Con la vista puesta en el próximo 27 de enero en que va a enfrentar al británico Macaulay McGowan (14-2-1, 3KO) Sergio “Maravilla” Martínez vive con la esperanza puesta en lograr una chance por el título del mundo categoría mediano. Mientras realiza su preparación para el combate, el reconocido boxeador quilmeño no dejó tema sin tocar en el diálogo con La Casaca Boxing Club*.
Locuaz, reflexivo y de buen humor, se refirió a sus orígenes, sus ansias de ser campeón con 47 años, sus charlas motivacionales, el teatro, la pandemia y el recuerdo de rivales como Julio César Chavez Jr, Miguel Cotto, Antonio Margarito, Kelly Pavlik y la que fue su mejor pelea. Pasen y vean –el video de la entrevista– o lean, aquí abajo.
-Es una historia larga. En casa, el boxeo era casi una religión, del quehacer diario, con decirte que a los 4 o 5 años creía que Roberto “Mano de Piedra” Durán, “Pipino” Cuevas eran mis tíos. Estaban tan dentro de la conversación diaria que lo creía así. Uno de mis grandes y primeros recuerdos del boxeo fue triste porque lloré mucho cuando perdió Pipino con Tommy Hearns por KO allá por el 81. El boxeo se vivía más que el futbol en casa. Los primeros guantes me los compré de profesional porque usaba los que había en el gimnasio de Florencio Varela, cuando comencé a los 20 años. Tardé muchos años en meterme en el boxeo. Empecé casi de manera accidental porque quería ser futbolista. Pasé de tener una infancia en la que era un chico medio pavote. Me decían “el raro” y “el mudo” en el barrio. No era de hablar con la gente. Era muy tímido. No me podía comunicar y no estaba cómodo en donde estaba. Esto te trae algunas complicaciones y te vas criando en un ambiente hostil. Me empecé a refugiar en el deporte desde los diez años aunque en mi caso lo hacía de manera muy intensa. Hice frontón, tenis, ciclismo…
-No me gusta perder en nada. Era muy aguerrido y esto hace que tenga cosas buenas y otras no tanto. Pero todo era crecimiento a través de las adversidades. Te vas a esforzar por superar todo. Cuando jugaba al frontón, empezamos siendo tres o cuatro y terminamos siendo veinticinco. Después hice tenis y ciclismo y se fue dando todo, pero nunca me gustaba perder. Pasé a jugar al futbol a los casi 17 años en los equipos de barrio. Me llamaron algunos entrenadores porque ponía todo a pesar de que no me integraba o socializaba con la gente. Mi sueño empezó a ser intenso de ser futbolista profesional. Tenía condiciones, pero me faltaban algunas cuestiones básicas. Era flaco y rápido. Hacía goles y tenía aire. Tuve la oportunidad a los 20 años. Podía probarme para Los Andes y quedé de diez que habían sido seleccionados. Esto fue fundamental para ingresar a un gimnasio ya que tenía que ponerme bien físicamente. Había terminado la liga barrial en la que estaba jugando y uno de los que me había seleccionado me dijo que me quería en un partido por lo que tenía que estar muy bien preparado. Entré al gimnasio de boxeo con la intención de ser futbolista. Entrenaba tres veces por semana y el resto era para el futbol. Llegó ese día y no fui al partido. Salió mi madre diciendo que “mi hijo ahora es boxeador”. El hombre quedó puteando pero bueno. Fue un poco así que empezó toda esta historia: en un gimnasio de Florencio Varela cuando tenía 20 años. No sé si existe ahora pero era La Patriada en un tiempo. Uno de mis tios era entrenador en ese gimnasio, el LEFA que, aquí en España, es una mala palabra. Crecí como boxeador en ese sitio. Hice mi carrera amateur y la mitad de mi carrera profesional.
-Es de esas cosas que tiene la vida, que te sorprenden. Me suelen pasar estas cosas, que son maravillosas. Creí que iba a ganarme el pan con el fútbol y de repente, ponerme los guantes y sentir eso, que podía ser campeón del mundo. Ahí me empezaron a cuadrar algunas cosas y necesité tiempo para procesarlo. Vi una señal y me tiré de cabeza.
-Sí, cinco semanas después. El 9 de junio, hice mi primer combate que, si bien era una exhibición… ¡vamos! La hice con un amigo y la verdad, no sabía que pegaba duro. Uno, cuando es nuevo, no sabe lo que tiene hasta que prueba y mete la mano. A las cinco semanas de entrar al gimnasio ya había hecho mi primer combate y al mes siguiente, hice el segundo y al otro mes, el tercero. Listo, ya era boxeador.
