Dentro de ese universo paralelo a Instagram llamado “Threads”, me contaron que había un aviso de una persona que decía “Yo quiero saber inglés pero no quiero estudiar. Cómo hago?”. Más allá de la desagradable “sorpresa” que despierta la frase, la misma es un signo de estos tiempos. Lo que antes era la excepción, ahora es la norma.
Para el caso que nos compete, es suficiente con ver la velada del próximo viernes en el AT&T Stadium de Arlington, Texas, en la que el mercado boxístico estará de fiesta. Una cobertura única, cortesía del morboso atractivo que implica el retorno de Mike Tyson al cuadrilátero, a sus 58 años. Su rival es Jake Paul, youtuber conocido en todo el mundo, que ha realizado varias peleas, aunque sin rivales de fuste.
El dinero –para quien lo tiene- se ha convertido en el “free pass” a la satisfacción del capricho, sin importar las capacidades que se posean. “Tengo plata, me gusta el boxeo, entreno y me meto en el mundo del pugilismo”. Jake Paul es un buen ejemplo de esto. La única vez que se enfrentó a un boxeador de discreto nivel, cayó derrotado frente a Tommy Fury, sobrino del Gipsy King, ex monarca de los pesos pesados.
Pero no importa, la maquinaria publicitaria debe seguir adelante, con el dinero yendo y viniendo, con las organizaciones y buena parte de la fanaticada, como cómplice de todo. La cereza del postre de la falta de respeto es poner a Jake Paul en primer lugar, como si fuera el lado A del encuentro.
Lo primero que debemos considerar no es el por qué de este combate entre Tyson y Jake Paul sino, desde este lado, que deparará para el boxeo. Si bien es un “hecho periodístico”, ¿desde qué lugar lo es? ¿Un niño rico aficionado a un deporte, enfrentando a un campeonísimo retirado, con una edad que no se condice con la adecuada para la práctica activa del boxeo? ¿Acaso el colectivo denominado “público” aceptaría esta estafa, sea cual sea el resultado? Je.
El niño rico hace su negocio, siempre con el fín de ganar más dinero del que ya tiene. Las redes sociales amplifican el efecto del “hecho” deportivo al tiempo que atrae (¿vale la pena?) público golondrina que, quizás “conocen más a Paul por su comportamiento que el record de Tyson dentro del pugilismo. Jake Paul encara ese «culo veo-culo quiero» que decían las madres de antaño ante el reclamo insistente de los chicos. Ahora, el deseo se extiende a su capacidad para llevarlo a cabo Es ese “No se lo que quiero, pero lo quiero ya” que cantaba Luca Prodan en los años 80. Si a esto se le añade la incapacidad que viven las últimas generaciones para hacerse fuertes en la adversidad, tenemos un combo completo. Sign’o the times….diría Prince.
Por como se plantea todo, no es una exhibición ya que el resultado ingresará en el record profesional de ambos contendientes. Esto lo confirmó el Departamento de Licencias y Reglamentos de Texas (TDLR), estado en el que se lleva a cabo el combate y que otorgó el permiso para que Tyson combata. La pelea será a ocho rounds de dos minutos cada uno. O sea, el tiempo destinado a los combates femeninos. Para finalizar, los guantes serán de 14 onzas, en lugar de las 10 que están estipuladas para las contiendas de peso completo. ¡Ah! Recordemos que el querido Iron Mike tiene 54 años y tuvo algunos problemas -una úlcera- que hicieron que se postergue el combate. Desde nuestro lugar, siempre ponemos la salud de los protagonistas, ante todo. El corazón de guerrero es el tesoro más preciado que tiene Tyson y no está en juego. Lo mismo, su legado.
Que la pelea va a ser un éxito, no cabe la menor duda. La va a ver muchísima gente y será cubierta por los medios del mundo, tengan conocimiento o no de lo que se trate todo. Pero, ¿lo masivo implica calidad? Hummm, ¡qué pregunta! Pero….¿a alguien le importa la calidad? Je.
