Se viene la 4ta. Edición del Ciclo de Teatro y Feminismos que se realizará en el CELCIT, entre el 18 y el 25 de noviembre, con propuestas poderosas. Una de ellas es “La mudita”, uno de los unipersonales más conmovedores del año, concebido por Irina Alonso. Café y té de por medio, la talentosa actriz y directora brindó certeras definiciones sobre el proceso creativo del unipersonal, los peligros de la corrección política, las búsquedas de los públicos, entre otros temas.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal
-Irina, contame cómo vuelve “La Mudita”
– ¡Muy bien! La temporada nos quedó corta. Ahora, tenemos la posibilidad de presentarnos en un marco muy bueno que es la 4° Edición del Ciclo de Teatro y Feminismos que se va a desarrollar del viernes 18 al 25 de noviembre, en el CELCIT. Cuando me preguntaron por la temática, no lo tomé como un espectáculo feminista per sé.La historia de “La Mudita” habla de lo que un hombre pudo hacerle a una mujer. Desde ese lugar es de género y se toca desde un lugar diferente. Es la historia de Inés, mi tía abuela.
– ¿Cómo recordás el proceso para llevar a Inés a las tablas?
– Todo empezó en pandemia. Quería hacer algo con los poemas de Cesar Vallejo. Estaba obsesionada con ellos. Agarré los poemas, los desparramé y les saqué fotocopias para ver cómo los enganchaba. En el medio de eso, en plena pandemia, me empiezo a acordar de mi tía abuela.
– ¿Por algo en particular?
– No. Quizás porque empecé a tejer, algo que ella hacía mucho. Me vino su imagen y su vida, que era la de una mujer callada. Pensé en juntarla con los poemas. Que mi tía encontrase un libro de poesías y empezase a leer…Comencé a jugar con eso. De hecho, así surgieron, durante un buen tiempo, algunas cosas. Después, en el proceso, ambos mundos terminaban siendo muy refractarios por lo que los poemas se fueron y quedó mi tía, con su historia.
– Imagino que no debe haber sido muy fácil meterse en el personaje.
-La verdad, es un gran placer. Entro rápido porque tiene la distancia justa ya que es una tía abuela. No hay que ir a buscar lejos y está facilitado -por lo menos me pasa eso con ella- que no es como mi mamá, mi papá o mi hermana. Es un recorrido que permite conmoverme muy rápido sin que cuestione o me impida hacer algo. Está en una distancia exacta para entrar, para verla y entenderla. Es un punto de vista que me favoreció.
-Por la situación que vivía, en la composición del personaje, no se lo juzga…
-Mi intención fue comprenderla 100%, con todo lo que -yo, Irina- pregunto si hizo todo lo que pudo para salir de su situación La conocí hasta mis doce años y en la familia no se hablaba de su situación. Consulté y sí, hizo todo lo que pudo, dentro de sus posibilidades económicas y también energéticas hasta que, en un momento, se resignó. Todo con un silencio general. No era una “quedada”. Hizo todo lo que pudo hasta que la sociedad le dijo “hasta acá”.
-El famoso “martillazo en la cabeza”.
– ¡Sí! Además, era una mujer frágil, sensible y piadosa.
-Se aprecia un deseo de reivindicarla…
-Si, de hacerle justicia. Le puse “La mudita” por el hecho de poder hablar lo que ella no pudo en vida. Me queda esa sensación y ese deseo de poder contar el padecimiento que tuvo y no pudo verbalizar en la familia, que era la gente más cercana. Guardó y escondió todo. Al fin y al cabo, terminó con un cáncer a los 54 años.
– ¿Siempre pensaste “La mudita” como título?
– No, fue apareciendo…Tuve de entrada la idea de que iba a ir del lado del silencio. Era una mujer muy callada en general y más en esta situación. Iba todo por ahí hasta que apareció. Puede connotar algo muy empático como peyorativo en tanto mezcla el cariño (“vení que te abrazo”) con lo peyorativo (“ahí viene la mudita”). Es un título ganchero y quedó bien.
– ¿Qué te dicen cuando termina la función?