-Mi record es de 41 combates con 39 victorias, un empate y una derrota. En amateur noqueaba bastante. No recuerdo si fueron 22 o 28 KO que es un porcentaje muy alto teniendo en cuenta la protección que hay con el cabezal. Antes salía con todo. Iba y tiraba la izquierda. El tema es que no sabía boxear. Solamente salía a pelear.
– No, no. Todo necesita su tiempo, su proceso. Sobre todo, el entendimiento. Es más, me tuvo que pasar una desgracia. Me falta un nudillo y este dedo mayor que se asoma y sobresale un poco, quedó más corto. Me dijeron que no vuelva a pelear porque podría hasta perder la mano. En los primeros años, con cada golpe con la izquierda… empapaba a mi rival de las lágrimas que me salían. ¡Lo que me dolía! El nudillo me quedó casi desintegrado. Me operaron y se encontraron con que estaba deshecho. A partir de ahí, aprendí a boxear. Entendí, comprendí lo que es el boxeo, con mis herramientas, mis armas y también mis carencias. Por suerte le pude sacar partido a eso.
-Probablemente sea así pero a la hora de desenvolverse en el ring, a nivel técnico y táctico, fue Dzinziruk. Muy rápido mentalmente. Esa fue mi mejor performance. Tuve que estar así como estuve porque si no me ganaba. Pavlik tenía unos pergaminos tremendos y una pegada descomunal. Suerte que me pegó una sola bien puesta porque sino no estaríamos hablando de este tema. Igualmente, MI combate no es el de Dzinziruk, Pavlik, Chávez Jr, Barker o Macklin pero está bueno dejar que el público seguidor del boxeo elija. Es muy lindo eso. Ustedes eligen y analizan tal o cual, pero yo me quedo con este. Si bien Dzinziriuk no tenía el nombre de Pavlik me dio un trabajo increíble. Lo que crecí posteriormente a ese combate, fue brutal.
-Ese día fue mágico. Una de las tarjetas me dio siete puntos, una cinco y otra tres. O sea, pelear de visitante, en la casa del rival en Manchester, que te den esos puntajes, significa que hiciste un buen trabajo. Estaba seguro que había hecho una gran pelea. No había margen de duda que iba a ser para mi. Esa es la pelea de mi vida.
-Me avisaron nueve días antes, día 12 de junio, a las 12/12.30 del mediodía estaba haciendo cola en una iglesia para que me den una bolsita de comida, latas de tomate, arvejas, y esas cosas. A las 2 de la tarde estaba en el gimnasio y me llamaron para ese combate. Obviamente dije que si. A partir de ahí, fue recibir esa noticia y saber que iba a ganar. No sé cómo pero lo iba a hacer. No tenía buena alimentación, no paraba de trabajar casi 16 hs por día. No paraba nunca salvo para entrenarme y los horarios eran complicados. Empezaba a entrenar a las 5 de la mañana y estaba completamente solo. Esa preparación de nueve días la hice solo. Tenía una cosa acá en el pecho, que no puedo explicar, pero al dormir sentía que estaba más arriba de la cama, como que levitaba. Dormía, me levantaba, iba a entrenar y volvía. En cada ratito libre, me ponía a entrenar o planificar la pelea. No sabía quien era el rival. Lo único que vi es que tenía menos combates que yo pero con 18 ganadas y 16 por KO. Ok, es un rival que pega fuerte y era superwelter. Lo que fue una odisea fue mi llegada a Inglaterra porque hacía un tiempo que ya vivía en España sin papeles. Era indocumentado. Algunos dicen “ilegal” pero está mal dicho. Legal era pero indocumentado. Salir de España sin papeles era muy difícil. El pasar con todas las entrevistas que te hacía la policía era muy difícil. Tener que mostrarte que sos “documentado” y “legal” es muy complicado. Después estuvo la cuestión de entrar a un país como Inglaterra en el que los policías miraban mi pasaporte y decían “usted está ilegal, indocumentado en España”. Todo esto discutiendo y yo hablando en un inglés que ni siquiera era Tarzán, era Chita. Fue durísimo….hasta que entré. Llegué faltando cinco días. Viajé el domingo anterior al combate y estuve en Londres todo el día domingo. Me hicieron pruebas médicas y después me llevaron a Manchester en coche. Estaba completamente muerto y a la noche llegué al hotel. Sabía que iba a ser campeón del mundo, que el miércoles tenía la conferencia de prensa, el cara a cara con mi rival y el viernes iba a ser el pesaje. Mi cabeza era una computadora que no paraba de sacar cálculos y números. Era un peso welter que iba a pelear en superwelter. Dar el peso no me costó nada, bastante que me costaba comer ya que estaba mal alimentado. El día del combate aparece mi padre que, apenas se enteró de este combate, supo que ganaba y viajó desde Buenos Aires. Faltando dos