A todo esto, no podemos olvidar que, si el boxeo tuvo una baja importante en su popularidad, es por la cantidad enorme de carreras “cuidadas” de boxeadores, el privilegio por la cantidad de seguidores de IG en detrimento de un legado en el deporte, promotores que cuidan sus inversiones buscando la mayor ganancia con el menor riesgo posible, fallos arbitrales bochornosos y organismos que enaltecen la frase de Groucho Marx, “si no les gustan estos principios, tengo otros”. No olvidemos que uno de éstos fue “más papista que el Papa” al prohibir a los boxeadores rusos el desarrollo de la actividad por el conflicto entre Rusia y Ucrania. ¡Como si ellos fueran los responsables de las decisiones políticas y no Vladimir Putin! Queda la pregunta si este mismo organismo, hubiese tomado la misma decisión con los boxeadores norteamericanos ante una eventual intervención bélica del Tio Sam en algún país del mundo. Algo que nunca ha ocurrido… Je.
Nadie niega que es necesario “aggiornar” el boxeo al 2024. Los medios de comunicación buscan reinventarse y las redes sociales atraviesan a los espectadores al estilo Venom. Pero el cambio no implica resignar todo aquello que lo ha hecho uno de los deportes más populares de la historia, con íconos que han trascendido su esfera para incorporarse al inconsciente colectivo. Un record inmaculado no implica un legado importante. Sugar Ray Robinson, Muhammad Ali, Roberto Durán, Sugar Ray Leonard y muchos mitos “reales” han sido derrotados para retornar con éxito y crear su propia leyenda. Es más, esto funciona como lección de vida. “Dentro o fuera del ring, no está mal caerse sino no levantarse”. Pero no….ahora es de otra manera. Menos riesgos y “tigres de papel” por doquier. Sign o’the times.
Lo realmente interesante de la velada de mañana es la pelea coestelar del evento. Es la revancha entre la irlandesa Katie Taylor (23 -6KO-, 1) y la puertorriqueña Amanda Serrano (47, 31KO-2-1) tras un primer choque de calidad y adrenalina en 2022, que dejó un resultado favorable a la europea en las tarjetas. Ahora estará en juego el indiscutido de los superligeros, en manos de Taylor.
Estas reflexiones en voz alta no son de una retromanía melancólica sino plantear el análisis respecto a cómo está ese deporte que tanto amamos que es el boxeo. Es el deseo de mejora que transcienda los caprichos y el termismo generalizado. ¿Qué beneficio brinda la llegada de un público que no tiene idea de boxeo, al que arriba solo por estos personajes? Hoy es boxeo, mañana es un músico y pasado….vaya uno a saber.
Por otra parte, surge la pregunta, ¿qué pasa si gana Jake Paul, algo que, deseamos fervientemente, no ocurra-? ¿Entrará como clasificado a los rankings de los organismos, deseosos de contar con una “estrella”? ¿Cruzará guantes con un pugilista rankeado o se quedará en esto?
Difusión y visibilidad del boxeo, si; circo, no. Quizás por eso, pondremos nuestras plegarias para que Tyson saque uno de esos volados y ponga fin a esta farsa mediática. Una pelea que, parece ser el reflejo de la sociedad en la que vivimos en este 2024. “Sign o’the times”…aunque se está acercando, cada vez más a ese “Cambalache” discepoliano de vigencia constante.
Muy buen articulo, que permite pensar criticamente la «realidad compartida» en el show business (negocio del espectáculo en argentino, hubiera declarado Borges antes de reconocerse liberal). Quiero agregar algo:
En las poéticas artísticas a veces los creadores nos enfrentamos con algo que puede considerarse una barrera, o bloqueo creativo que se resume en la idea «la realidad supera la ficción», lo cual reduce la potencia de toda persona que insista en la creación independientemente de que se hayan uesto de moda los creadores de contenido en «la computadora y las pantallas». El siglo xx fue para el cambalache, pero aún la realidad no había superado a la ficción, como si ha pasado en el siglo xxi, que es el siglo de la alienación en la vida cotidiana, en el cuál no teemos aun las herramientas para comprender qué esta pasando más allá de nuestra intimidad.
Ayer mientras sucedía esta pelea el presidente electo argentino se sacaba una foto con el actor de ROCKY BALBOA, y el presidente electo de estados unidos, el pato donlad trump.
El espectáculo de boxeo que dio Tyson, es literalmente el argumento de la película Rocky Balboa, una ficción audiovisual que se vuelve algo así como un grotesco de plataforma audiovisual, que copia la ficción. La «realidad compartida» parece ya no saber que hacer luego de haber superado a la ficción en las pantallas. El espectaculo, como la performance, no fue deporte, pero tampoco documental, ni ficción. Fue un engendro más de «la computadora y las pantallas». Me animo a decir, que el mensaje acaso patafisico que brindó Tyson fue decirnos: es urgente que regresen a la ficción.