– Hay mucha gente llorando y preguntan si la volvimos a encontrar. También me cuentan historias. No similares, pero era algo que ocurría en esa época. No fue un caso único o aislado. Si un hombre quería hacer eso, lo hacía. De hecho, un alumno abogado me decía que, al día de hoy, también se podría hacer, con los letrados adecuados. Por ejemplo, armar una escena para que parezca una prostituta, teniendo en cuenta que éstas no pueden hacerse cargo de sus hijos. Es algo muy delirante y bien de época. Me hablan mucho de injusticias en el trato a las mujeres.
– ¿La vas a llevar al interior del país?
– Me encantaría. Estuvimos en el York, provincia de Buenos Aires y fue hermoso. Es un deseo que tenemos de hacer una gira por el país.
-Me la imagino en algunas provincias….
-….y se pone fuerte la mano. Bueno, al respecto me dijo una señora venezolana “no sabes la cantidad de casos así que hay en mi país”. Es una cuestión cultural que tiene al hombre haciendo cualquier cosa con las mujeres y sus hijos. Quiero ir al interior. Debemos ver cómo hacemos con la escenografía porque me gusta mucho y no sabemos cómo trasladarla. Tenemos que hacer que entre todo “en una valija”, tal como se dice.
Los públicos y sus consumos
– ¿Quiénes van a ver “La mudita”?
– Viene gente grande pero el CELCIT puso una promoción de entrada gratis para menores de 25 años. Me encantó eso ya que vinieron muchos jóvenes. Fue muy hermoso porque me escribían cosas muy lindas, que me conmovían. “¡Qué lindo ver un teatro sincero!”. Los jóvenes de hoy en día están muy pendientes de aquello que nosotros renegábamos, que era el teatro con mensaje. Ahora reclaman un mensaje.
-Están muy “didácticos”…
-Si, parece que sí. Debe ser una necesidad real que no está mal escuchar como tal. No para ponerse didáctico en el mal sentido sino para saber “que contás” y “que traés”. También se da la situación de rechazar cualquier tipo de alusión al machismo, por más que sea para criticarlo como en “Casa de muñecas”. Uno sufre cuando suceden cosas como el cambio en el final de la ópera “Carmen”.
-Complicado eso…
-¡Y sí…! Uno se asusta porque el teatro tiene que exponer todo. No se puede mostrar sólo “lo bonito” porque no reflejamos el mundo. Pero te lo piden y lo reclaman. Se explica el contexto, pero cuesta mucho, por ejemplo, leer “Lolita”. No soy del teatro didáctico, pero sin querer, con “La mudita” me encontré con que se pide el mensaje.
-Justamente te iba a preguntar qué te piden tus alumnos.
– Es una buena pregunta. En gran medida, lo que estamos hablando, que es el mensaje. Es lo que más resuena. “Tiene un buen mensaje”, “No quiero ese mensaje”, “No me interesa el mensaje”. Es muy fuerte y da miedo. La palabra “mensaje” es el antiarte pero te la enuncian. No hay un interés en lo complejo ni en lo técnico actoral, en lo que se refiere a cierta planificación. Se prefiere lo “espontáneo”, lo “naturalista”.
– ¡Pero estarías actuando siempre igual y haces todo de la misma manera!
– Si. Hay mucha aversión a lo técnico porque se lo considera como “falso”. Es una “mentira” a la que se le adosa un rasgo de negatividad.
-El teatro está muy “políticamente correcto” últimamente…
– Si.
– ¿Por qué?
– Hay mucho miedo al juicio, a la mirada que juzga. Hay miedo a lo “incorrecto”. Es la muerte del teatro.
-Al respecto, desde este lugar, parece que la única crítica es la que habla bien.
-Claro. De hecho, y desde este lugar, se ve que no hay interés en ver qué actores son buenos para poder aprender. Hay mucho afán por “hacer” -también está la conclusión de la producción que no deja tiempo para hacer otra cosa- pero todo va hacia el embudo del “hacemos lo que podemos”, “lo espontáneo”, “lo conocido” y “lo correcto”.
-Había hablado con Caro Guevara y Leticia Torres, protagonistas de “No tengo tiempo” que también participan de este festival, de esta “corrección” que afecta inclusive al feminismo.