días para el combate, mi padre no tenía dinero pero se sacó el pasaporte y el vuelo, llegó justo a tiempo. Fue muy lindo. Era lo que me faltaba emocionalmente. Ese día, ganaba. Soy de los que necesitan apoyarse en la gente. Por ejemplo digo “esta pelea se la voy a dedicar a…”. Casi siempre era a alguien diferente. Mi familia, mis padres, mis hermanos, novia, amigos, etc. La llegada de mi viejo fue un golazo de media cancha. El combate fue durísimo. Pegaba fuerte y tenía seis kilos más que yo. Se notaba eso. me estaba rompiendo todo. Me rompió los dientes de arriba y abajo. No me acuerdo si fue en el segundo o el cuarto round me luxó la mandíbula de un lado y del otro, se partió. La nariz se rompió. Acá tuve mi primer corte, con quince puntos arriba del ojo. Entonces, se puso cuesta arriba. Me caí en el tercer round y recordé que mi padre estaba ahí, no puedo caer como un boludo delante de mi viejo. Frente a esa sensación fea, accioné y reaccioné bien. Tenía que cambiar el plan de pelea. Me di cuenta que estaba peleando muy cerca de mi rival. Tengo que moverme, dar un pasito para atrás, con velocidad. Traerlo y golpearlo y seguir. Esa vez que estuvo mi padre fue fundamental.
– Es muy “británico” eso. De ahí, la frase “un señorito inglés”. En ese sentido, son espectaculares. De hecho, entre ayer y hoy me estuve mandando mensajes de whatsapp con mi próximo rival. Con Brian Rose, mi rival anterior, una relación excelente lo mismo que Matthew Macklin. De hecho, hicimos negocios juntos con veladas de boxeo. Con Darren Barker también tengo una muy buena relación. Esa noche, después del combate, nos vimos con Williams un rato y nos dimos un gran abrazo. Quedamos hermanados para siempre. De hecho, cada tanto nos mandamos mensajes de ánimo y apoyo en lo que estemos haciendo. Lo que pasó esa noche fue fantástico. Después, la vida te cambia para siempre. Enfrentarte con un boxeador con el que hay sangre suya y mía en un ring, te pegaste una paliza después de doce rounds, quedás hermanado para siempre. Los ingleses lo ven de esa manera.
-Hubo una maraña terrible, como ese hilo de barrilete que se enreda todo. ¡Una galleta terrible! Zbik era el campeón interino del peso medio. Pavlik tenía que hacer una defensa opcional que la hizo conmigo. Después de hacer esa opcional, tendría que haber hecho la unificación. El 50% del título lo tenía Pavlik y el otro 50%, Zbik. El tema es que Zbik carecía de talla, de calidad –según HBO- para combatir con Pavlik en EE.UU. Si peleaban, podría durar tres asaltos, no más. En esa época, el presidente de HBO –no me acuerdo el nombre- me dijo que no iba a pelear en la señal. Ahí le respondí que iba a pelear con Pavlik y me responde “Usted vaya y trate de ganarle a Pavlik”. Le gano a Pavlik y ahí surge la pregunta de qué se hace con el alemán que estaba pidiendo unificar con el campeón interino siendo él campeón absoluto. Un día me llamaron del CMB y me dicen que no pelee con Zbik. “Ya vamos a ver qué hacemos”. No tenía problemas de ir a Alemania y pelear por el título. Zbik no le ataba los cordones a Pavlik. Era un boxeador más o menos que un día se le presentó la Virgen y fue campeón.
A todo esto me llamó un día el presidente del CMB José Sulaimán y me dice “Mire Martínez, tengo muchos problemas con la gente de Alemania. Me quieren hacer juicio. Usted es muy bueno para tener el título regular de campeón del Consejo. Le voy a quitar ese título y le voy a dar la posibilidad de combatir por un título superior a este”. Cuando le pregunté “¿le parece?”, me cortó. Me hicieron una cama terrible. Lo nombran al alemán campeón absoluto y HBO dice “el aspirante oficial es Julio César Chavez Jr”. Ganó Chavez Jr. Todo estuvo bien acomodado para que Chavez Jr pudiese llegar al título con un buen record, bien preparado y con el terreno bastante allanado para el combate con Zbik.
Aquí empieza una nueva novela porque le empiezo a decir a Chavez Jr que lo defienda conmigo. Lo empecé a atacar y me decía que “no…Todavía tengo que aprender”. “Te voy a enseñar a cachetazos!”. Me bicicletearon mucho. Chavez era el campeón pero yo era el mejor del peso medio. HBO empezó a dejarme de lado. Cuando podría haber empezado a facturar más –este es un tema más serio y delicado-, me quedé sin nada y se lo dieron todo a Chávez Jr que, durante dos años, facturó todo y yo hice lo que pude. Ahí fue que me empecé a enfrentar a todos los popes del boxeo mundial. Al final, a la cúpula máxima de HBO la echaron porque se veía mucho como la estaban cagando.
