lugares para sembrar la duda que lleva a preguntarse respecto a algunas cuestiones, enriqueciéndose a través de dichos interrogantes. Será allí donde salen a la luz cavilaciones diversas sobre la cuestión de género, la política, los medios y sus contenidos, el poder, la lucha de clases e inclusive el amor en sus vertientes de “falta”, “búsqueda” o “pérdida”. El deber ser en lucha con el deseo en el marco de una sociedad que busca imponer cánones de diverso calibre para ser miembro de la misma. El “pertenecer tiene sus privilegios” se ha convertido en un axioma que ha trascendido el spot de una tarjeta de crédito para formar parte de la vida.
La puesta está enmarcada en una estructura de matrioshkas en tanto el desarrollo de las historias se incorporan constantemente. El elenco es de calidad y absolutamente preciso para lo requerido. Susana Pampin, Laura López Moyano e Inés Efrón crean tres mujeres que enfrentan un mundo que las quiere de una manera que ellas no quieren, produciéndose la lucha correspondiente, en diversos ámbitos y aspectos. Voloshinov hablaba de “el signo como arena de la lucha de clases” algo que no difiere mucho de lo planteado por Pensotti.
“Arde brillante en los bosques de la noche” es de esas puestas que, al terminar, no solo te dejan pensando sino que llevan a debatirla apenas se sale del teatro por la cantidad de capas y lecturas que tiene.