– Es cierto. Pensaba que éramos pocos los que pensamos esto. Hay mucho de acompañar lo que se pide, pero uno siente que los chicos reclaman esto que estamos hablando. Parece ser que ahora son todos “modelos del bien” más que seres humanos. Es muy raro. También hay gente (colegas) que apoyan esto. Tiene su lado bueno por supuesto. Con “La mudita” estamos revisando la historia de las mujeres, pero esto no significa que tengamos que hacer una historia “lavada” y esterilizada. Como son todos modelos, parece que no hay mujeres malas. Hace muchos años hice una versión de “Medea”, dirigida por Cecilia Meijide que generó bastante rechazo. Me decían “todo bien pero ya no la acompaño a Medea”.
-No podés “pasteurizar” a Medea….
– Obvio que no, pero entonces empezás a tener ese peligro de “Medea, no”. El desafío es no dejar de hablar de lo que necesita visibilizarse pero sin ponernos naif. Eso no le hace bien al feminismo, al arte, a la humanidad ni a nadie. El no mostrar los modelos oscuros -incluso el femenino- que también están. No se puede caer en un empobrecimiento artístico.
Participar y poner el cuerpo
– Hace un par de semanas se aprobó la prórroga de los 50 años para las asignaciones culturales.
– Una gran noticia. Si esto no pasaba, nos íbamos a tener que dedicar a otra cosa o irnos a otro lugar.
– ¿Cómo viviste este proceso?
– Muy angustiada. Cada vez que puede peligrar algo por el estilo, se nos cae el mundo encima. Los teatros oficiales –en los que uno siempre quiere estar- tienen lugares para muy pocos. Por ende, vamos al teatro independiente. La mínima posibilidad de perder algo asignado a estas áreas, te demuele. Somos miles los que dependemos de estas asignaciones y podemos producir gracias a ellas. Estuve afligida hasta que no se terminó de definir la ley.
-Hay una crítica a que actores y actrices no se metieron tanto como se milita desde las redes sociales. ¿Coincidís con esto?
-Cada uno hace lo que puede, lo que siente pero hay algo de no querer quedar mal. Es difícil enfrentar algunas instancias de poder porque después viene el castigo.
-El vuelto viene desde algún lado….
– Claro. Te dejan de llamar de acá o de allá. Hay muchas injusticias en el teatro por las cuales pelear, pero es como en todos lados. A veces uno siente que se corre un poco o se pelea menos. Tiene que haber más laburo para la cantidad de artistas que tiene la ciudad. Hay muchas batallas de las que no se habla.
Sola en los escenarios
– “La mudita” es tu segundo unipersonal. Pasó bastante tiempo del primero que fue esa gema llamada “Sombras sobre vidrio esmerilado”.
-En el medio tuve un proceso de también volcarme a la escritura. De hecho, estoy haciendo la Licenciatura en Artes de la Escritura en la UNA. Estoy muy contenta con la carrera. Además, empecé a dirigir. Escribí “León y Sarita” que la dirigí y adapté una novela de Mario Levrero, “Los muertos”. Estuve más enfocada en ver si podía escribir y dirigir. Esto me retiró un poco de la actuación pero fui encontrando un lugar más propio que era lo que estaba necesitando.
-Hace un tiempo hubo una explosión de unipersonales femeninos. Es más, “Sombras sobre vidrio esmerilado” es del 2010…
– ¡Si! Lo estrené en la Casa de la Lectura de la calle Lavalleja….
– ¡Hace 12 años!
– Y todavía estoy pensando en hacer funciones de la obra…
-Pasaron doce años con una explosión de unipersonales femeninos, incluidas las chicas clowns. Ahora también hay muchos y de calidad. ¿Qué opinás de este movimiento?
– Me gusta ver unipersonales y actrices. Soy fanática de las actrices. Hay muchas y muy buenas actrices ¡y siguen apareciendo! Justamente hace unos días vi a Marcela Ferradas en “Yuna soy yo”. Creo que tuvo que ver con temáticas determinadas ya sea ligadas al feminismo u otras cuestiones más personales. Además, en pandemia hubo una necesidad de trabajar solos. En el medio estuvo Santiago Loza que escribió muchos unipersonales femeninos de gran calidad como “La mujer puerca” o “Té verde”. Es un muy lindo desafío el de estar ahí sola, viendo cómo resolvés varias cuestiones. Esa potencia y ganas de actuar bien femeninas, encuentra en el unipersonal un espacio ideal.