Ahí empezó la búsqueda del combate contra Chávez Jr. Fueron dos años hasta que se dio en el 2012.
-Si, pero por esas cosas que pasan hacen que hoy sea el que soy, sino no estaríamos hablando ahora. Lo agradezco esto. Cuando pasó todo, un día José Sulaiman me llamó –éramos enemigos a morir- y me invitó a su casa. ¡Fui con un cagazo…! Me recibe Sulaiman y me dice “¡Quiero darle las gracias! Durante dos años, usted me hizo sentir vivo. Nadie se animó a enfrentarme y usted fue el único que lo hizo. Me quería ganarme y yo a usted. Al final, me ganó. Lo felicito”. Después de eso, trabamos una amistad espectacular. Gracias a esta situación, tuve una madurez como persona, así como un crecimiento y un respeto a nivel mundial, dentro del boxeo por mantenerme frente a una tormenta que era muy difícil de aguantar. Al final peleamos con Chávez Jr, ganamos y salió todo redondito.
-Venía masticando mucha bronca, con una motivación espectacular y unos niveles boxísticos muy buenos. A nivel emocional, quería comerme al mundo. Pónganme cualquier rival que no tengo problemas. Si viene Chávez Jr, le voy a pegar desde que empieza hasta que termina…aunque al final me pegó él también. Llegué con un nivel espectacular. A nivel técnico estaba muy bien. Faltando pocas semanas se me rompieron de nuevo los meniscos. Esto hizo que la preparación fuera espectacularmente dura aunque, la verdad, no llegué a sentir nada. Solo quería ganar el combate. Me ponía vendajes en la pierna derecha y al final, me ponía cintas adhesivas que me apretaban la rodilla. Cuando terminaba de correr, me la tenía que quitar rápidamente porque si no me explotaba la pierna. De la rodilla para abajo no sentía nada. La preparación y la motivación fueron espectaculares. En paralelo a esto me iban pasando cosas increíbles como recibir llamados de Mike Tyson, Sugar Ray Leonard, Roberto Duran, Marvin Hagler, históricos del boxeo diciendo “Te apoyamos. Sabemos lo que pasa. No aflojes.” ¡Cómo iba a aflojar después de todo esto!
-Sentía que me lo comía. Estaba seguro que me lo iba a hacer. No era exceso de confianza sino la certeza de que lo iba a hacer. De hecho, quedó demostrado ya que Chavez cobró en una proporción de 8 a 1. Al estar yo anímicamente tan por las nubes, se encuentran estadios personales que se dan una o dos veces en la vida. Por lo menos en mi caso, solamente tuve dos veces una sensación similar. Lo veía chiquito, aunque arriba del ring tenía 12 kilos más que yo.
-Sí, con 8 kilos más. Eran pesos medianos grandes para la categoría mientras que yo era un mediano chico. Soy un superwelter que pelea en mediano porque me encuentro cómodo. Es más, tampoco sé bien porqué peleo en mediano, pero ya está. Pavlik medía 1.90 mts y Chávez, 1.86. Paul Williams tenía 1.94 y un montón de peso encima. Gente grande y potente.
– Es cierto, pero estaba enojado de verdad. Lo bueno es que el enojo mío lo canalizaba bien, con esfuerzo, pero no con rabia ni nada negativo. Era el querer mejorar. “Tengo que boxear mejor que este pibe”. Lo voy a hacer bien y voy a demostrar que le falta. Es buena gente, pero le falta para ser campeón.
– Me acuerdo lo que sentí. Al terminar el primer asalto, me contaron faltando casi 15 segundos. Me siento en el rincón y pregunto cómo puede ser que golpee así. Mi sensación era que me había chocado un coche. Había algo que no me cuadraba, pero son cosas que pasan. Fue parte de la enseñanza que tenía que recibir. Justo para esa pelea, estaba pasando un mal momento en mi vida. Estaba en pleno estado depresivo. Es más, te diría que me vino bien perder esa noche. Si perdía en un momento en que, emocionalmente estaba arriba, me hubiese dolido la caída. Pero como estaba realmente jodido, ¿cómo podía pretender ganar con un dolor enorme que tenía en el alma? Terminó el combate y dije “Por fín pasó esto”. No me llegó a doler esa derrota. “¡Qué suerte para la desgracia!” diría Pepe Biondi pero fue así. Me comprometí conmigo mismo y con mi carrera. Dije “si hundido emocionalmente como estoy, hice el combate que hice…”, Ok, después con los años se comprobó que Margarito tenía yeso en los guantes. Uno ve los combates que hizo y es difícil de aceptar que una persona normal golpee de esa manera. Lo que le hizo a Miguel Cotto en la primera pelea fue tremendo. ¡Era para meterlo en cana! Eso no se hace. Además, lo hizo con otros tantos boxeadores, ¿por qué no a mí? Me fui con heridas en mis huesos y eso no te lo provoca un puño normal. Tenía inflamaciones óseas.
