Acerca del segundo film de la directora María Aparicio.
Por Daniela Goldes*
Por estos días se está proyectando en la ciudad de Córdoba la nueva película de la joven realizadora Maru (María) Aparicio, galardonada como Mejor Película Argentina en el pasado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y cuyo recorrido por el mundo recién empieza. Córdoba es escenario y musa en este segundo film de la realizadora, que encuentra en la suavidad su forma, su encanto y su expansión.
Un poco para atrás
En agosto de 2017 fuimos convocadas seis realizadoras de Córdoba a compartir un panel de diálogo en el IV Congreso Internacional y VI Encuentro Iberoamericano de Narrativas Audiovisuales celebrado en nuestra ciudad, bajo el nombre de “Nuevas narrativas en las producciones de realizadoras cordobesas”. Este encuentro fue una actividad previa a la disertación de Lucrecia Martel que tuvo lugar en la Sala Mayor de la Universidad Provincial de Córdoba ante una audiencia de 500 personas, la mayoría estudiantes y docentes de las carreras de cine y comunicación (recuerdo haberles dicho a mis compañeras minutos antes, entre alegría y nervios, “somos las teloneras de Lucrecia”). Las mujeres convocadas teníamos una vinculación estrecha con la Universidad Nacional de Córdoba; en el espectro audiovisual local hay muchas realizadoras más.
Durante nuestro intercambio intentamos compartir una mirada sobre la posibilidad de que la voz femenina sea un emergente en el ámbito del cine, como ocurre en todas las Artes de este siglo XXI. Con Lucrecia coincidíamos también en nuestra condición de realizadoras que filman, o que quieren filmar, en su provincia natal, por lo cual la mirada porteño céntrica omnipresente en el cine nacional también tenía aquí su disrupción.
Como miembro de un espacio de estudio que aborda la audiovisualidad en Córdoba, participante activa de espacios de realizadores organizados y realizadora independiente con miras a terminar mi primer largometraje, la filmografía de las mujeres de Córdoba me suscita un especial interés; me interpela. Entiendo que el cine hecho por directoras mujeres de Córdoba abre un abanico diverso, donde la cuestión generacional también tiene su impronta. Este abanico abarca documentales que refieren a la pasada dictadura militar, los cuales atraviesan la vida y la atención de directoras como Viviana García, Eugenia Izquierdo y Ana Mohaded; la impronta de la lucha feminista como tema central en la cinematografía de Susana Nieri; el despertar sexual y el amor entre mujeres que se manifiesta en las películas de Inés Barrionuevo; lo autobiográfico y su contexto puede encontrarse en los premiados documentales Esquirlas de Natalia Garayalde, y en El silencio es un cuerpo que cae de Agustina Comedi; y así podemos ir abriendo cada vez más puertas.
Desde mi punto de vista, lo que asoma en Sobre las Nubes tiene que ver con una frecuencia. Más allá de las historias que retrata la película en sí, de la estructura actancial de la película y del arco narrativo de los personajes, lo que para mí destaca de esta película es del orden de lo sensorial. La propuesta gira en torno a cuatro personajes que transitan sus mundos cotidianos en busca de aquello que pueda darles sustento económico y algún respiro de sus rutinas a través de algunas hendijas donde la experiencia humana puede expandirse; la observación de un eclipse, la posibilidad de estudiar teatro, hacer música y cantar.
Desde la primera secuencia, una suave voz juvenil entona una canción que mira con amor a la ciudad de Córdoba como espacio de vida y pertenencia. Esta voz, a mi entender, una suerte de alter ego de la directora, se presenta sutil, armoniosa y serena. Esta canción no es otra que Dirigible, compuesta por el juglar Ariel Borda, y la misma describe la experiencia de vivir en esta ciudad desde una pulsión de amor. “Esta es mi ciudad, este es mi valle” repite en su letra. Quizás, para muchos de los aquí nacidos, sea esta la canción más representativa de lo que sentimos quienes hemos elegido vivir hasta el final de nuestros días aquí.
El sonido, la frecuencia que organiza.