-No hay tantos unipersonales masculinos, aunque sí hay stand up.
– Si, es cierto. Hace varios personajes, algo propio del virtuosismo y más histriónico, no tan emocional. Justamente estuve hablando hace poco sobre los espectáculos masculinos y femeninos con sus respectivas improntas. Hay otra sensibilidad. Quizás sea el interés o que tengan la mirada puesta en otros lugares. Sus posibilidades y necesidades actores son diferentes. Igual, hay mucho para hablar. Capaz que, a los hombres, no les llegó el momento. Me parece que no saben dónde ubicarse frente al avance de lo femenino. De ahí que haya ciertas dudas para expresar lo masculino, no como antes y ahora, no lo saben. El agujero también viene por ahí.
Irina puertas adentro
– Si en un formulario te preguntan por tu profesión, ¿qué pones?
– ¡Que difícil! Digo que soy docente. Ojo, no es que sea mentira, pero si digo “actriz” se dan vuelta y te miran. “Pero no te veo en la tele…”. La verdad es que, lo que nunca dejé de hacer en treinta años, es de dar clases. Además, me gusta mucho. Soy una persona dedicada al teatro, pero no sé cómo lo especificaría. No suena mal decir que soy docente. Me gusta actuar, dirigir, ahora escribir. Además, vengo de familia de actores…por lo que es un lío.
-Al respecto, ¿había chances de que no fueras actriz o estuvieras relacionada al arte?
-Intenté. Era tanto…No sólo eran mis padres, sino mi hermana, mis primos, los amigos que venían a casa. Quise hacer otra cosa porque no me sentía con el carácter esperado. No soy histriónica ni la que anima la fiesta o la reunión. Prefiero estar en un rincón y mirar. Ahora ya soy grande pero siempre fui timida. Me gustaba leer más que estar en una fiesta. Creía que no iba por ese lado. De hecho, entré en Filosofía pero la dejé…para meterme en el Conservatorio a los diecinueve años. Es difícil escapar…pero no sólo lo digo por la actuación.
-Si en la familia son todos abogados, es complicado salir de ahí.
-Es lo que escuchas, lo que aprendés a desear y es deseado en tu casa. Encima, la actuación tiene un aura en especial, más cuando era chica. Es un mundo que te atrae. La entrega arriba del escenario no se ve en otras profesiones. De niño preguntas si uno podrá hacerlo. Ese “¿podré?” es el comienzo de todo, de empezar a intentar. Cuando empezás a probar, ya está. Te tiene que ir muy mal o toparte con esos maestros de antes que te decían “no servís” o “dedícate a otra cosa”. A menos que recibas una cachetada muy violenta, es muy difícil que no te atraiga el teatro. Me encantaría estar todo el día en el teatro. No me gusta otra cosa.
-Contame tus planes futuros.
– Este año filmamos con Ingrid (N de R: Pelicori, hermana de Irina) el documental sobre la familia que ahora está en edición y se estrena el año que viene. Estamos muy ansiosas con su edición para ver como quedó. Gracias a la pandemia lo pudimos hacer. También estoy escribiendo una adaptación de una novela de Saer que se llama “Las nubes”. Estoy a pleno con ese proyecto, todavía con la escritura. Lo quiero hacer el año que viene. Ahora volvemos con “La mudita” y creo que también con “Papá Bianco y los Alonso” con Ingrid el año que viene. En diciembre estrenamos con un grupo, el espectáculo sobre poemas de Vallejo, que se llama “La violencia de las obras” en Querida Elena, el sábado 11 y domingo 12 de diciembre, a las 20 y 18 h, respectivamente.
-Si por la puerta de este bar, entrase la Irina que estaba a punto de entrar al Conservatorio, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo o recomendación?
– ¡Qué viaje! Le diría que se quede tranquila, que confíe. Que no tenga tantas dudas ni tantos miedos. Que vaya para adelante y defienda con todas sus fuerzas su deseo porque vale la pena.
“La Mudita” en el 4to. Ciclo de teatro y feminismos. Del 18 al 25 de noviembre de 2022.
CELCIT (Moreno 431, CABA). Entrada general: $1000. Gratuita para menores de 25 años y mayores de 65 años (consultar para cada espectáculo). Por Alternativa.