Con Margarito empecé a descubrir mi potencial. La derrota trae un aprendizaje que es maravilloso. Me hizo comprometerme más. Para ganarme en el ring, me vas a tener que sacar. Lo dije y lo pude cumplir. Las veces que perdí, fue de esa manera. Me tienen que ganar bien ganado. Así fue.
-Fue doloroso lo de Margarito. Más allá de los golpes, porque no lo descubrieron antes y tampoco pasaba tan seguido. Uno no se imagina estas cosas. Contraté a Naazim Richardson cuando pelee con Julio César Chávez Jr para que me controle el vendaje. Nada más. De lo demás, me encargo yo.
-La verdad es que no lo sabemos, pero se dio así. Ahí, por ejemplo, lo llevé de manera negativa. Me enojé a nivel personal. Perdí bien con Cotto. Me ganó en el “mano a mano”. Me quiso hacer enojar y me enojé…como un boludo. Mordí el anzuelo. Pisé el palito. Me comí una dosis de mi propia medicina. Era especialista en hacer calentar a mis rivales arriba o abajo del ring, porque eso me favorecía. Una pelea consiste en sacar al rival del terreno en el que se siente cómodo. Si peleas en su propio terreno, lo haces con sus propias armas y estas jodido porque estas entregado. Con Cotto estaba enojado y fui de cabeza. Entré solito y perdí bien. No me importaba nada el tener dolores o molestias, fisuras y complicaciones realmente delicadas de salud. Decía “Voy a pelear igual porque sé que le voy a ganar”. Lo tenía acá –y se agarra la garganta-. ¿El momento? Fue cuando tenía que ser. Qué se yo.
-No, para nada. Me complicó que era bueno de verdad. Campeón del mundo en cuatro categorías diferentes y está por entrar al Hall de la Fama. Está por encima de ser diestro, zurdo o con guardia cambiada. Un boxeador muy talentoso que sabía hacer bien las cosas. Hizo muchas cosas bien durante la previa y yo las hice mal.
-Lo veo fantástico. No soy pesimista al respecto. Si se acerca gente al boxeo, es positivo. Con los años, se quedarán los que se tengan que quedar. Los años son un embudo, un filtro, un colador. Esto es para la gente que realmente ama el boxeo, el que quiera competir. No se puede haber nadie que solo quiera ganar dinero. Se lo va a buscar por otro lado porque los golpes duelen, las preparaciones son duras y el peligro de perder salud está a la vuelta de la esquina. Me parece genial que se acerquen influencers porque nos la está dando en la cara a la gente que manejamos el boxeo ya que también soy promotor y manager asi como tengo boxeadores. Los influencers muestran que no hay que ser boxeador para invadir el mundo del boxeo. Te pongo un ejemplo: tenemos un chico que se llama Cristian Vidal, “Torete” en You Tube. Se desafiaron varios youtubers e Ibai dijo de hacer una velada de boxeo por streaming. Se hizo todo en una discoteca cerrada, solo para poquita gente que estábamos ahí. Cuando está por subir Cristian Vidal, pasó algo que me dejó asombradísimo. Recordé que en mi primer combate amateur no había más de 200 personas, en Zeballos, Florencio Varela. Ahora, una chica le dice a Cristian, “Torete, te están viendo un millón seiscientas mil personas”. Después habrá que ver como mezclarlos con el boxeo. Estos jóvenes llegaron con algo que los del boxeo clásico no sabemos y nos están mostrando como se hace. Hoy, en el 2022, hay quienes quieren hacer las veladas a la manera que las hacía Don King en los años 70. Los tiempos cambiaron y estos muchachos lo están demostrando. Hay que aceptarlo y ellos son parte de este cambio. Después quedará el que más ame el boxeo pero este es el cambio y hay que aceptarlo.