Esta melodía no es conocida en el imaginario nacional, que asocia a Córdoba con su música más explosiva y económicamente redituable; el cuarteto. El cuarteto, género ruidoso, provocador y alegre, cumple su función disruptiva al hablar de marginalidad y deseo sexual desenfrenado, casi un cachetazo a la Córdoba conservadora de buenas costumbres y “de eso no se habla”. La película de Maru, sostenida por el tono y la letra de Dirigible propone otra forma de contar a la ciudad, y en esa estructura la canción de Ariel Borda tiene la forma de un líquido amniótico presente desde principio a fin y que contiene, hacía adentro, todo lo demás. Esa posibilidad tan femenina de contener suavemente lo que se gesta contiene aquí luz y sonido; Sobre las nubes, desde el minuto uno, nos arropa como una canción de cuna.
Lo femenino como posibilidad de conexión con lo emocional está vedado en las sociedades que vivimos. Hay una escena de este film que lo cristaliza: una noche, en la peatonal, una artista callejera canta opera y la policía corta su performance a pedido de las monjas del convento que duermen al lado. La expresión femenina, la voz, reprimida en nombre de la fuerza pública y la religión.
Podemos en este punto establecer que existen narraciones a las que podemos considerar más bien femeninas, en tanto a formas sutiles e integrativas, y otras más bien feministas, cuya pulsión tiene como objetivo visibilizar asimetrías, encausar broncas y dolores, denunciar aberraciones y exigir nuevos órdenes. Ambas pulsiones, formas emergentes de retratar el mundo desde el hacer de las mujeres y la descentralización, están encontrando felizmente su posibilidad de ser y de expandirse. Nos debemos un análisis más profundo sobre estas posibilidades, ahora que esta luz está en la vidriera, ahora que nos ven, ahora que nos escuchan.
Producir para una poética del interior
A partir de 2016 entró en vigencia la ley de Fomento y Promoción para la Industria Audiovisual de Córdoba, Ley 10.831. Así la provincia contó con recursos propios para la producción y apoyó y apoya capacitaciones y festivales. Esto subsana en parte la asimetría histórica de la producción cinematográfica centralizada en Buenos Aires, más específicamente en la capital federal, con relación a las demás provincias. La ejecución de la Ley 10.831 trajo múltiples beneficios para el sector local no sólo del tipo económico sino también sistémico; docentes, artistas y técnicos del audiovisual nos hemos organizado desde entonces mucho mejor. Pero también estos fondos provocaron el aterrizaje de algunos advenedizos de Buenos Aires que se interesaron “por la caja de Córdoba” para llevarse el agua a sus Molinos. La inteligencia del sector local fue tomar distancia de la experiencia de San Luis; el dinero de la provincia de Córdoba es para financiar las narrativas locales y generar empleo de trabajadores radicados en la provincia. Separando la paja del trigo, productores como Pablo Ratto son vitales para esta causa de fortalecer las poéticas posibles de autores no radicados en el engranaje del AMBA. Pablo Ratto es, en este caso, un productor de Buenos Aires que acompaña una poética radicada en Córdoba, no un aspirante a empresario que viene “a rapiñar” fondos provinciales, como tantas veces hemos visto.
Todas las decisiones de Maru, en este sentido, hablan de su coherencia y de la nobleza que emite desde su sensibilidad. Ver su película es entregarse a una suerte de canción de cuna que nos hace sentir a salvo, nos envuelve en una atmósfera liviana, como si flotáramos entre esas nubes que vemos en algunos planos. Esta narrativa, entiendo yo, desde lo sutil y lo etéreo, encuentra su belleza y profundidad.
“Sobre las nubes” estuvo en cartelera en el mes de marzo en los cines Gaumont de Buenos Aires y en el Cineclub Municipal Hugo del Carril de la ciudad de Córdoba. Próximamente, tanto la película como la directora estarán presentes en el Festival de Cine de Jeonju, Corea del Sur.
*Daniela Goldes es Licenciada en Cine y Televisión egresada de la Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Es Miembro del Proyecto de Investigación “Travesías por la Audiovisualidad de Córdoba: el espacio, los espacios (2010-2020)” dirigido por la Dra. Cristina Siragusa y del Consejo Asesor de Posgrado, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Como realizadora fue guionista y directora del mediometraje “La Resistencia” (2005) sobre la obra poético política de Fernando Birri. Fue guionista y directora del cortometraje “Hilda” (2014). Fue coguionista y codirectora del film colectivo “Córdoba Sinfonía Urbana” (2017). Actualmente se encuentra post produciendo el largometraje documental “Bienvenidos a Carlos Paz. El detrás de escena de la ciudad de las plumas”.