“Querido Ibsen, soy Nora” (Teatro)

Paradigmas en llamas.

Dramaturgia: Griselda Gambaro. Con Belén Blanco, Pablo Cecere, Ezequiel Díaz, Pochi Ducasse, Patricio Aramburu, Victoria Roland, Edgardo Castro y Esteban Masturini. Vestuario y dirección de arte: Renata Schussheim. Escenografía e Iluminación: Gonzalo Córdova. Música: Pablo Cecere. Entrenamiento corporal y coreografía: Alina Folini. Asistencia artística: Jimena Kroucco. Dirección: Silvio Lang.

Hasta Trilce. Maza 177. Lunes, 21 hs.

Un amplio espacio, con una iluminación tenue pero clara. Un piano de fondo y algunos objetos más, como un sillón. Nada más. Una escenografía escueta pero exacta para lo requerido por la puesta. La iluminación será fundamental para crear los climas por los cuales transcurrirá la puesta.

Imaginense una obra, un clásico como “Casa de Muñecas” de Henrik Ibsen pero interpelado a través de su personaje principal. Igualmente, no es lo que la literalidad –fantástica- del texto en su puesta lo único que puede sobresalir, sino los distintos vínculos y diálogos que se pueden establecer. Nora, el personaje principal de la obra, interpela a su autor desde las más diversas formas, tanto respecto a la escritura de la obra como a nociones relacionadas con el rol y los derechos de la mujer. Allí es uno de los puntos donde el tiempo y el espacio se borran para hacerse extensivo a la realidad.

Será en ese debate entre autor y protagonista lo que llevará a cabo Griselda Gambaro quien creó con maestría un texto que pone a Ibsen como un personaje que deberá escuchar a su propia creación en el marco del desarrollo de los acontecimientos. Es muy relevante como se ubica el propio Ibsen frente a las decisiones de Nora que son bien “actuales”. Lo son tanto, que el autor y Tovland, esposo de Nora en la obra, quedan pasmados ante las mismas. ¿No será que Gambaro plantea que la mujer creció tanto que el hombre no pudo estar a la altura de su desarrollo? Y que mejor que tomar una mujer fuerte en el marco de un texto clásico como un Ibsen, ¿no? Porque Nora (excelentemente interpretada por Belén Blanco) no quiere la salida fácil.

Nora no transa. Sufre pero sabe lo que va a hacer, con el convencimiento de que su propia individualidad es el tesoro más importante con el que cuenta. Porque ¿se puede estar bien para los demás si no se está bien con uno mismo? Pero, ojo, no es que Nora es una ególatra que se inmola en su propio egoísmo. Es una mujer que decide un camino determinado a seguir. Como dirían por ahí, las decisiones personales no se someten a comicio público.

Griselda Gambaro plantea preguntas de esas que duelen porque implican una profunda reflexión y un repensar íntimo y personal. En la propia puesta, Nora no tiene un minuto de paz. Piensa y siente cada una de las cosas que le ocurren, con el corazón en una mano y una espada en la otra. Pero no ataca, se defiende. Como decía Brecht, “Cuando la verdad –la de Nora- sea demasiado débil para defenderse tendrá que pasar al ataque”. Y no está mal que eso suceda.

De esta manera, el texto atrapará desde la exactitud de las palabras amén de su propio peso específico (simbólico y literal). Nora no acepta la identidad y los valores con los que viene “de fábrica”. No en vano, le espeta a Ibsen “yo no hubiese sido tan tonta” poniendo los puntos sobre las íes respecto a las diferencias de tiempo, de ideas y espíritus entre un escritor noruego del siglo XIX, su propia creación y la visión de ésta, a través del tiempo, de lo concebido por su propio creador.

La puesta de Silvio Lang es despojada y contundente. Exacta y arriesgada en tanto que la utilización mínima de elementos es una fuerte toma de posición al respecto, permitiendo que esas palabras logren su máximo desarrollo. El vestuario asevera la distancia entre tiempo y palabras, con un corte de época, que se resignifica a través del texto y actuaciones de alto calibre, con un elenco sin fisuras. Son fundamentales las coreografías concebidas para la puesta. Movimiento y danza intercalado en el texto. Será la sublime Belén Blanco -dentro de un elenco de primer nivel- la que lleve la bandera al respecto. Con un despliegue físico de envergadura y la precisión en su interpretación, crea una Nora inolvidable.

El espacio, amplio y casi vacío, brinda un aura de una fría y subyugante belleza visual en la que la iluminación será fundamental en la creación de los diversos climas que atravesará la puesta. Aqui hay que hacer una mención al respecto. El cambio de sala del Teatro San Martín a Hasta Trilce implicó una serie de modificaciones que permite, a quien vió ambas puestas, dar cuenta del buen trabajo realizado. Esto mismo es aplicable a algunos cambios en el elenco respecto del original (salieron Agustín Rittano, Alberto Suarez y Leonardo Saggese e ingresaron Patricio Aramburu, Edgardo Castro y Esteban Masturini).

“Querido Ibsen, soy Nora” es una puesta atrapante de principio a fin, donde la riqueza completa de la obra permite la discusión de principio a fin. Esto, con las ganas de volver a verla para seguir descubriendo nuevas perlas/ideas en cada una de sus palabras.

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