-¡Claro! Igualmente hay que ver a quien quiere apuntar uno. Si a un público más selecto y reducido como el de la gente de boxeo, que quizás no te vea un combate de MMA o Vale Todo. Esta gente te amplia la visión. Por ejemplo, aparece Tyson Fury y lo empiezan a seguir gente de You Tube. O antes, Naseem Hamed. Son tipos que le dan una vuelta más de rosca a la historia. Ahí es donde aparecen más seguidores. Como el boxeo es una escuela de vida, mucha gente va a ir al gimnasio. “Si lo puede hacer Tyson Fury que está loco, ¿por qué no lo puedo hacer yo?”. Fury es gordo, con un talento enorme…pero no te vende el cuerpo de un Klitschko. Por eso, quizás, no tengamos tantos campeones del mundo pero sacamos pibes de la calle, se ayuda a educar y a brindar un orden, una disciplina y un objetivo de vida que, en otros aspectos, no los hubiera tenido jamás.
-Unos cuantos. Tendría que haber subido o bajado de categoría. Mayweather era uno y André Ward era otro. Mayweather no es un boxeador sino una empresa. Enfrentarme con él hubiera sido un lujo. Soy de Varela, una villa. Imaginate si un pibe salido de ahí termina peleando con Mayweather en el MGM de Las Vegas, que es el patio de su casa. ¡Qué grande fue el Chino Maidana por haber compartido 24 asaltos con él! ¡El Chino es otra bestia! También Oscar de la Hoya, por todo lo que significa.
– ¡No! ¡Me quedo con el de Hagler-Hearns!
-Es de esas cosas que le hacen mal al boxeo, pero bien al boxeador. A mí me favoreció. Se habló de eso durante mucho tiempo. De hecho, lo estamos haciendo ahora. Le quisieron hacer un favor a Williams y me lo hicieron a mí.
-La verdad es que esa noche no me sentí ganador. Hablamos con Williams y tampoco se sentía ganador. Sabía que me faltó convicción a la hora de golpear. Centraba el golpe en mi mano derecha. Hay una cosa que se dice en boxeo que es que “golpe que entra y hace daño, hay que repetirlo”. La caída de Williams fue por un cross de derecha. Una especie de swing o crochet bien caído. Dije toda la noche que esa era la mano y en realidad, era la izquierda. La cuestión es que me faltó convicción y no me sentí ganador esa noche. Cuando pierdo, no lloro. Me da bronca. Cuando perdí con Cotto, dije “¡pasame un silla!”. Con Williams sentí un pesar tan profundo dentro mío. Había terminado la pelea y me dicen de irnos al vestuario. Ahí miro y digo “¿cómo fue que me ganó?”. No lo podía entender porque había dado todo. Una gran sensación de impotencia. Bajamos y le dije a Samson. “busque la revancha. La próxima lo liquido”. Pide la revancha y ya está, pero ese día se me atragantó la derrota.
Otra cosa, cuando pelee con Paul Williams, había muchos latinos y en esa época estaba muy volcado a la reivindicación latinoamericana. Daba charlas motivacionales respecto al bullying, la violencia de género y la discriminación. Estaba muy involucrado con toda Latinoamérica y muchos escribían a HBO apoyándome. De ahí que me tuviesen tan presente. Cuando pelee con Williams, de un lado estaban todos los latinos conmigo y del otro, los afroamericanos con él. Hubo 100 detenidos después de la pelea. Un vaso de cerveza que voló de un lado a otro. ¡Se cagaron a palos entre todos! Más cuando fue la diferencia en la tarjeta de nueve puntos. Todo eso terminó siendo promoción.
-Con ninguno. Pude haber estado enojado antes de pelear con Cotto, pero después cada uno con su vida. Cuando nos vimos, nos saludamos. Es más, nos encontramos en Madrid en un concierto de Calle 13 como grupo, antes de que René empiece su carrera solista. Estuvimos juntos, con Cotto y su familia. La pasamos estupendo. Ya había pasado todo. Dos deportistas, dos profesionales, pero, sobre todo, dos hombres que estuvieron pegándose arriba de un ring, disputando algo que va a quedar en la historia. Sobre todo, en la de Cotto.
-Si! Todo con mucho respeto. Lo primero que hice fue darle las gracias por haber firmado contrato. Está difícil encontrar rivales para mí. Es muy difícil combatir con un dinosaurio como yo porque…el que tuvo, retuvo. Tengo algunas cositas bastante potentes en el boxeo. Entonces, para un boxeador de veintipico o treinta y pico de años, es complicado y difícil para su futuro disputar y perder un combate con un tipo de casi 47 años. Por eso le agradecí y lo felicité por todo esto. Le mandé un abrazo enorme y le dije que esperaba que su preparación sea la mejor. Que no tenga dolores ni molestias, así está al 100% arriba del ring. Yo voy a hacer lo mismo y entre los dos podamos hacer un espectáculo que esté realmente bueno y nos lo llevemos hasta el día que nos toque estar en esta tierra.
