Sarna con gusto….
Autoría y actuación: Malena Laurent y Sol Zaragozi. Vestuario: Malena Laurent. Escenografía: Nazarena Cofferati. Diseño de luces: Rodo Eversdijk. Fotografía: Anabella Sarrias. Colaboración artística: Luna Schapira. Músico: Sebastián Sonenblum. Dirección de movimiento y coreografía: Fioreya. Producción: Antonella Fagetti. Dirección: Violeta Marquis. Agradecimiento: Eugenio Scholnicov. Duración: 60 minutos
Sala: Teatro Caras y Caretas 2037. Sarmiento 2037. Sábados a las 17 h.

La cotidianeidad suele ser una característica que da lugar a valoraciones diversas. Pero, siempre con el peligro latente de caer en una rutina que, a la larga, termina siendo uno de los peores peligros para la vida del ser humano. Leticia, una joven mujer, está más cerca de esta última situación. Por tal motivo, por su constante vínculo con las tareas del hogar, entró en una simbiosis permanente con una aspiradora Turbo Jet 2000, para ser exactos.
Esta primera situación es, de por sí, intrigante. Más aún, cuando Leticia busca ayuda en la doctora Robinson que vive en el ostracismo de la visibilidad profesional.
En un ambiente amplio y oscuro, se desarrollan las acciones que se basan en un texto rico en su planteo. Con un mix de “Venom” y el legendario “Instrucciones para dar cuerda al reloj” de Julio Cortazar, la dramaturgia combina humor con una reflexión cínica acerca de la sociedad de consumo, la influencia de las máquinas en la vida diaria y el discurso de la ciencia sobre la coyuntura. Si a esto se le suma los deseos insatisfechos de Leticia y la facultativa en sus existencias y el amor que ha quedado en el debe de la vida moderna, contamos con una puesta realmente atractiva.
Justamente, el espacio es un punto a considerar. Se lo ve amplio pero queda la duda si se estuviese en un reducto más pequeño, no ganaría una intimidad y una potencia aún mayor de la que tiene al día de hoy. Estas eran dos de las características que tenía “Desertoras”, la excelente creación previa.
El texto es atractivo y ponzoñoso en su origen, logrando la risa generalizada ante el devenir de los hechos, amor de por medio. Más allá de la efectividad lograda, queda el gusto a poco de haber tomado el camino fácil de la resolución en vez de –quizás- indagar aún más en los esbozos más político-filosóficos. La robotización del individuo con la máquina dentro del cuerpo. ¿Vida dentro de la vida? Igualmente, son decisiones que se toman las cuales, en este caso, obtienen un rédito enorme.
El público será otro punto a considerar en tanto será responsabilidad exclusiva de éste, reflexionar sobre lo visto, realizando una gambeta corta a la cara humorística, en vez de quedarse únicamente con ésta. Dicen que el soberano tiene razón en sus elecciones. En muchos ámbitos, el político por ejemplo, podemos debatir y -por qué no- criticar esto así como no estar de acuerdo. Dentro del marco del teatro, también. Más aún cuando sacan fotos en medio de la función y suenan los celulares, perturbando el clima logrado.
La iluminación y la escenografía conforman un espacio más que ilustrativo en donde se desarrollaran las acciones. El vestuario tiene la gran virtud de brindar indicios respecto a ambos personajes pero no los ancla en ninguna época, logrando una atemporalidad bien actual. Los aportes musicales de Sebastián Sonenblum le dan “aire” a la puesta con prestancia. Las actuaciones de Malena Laurent y Sol Zaragozi son frescas y elocuentes, con mucha química entre ellas. La dirección de Violeta Marquis (que ya había sido la responsable de “Desertoras”) es precisa en tanto el ritmo dinámico y cautivante de la puesta.
“La bicha” es de esas puestas que tiran varias ideas al asador, buscando expandir las líneas de la hilaridad y el guiño cómplice. Un disfrute pleno, cortesía de una puesta atrapante, que exige ir más allá de la punta del iceberg que esboza.