Negro, animal, tristeza (Teatro)


Corazones en llamas

De Anja Hilling. Con Carlos Donigian, Esteban Lamarque, Pablo Martínez, Pablo Ezequiel Martínez, Yanina Martino, Jorgelina Pérez y Javier Torres Dowdall. Trailer: Soledad Guerrero. Diseño y realización de vestuario: María Emilia Serrano. Diseño de escenografía: Magali Acha. Diseño de luces: José Binetti. Realización de escenografia: Jean Pierre Guevara. Música original: Juan Pablo Martini. Fotografía: Maxi Bort. Diseño gráfico: Bárbara Delfino. Asistencia de dirección: Romina Tischelman. Producción: Yanina Martino. Gestión de Derechos Autorales: Hartmut Becher. Puesta en escena y dirección: Carla Llopis.

Elkafka Espacio Teatral. Lambaré 866. Viernes, 20.30 hs.

Cuerpos poseedores de almas y sentimientos ubicados en un bosque. A partir de esta situación, se relacionan. Son seis –podría decir siete- que son parejas entre ellos y se conocen de antemano. Tres pares de individuos, unidos por el amor aunque con diversas características. Una pareja del mismo sexo charla y se “torea” entre sí, mientras que las otras dos son formadas por dos ex que vuelven a rehacer sus vidas con otra persona, con los diversos recuerdos que surgen bajo el signo de lo inoportuno. Pero ojo, no será una historia de parejas sino de relaciones humanas, que irán más allá del amor para instalarse en otras esferas.

En el marco de la típica situación tensa que implica compartir un espacio con gente con la que no hay mucha afinidad y reina la tolerancia disfrazada de buenas costumbres y aceptación social, la puesta se divide en dos partes. Los primeros minutos que dan cuenta de cada uno de los personajes y presentan la situación se hacen largos y un tanto redundantes. Pero a partir de una situación clave propuesta por el texto , el ritmo cambia de manera sorprendente y vertiginosa. Todo se amalgama no solo a partir de una dramaturgia que sugiere más de lo que dice –gran acierto-, sino desde las coreografías de esos cuerpos que van mutando de acuerdo a las diversas situaciones que les tocará atravesar. Los personajes cambian al igual que los espacios donde se desarrollarán los acontecimientos. Cada cuadro será preciso con momentos de sublime creación poética. El tono monocorde de las palabras será el contrapunto exacto de esos movimientos y coreografías tan exactas, amén de la utilización de diversos objetos que serán fundamentales en la creación de sentido. Será en ese momento en que cada espectador resignificará cada objeto a partir de una apertura personal, similar a la realizada con el lente de una cámara fotográfica. Zapatillas colgando o una campera de niño arrastrada por una madre eclosionarán en diversas formas, para asociarlas a hechos de los más diversos.

Cada situación será apropiada y trabajada. Una escenografía tan austera como relevante, basada en cuadros de imaginativa creación, permite la versatilidad que requiere la puesta. Cada uno de los escenarios aparecerá de a poco, sobre tablas. El bosque, el fuego, una cabaña de vecinos, la ciudad. Todo un universo de espacios y sentimientos que llevarán como estandarte ideas de diversa índole que irá desde la más pura “educación”, propia de seres humanos y racionales hasta el salvajismo frente a lo inevitable. La idea de “Hombre, lobo del hombre” atraviesa la puesta para después obtener la calma a través de un precio que, para algunos será excesivo mientras que para otros, es solo un paso para salir de un “estado de naturaleza”.

La iluminación será fundamental para la poética propuesta no exenta de una claridad meridiana para expresar una idea bien fundamentada. Lo mismo ocurre con la utilización de determinados objetos tal como las mencionadas campera de niño y las zapatillas (la relación con Cromañon es inmediata y la idea de “hombre lobo del hombre” abre un debate interno importante) o un cartel con un horario de atención al público. El carácter simbólico de los mismos es muy poderoso en tanto creación de sentido.

Las actuaciones irán por diversos registros, gambeteando cualquier intento de continuar lo preestablecido. Será por eso que se irá desde lo más frío hasta lo más pasional con el contrapunto de un texto que oscilará entre un ambiente más descriptivo/intelectual y uno más poético/sensible. Diálogos y monólogos se intercalan en los cuadros mientras el contexto pueda pasar de albergar a las parejas del principio a lugareños que pueden cambiar su mirada frente a los hechos a partir de su propia cosmovisión.

La fetichización de la muerte atraviesa la puesta con sentido crítico pero sin caer en el panfleto. Auspicios, museificación y memoria se conjugan en ámbitos donde no todo es lo mismo ni tienen que estar en el mismo lugar. Este será otro de los tantos debates que abrirá la puesta. Más aún cuando los cuerpos pasarán a ser una mercancía al tiempo que venden su fuerza/capacidad de trabajo para generar dividendos.

“Negro, animal, tristeza” perturba, inquiere y moviliza a partir de una puesta inquietante donde se requiere dar un paso más allá de todo, para aprehender una poética que dará que hablar una vez concluida la función. Si quiere volver a verla, no se prive. Invite también a alguien porque no hay nada más lindo que ver una puesta de calidad y debatirla a la salida del teatro con una reflexión no exenta de pasión.

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