-Totalmente. Fue lo primero que dije. Recuerdo perfectamente cuando entré al gimnasio –en el que hoy sigo entrenando-, el 29 de abril del 2018, con Agustín Rodríguez, “Tinín”, que es mi entrenador. Tenía 101 kgs. Le dije “Tinín, tenemos trabajo…Te vi como trabajas y creo que puedo aprender mucho con vos”. Me miró y me dijo “Sergio, ahí tenés el gimnasio”, como diciendo “Vaya abuelo, que ahí lo está esperando”. Soy bravo y cuando me pongo algo entre ceja y ceja, voy para allá. Trabajo aquello que ni está escrito en la Biblia para mejorar y estar a la altura de las circunstancias. Regresé a los dos meses y había perdido 20 kilos. Estaba en 80 aunque ahora tengo un poco menos. En ese momento, me puse bien muy rápido. Tengo buena genética, mi cuerpo estuvo bien cuidado. Nunca le di nada nocivo y agradezco al Cielo no haber metido nunca la pata. Al ver esto, obvio que tengo posibilidades de mejorar. Necesitaba otro equipo de gente, otras mentes con otra perspectiva completamente diferente a la que yo tengo respecto al boxeo. Mi entrenador no lo ve de un modo tan distinto al mío, pero sí en su modo de trabajo. Empecé a trabajar de un modo diferente. ¡Hago cosas con mi entrenador arriba del ring que le digo “explicame bien esto, papá porque no lo entiendo!” y me explica como un chico de 8 años. Perfecto, a partir de ahora trabajamos así. Así estoy diariamente y es fantástico trabajar de esta manera.
-¡Claro! Para “Pistolero” me pidieron subir unos kilos porque estaba bien, delgadito pero diferente al que tengo hoy, que es para competencia. Estaba delgado con mis abdominales, pectorales y eso. Me dijeron que tenía el cuerpo de atleta pero que tenía que ser un maleante del campo. Me puse a investigar a fondo sobre el papel que iba a hacer, Claudio Quiroga en la película pero que en la realidad fue uno de los hermanos Velázquez. Hay documentales y todo al respecto. Me puse a investigar y me dije de parecerme lo más posible. ¡Un loco de la guerra era mi personaje! Un divino porque vivía el presente, con una risa espontánea y de repente, sacaba el revólver y empezaba a tirotear a la policía. No tenía problemas. Me metí en ese papel y bueno, tenía que aumentar de peso. Se me fue un poco la mano ya que quería subir 8 o 10 kgs y fueron 23. No pude frenar eso y para bajar, me costó muchísimo. Solo empecé a bajar cuando volví al boxeo, cuando me puse un objetivo.
-Fue genial. Espectacular. El combate de Sandor contra Micky García fue espectacular. Hay que conocer a Sandor para darse cuenta de lo que es capaz de hacer y hacer cosas mejores. Es un gran boxeador, muy inteligente. Sacó a relucir sus mejores armas en una noche dificilísima enfrentando a semejante animal como García. El combate de Sergio contra Fundera fue muy parejo. Podría haber ganado y empatado…No pasa nada. Dejó una buena imagen en Estados Unidos y va a tener buenas oportunidades. Después, lo de Kiko fue estratosférico. Estuve presente y Kiko es como si fuera hijo mío. Lo quiero mucho. Lo veo y me emociono, lloro…Me pasa de todo cuando pelea Kiko. Ver como ganó, estando yo al pie del ring, lo dije en mi Instagram. Me conecté un ratito porque me volví loco…en serio. Casi termino preso porque me enloquecí. Empecé a saltar, me agarraron entre cuatro policías del cuello…en fin. Hace mucho tiempo que en España no pasaba esto, de tener la posibilidad de combatir con boxeadores de gran talla y que queden para la historia. Eso va a pasar con el combate de Sandor. Lo del “Niño” García puede ser el comienzo de algo realmente importante y lo de Kiko es el regreso de una leyenda, de un interminable. Además del cariño que le tengo, de las mejores personas que conocí en mi vida. Todo esto en España que no es un país muy boxístico que digamos. Falta que se consolide Jon Fernández, Brandon Moreno, Ángel Moreno y otros boxeadores como Gabriel Escobar, un chico que estuvo en las Olimpiadas. Necesita el tiempo lógico de evolución y experiencia para seguir acercándose al título. Cuando pelee, lo va a ganar. Esto que está pasando ahora, hacía mucho que no pasaba en España.
