“Matate amor” (Teatro)

Pienso -pregunto-, luego existo.

Autoría: Ariana Harwicz. Adaptación: Ariana Harwicz, Marilú Marini y Érica Rivas. Actuación: Érica Rivas. Voz en Off: Rodolfo de Souza. Vestuario: Mónica Toschi. Escenografía: Coca Oderigo. Diseño de maquillaje y de peinados: Emanuel Miño. Realización de video: Maxi Vecco. Diseño De Sonido: Jesica Suarez. Fotografía: Sebastián Freire. Diseño gráfico: Juan Gatti. Asistente de producción: Milagros Plaza Díaz. Diseño de luces: Iván Gierasinchuk. Asistencia de dirección: Fiamma Carranza Macchi. Producción ejecutiva: Daniel Secches. Productor asociado: Santos 4040. Producción: Marilú Marini y Érica Rivas. Diseño de movimientos: Diana Szeinblum. Dirección: Marilú Marini.

Dumont 4040. Santos Dumont 4040. Viernes y sábado, 21 h.

Ella está ahí, en el medio de un bosque. De presencia cautivante, esta mujer –digamos “la madre”- empieza a hacer un racconto constante de su vida. En diálogo permanente con la coyuntura, ocupa el centro de la escena mientras plantea interrogantes diversos de una manera tan ingeniosa como aguda

A partir de la pluma de Ariana Harwicz y la adaptación realizada por la propia escritora, junto a Érica Rivas (que pone cuerpo, talento y corazón arriba del escenario) y Marilú Marini (directora de la puesta), se aprecia una pieza atrapante, con esos momentos de quiebre que, como la vida misma, suceden de manera inesperada. Será en esos instantes donde también se produce cierto “aire” en la obra.

Descalza, con un vestido dorado y pelo ensortijado, ingresa a ese bosque que será, en un punto, la vida misma encarnada en su relato. Habla y se expresa, sin filtro. Lleva las emociones a un límite de un texto poéticamente contundente en sus variadas y corrosivas ideas. La maternidad despojada de toda aura de santidad es una ruptura que lleva a una reflexión seria y profunda. Quebrar el modelo patriarcal que establecía un fín determinado para la mujer. El ser madre como condición sine qua non para ser mujer. Es aquella que hoy tiene un cuchillo y un cuaderno en la mano en medio del escenario.

Aqui empiezan los interrogantes. ¿Acaso la historia se escribe con sangre? ¿En qué lugar aparece la muerte en esta historia? Ella es muy clara en lo que dice, piensa y siente, con esa sapiencia de quien está jugando con fuego, sin temor a quemarse. Hasta se da el lujo de compartirlo con una platea en la que no vuela una mosca. Es ahí donde se ve la mano de la dirección, de tirar de la cuerda hasta cierto momento, para el natural desarrollo de los acontecimientos. Se quita el aura de empalagosa bondad a la maternidad para ubicarla, más cercana a la realidad.

Temáticas como el sexo como deseo y la verdad personal en carne viva y propia, buscan su lugar en la verbalización. La visión de los hijos y de un futuro que llegó hace rato pero con condicionamientos de variada índole. Las preguntas surgen ante el corazón inquieto y la neurona atenta frente a los interrogantes y la postura frente a los mismos. ¿Estamos atrasando años? ¿Dónde se encuentra el poder de decisión? El satisfacer la necesidad de una sociedad y un entorno pero no la propia, ¿implica “pertenecer a la sociedad” ? Hay un momento en que se dice “NO”. «No quiero» y sus motivos son tan personales como respetables. Y al que no le guste…como dijeron una vez por ahí, “las decisiones personales no se someten a comicio público”.

Sola y desconcertada en un bosque que podría ser su propia existencia, no tiene a nadie que la rodee/acompañe. Simplemente narra, sin bajar línea ni dando consejos o sermones pero, ¿está mal lo que siente…..o que lo relate? El dejar de ser lo que fue no tiene que ver con el paso del tiempo sino con las imposiciones sociales. ¿Y la felicidad? Es ahí cuando este tipo de interrogantes se linkeen automáticamente con el monólogo de Ewan Mc Gregor en el comienzo de “Trainspotting”, con Iggy Pop de fondo. Ese “Elige la vida” que tiene tanto de ironía cruel como de dolorosa realidad por las decisiones que tomamos los individuos en marco de las sociedades en las que habitamos.

El texto es ácido e irónico. Se apunta a la sonrisa cómplice y maléfica más que a la carcajada. El efecto será demoledor y sorpresivo para todos quienes presencien esta gema. El sacudón a sus propios cimientos individuales con los cuales construyó su personalidad para barajar y dar de nuevo, “reseteando” el disco rígido de su propia crianza. 

La actuación de Erica Rivas es excelente. De fuerte presencia escénica, cada matiz está trabajado para llevar adelante un personaje inolvidable. Su gestualidad, su voz tan profunda como sensible, llega hasta la última fila de un teatro colmado. El vestuario y el maquillaje son la cereza del postre en la creación de esa mujer. La escenografía es exacta y la sutileza de los objetos es fundamental para la creación de sentido. Parafraseando a Hobbes sería “mujer, ciervo de mujer” con todo lo que implicaría.

“Matate amor” es una puesta audaz, arriesgada a partir del gesto artístico de plantear un diálogo con la coyuntura al tiempo que da cuenta de una pulsión propia, lejos de pasteurizar sus problemáticas. Por el contrario, la satiriza al tiempo que reflexiona e inquiere al respecto. Toda una experiencia teatral inolvidable para una de las mejores obras del año, con una Erica Rivas excepcional.

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