Y es todo tan asombroso…
Autora: Ariana Harwicz. Adaptación: Juan Ignacio Fernández. Con Julieta Díaz y Tomás Wicz. Música original: Sebastián Schachtel. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Diseño de movimiento: Jazmín Titiunik. Vestuario: Julieta Harca. Diseño de luces: Ricardo Sica. Diseño gráfico: Leandro Ibarra. Fotografía: Sebastián Freire. Producción: Intensa Producciones. Producción general: Natalia Kleiman, Flor Monfort y Julieta Díaz. Asistencia de producción: Mercedes Aranda. Asistencia de dirección: Mercedes Aranda. Dirección general: Lorena Vega.
Dumont 4040 – Santos Dumont 4040 – CABA. Jueves y viernes, 20.30 hs
El escenario está casi desierto, solo hay un sillón al costado. La ubicación del mismo, un tanto alejada del centro de la escena, es relevante. No en vano se ubica en un margen al cual hay-que- mirar. Solo depende del deseo individual. En el teatro, hay una atención per sé al respecto, en la cotidianidad se opta -en muchos casos- por desviar la mirada hacia otras latitudes. La vida misma.
Algo de esto hay en “Precoz” en tanto cómo y desde dónde se mira a una madre y un hijo solos frente al mundo, como quijotes sin armadura. Vagan solos en el mar de su propia humanidad.
El texto de Ariana Harwicz vuelve a poner el foco en esa etapa de la vida que está siendo revisitada en los últimos tiempos como es la maternidad. Tal como lo había realizado en la excelente “Matate amor” (gran unipersonal protagonizado por Erica Rivas –ganadora del Premio Luisa Vehíl 2018 a Mejor Actríz), vuelve a quitar toda aura de santidad y dulzura al “ser mamá” para visibilizar aquello que no se ve o no se quiere ver. Se corre esa empalagosa bondad de publicidad del medio, para ubicarla en un lugar más cercano y oscuro de la realidad. El sexo, el deseo, la (su) verdad única y personal así como la relación con su hijo en tanto presente y futuro. La madre joven con hijo adolescente que llevan su existencia de la manera que pueden. Clara en lo que dice, piensa y siente.
Como si fueran dos caras de la misma moneda, lo mismo puede atribuirse a ese adolescente que la acompaña con las idas y vueltas propias de su edad y una relación de amor-odio en la que no pueden vivir juntos pero tampoco separarse. Esa relación filial que también se inscribe en la marginalidad en la que caen, cortesía de sus propios errores. Pero, ¿es realmente así? ¿son “errores”? La culpabilización de la víctima al alcance de la mano. El/la bienpensante citadino/a sacará su manual de la vida y de las buenas costumbres cuya frase de cabecera es “no hay que darle pescado sino enseñarle a pescar” para poner la lupa inquisitoria en el hecho.
El diálogo con la actualidad es permanente, más aún a partir de las vivencias que atraviesan los protagonistas tal como la violencia de género, el bullying o el abandono de persona. Al respecto, se destaca el tratamiento de los mismos con seriedad y sentimiento no exento de realismo.
La exacta dirección de Lorena Vega es fundamental en el desarrollo de los acontecimientos, tal como la decisión la austeridad de la puesta. En escena, el ritmo es veloz pero no rápido. El frenesí que propone, no distingue texto ni didascalia en tanto la ruptura de la cuarta pared es constante. La visceralidad de las acciones, con una elocuencia bien dosificada toma por asalto la platea. El diseño de luces adecuado brinda una atmósfera en concordancia con los diferentes sucesos que acontecen. El “portuario” Sebastián Schachtel da cuenta de su talento creando una música tan sutil como contundente a lo requerido.
La dupla conformada por Julieta Díaz y Tomas Wicz sostiene con calidad todo el andamiaje escénico. Wicz da cuenta del momento profesional que está viviendo, con una actuación que combina esa sensibilidad a flor de piel y la confusión propia de la adolescencia. En cambio, Diaz pone su carisma a disposición de una madre de múltiples aristas con solvencia y precisión. El “in crescendo” que va desarrollando su personaje cautiva al tiempo que atrapa –literalmente hablando- la atención.
Termina la función y un aplauso corona la noche de teatro. “Precoz” es una puesta audaz, a partir de plantear un diálogo con aspectos que suelen ocultarse debajo de la alfombra, sin pasteurizar las problemáticas. Toda una experiencia teatral que va más allá del “gusto” para dar un paso a la reflexión, potenciando aún más lo visto sobre tablas.