– Cuando era welter, me costaba. Tengo 1.80 mts, una estatura grande para la categoría, pero no sabía comer, beber ni entrenarme. Planificaba yo los entrenamientos y me costaba mucho dar el peso. Es difícil. Cuando pasé a superwelter, fui a Manchester, gané el título de la IBO y ahí me quedé. Ahí ya no me costaba llegar al peso ya que tengo cuerpo de welter, aunque sea grande para la categoría. Conozco pibes que son welter y son más altos y grandes que yo. Tengo una contextura física buena en tanto estoy muscularmente bien formado, aunque no soy robusto. Para ser un superwelter estaba en la mitad, ni muy muy ni tan tán. Al pasar a mediano, el peso lo di siempre de taquito porque soy más bien pequeño. He visto cosas salvajes que han hecho boxeadores –incluso rivales míos- para pasar la balanza. Verlos sufrir de manera inhumana. Es muy duro. Galahad sufrió mucho esto contra Kiko. No digo que lo haya pagado en la pelea, pero creo que influyó. Igual el combate comenzó con Galahad pegándole duro a Kiko. Había empezado bien, tirando golpes como si estuviera jugando. Kiko necesitaba hacer defensa y acercarse de a poco porque estaba lejos. Es muy inteligente y tiene eso de ser muy voraz, rapaz…de querer comerse al rival. Le metió una mano al plexo, en la boca del estómago en el cuarto round y a partir de ahí, cambió la pelea. Cuando Kiko amagaba a pegar al cuerpo, Galahad se cubría y dejaba al descubierto su cara. Hizo dos gestos con la cara y ahí le dije al rincón que ya lo tenía. Le había dolido el golpe al plexo. En el quinto metió una mano que fue brutal y en el sexto, fue un solo golpe en tanto que a Galahad lo entregaron atado. Kiko tiene una mano muy dura. Peleó en súper gallo y pluma pero tiene mano de welter junior. Le metió un tortazo que todavía le están contando.
-Mirá, hay algo que tiene Sampson que es espectacular y es que ve cosas mucho tiempo antes de que sucedan. Las ve con mucha solidez. Con dos años de anticipación te dice algo sobre lo que pueda llegar a pasar y pasa como si estuviese escrito. Él, hace cinco años, me dijo “Tengo al boxeador que le va a ganar a Golovkin. Le dicen ‘el Bandera Roja’.”. Esto fue a finales del 2016, principios del 2017. “Necesita tiempo, pero le va a ganar”. Hoy, Golovkin no tiene el nombre que tiene Canelo. Creo que Benavidez le puede ganar a Golovkin y hacer un gran combate contra el Canelo. Me atrevería a decir que tiene las condiciones para ganarle. No sé si podrá llevarlo a cabo, pero las condiciones las tiene.
-Mirá, no soy de dar puntada sin hilo. Me gusta que la vida me sorprenda con algunas cosas pero no en mi trabajo. Tengo que ganar este combate y a finales de mayo… Pienso ganarle bien a Mc Gowan haciendo un combate mejor que contra Rose. Hubo ahí algunas complicaciones y pegaba más duro de lo que pensaba. A finales de mayo hay un combate aquí en Madrid también. Se debe pasar este combate para confirmar el sitio y todo. En mi cabeza, tengo todo así: enero-mayo y después en septiembre tengo que ir a buscar, como sea, un título mundial. Estoy en eso. Tengo que buscar rivales como los que vengo hasta ahora, pero estuve buscando inclusive alguno más exigente que Mc Gowan. Ok, es joven, tiene 20 años menos que yo. Él me agradece y todo, dice que en Europa soy una leyenda ¡pero las leyendas están muertas, boludo! (risas). Para mí, como desafío, está genial. Tengo enfrente a un muchacho joven que tiene armas para complicarme, aunque no debería serlo siendo realista y honesto. No lo digo por estadística sino por el presente y por cada una de las armas que tiene cada uno. Creo que golpeo más duro, tengo más experiencia, factura de golpes y velocidad ¡y también tengo que demostrarlo en el ring! Viéndolo a partir de mis aspiraciones para ser campeón del mundo, me lo tengo que comer crudo. Si tengo inconvenientes con este pibe, tengo que ralentizar todo. Meter freno de mano y ver como sigo aprendiendo. Igualmente creo que, de aquí a nueve meses, un año a más tardar, podría estar pidiendo la chance por el título mundial.
– ¿De qué manera estaría afectando la pandemia tus planes?
-En lo profesional, puede ser que ralentice los combates, tengamos que buscar sitios nuevos para pelear. Hay que tener versatilidad y adaptarse a lo que viene. No solo hay que pelear en el ring sino en la vida. A mí, en lo personal, lo siento muchísimo por la gente que la pasó mal, pero me vino espectacular. Me sirvió para centrarme en un objetivo y poner en orden los patitos y saber cuáles son los pasos a seguir. Saber qué es lo que tengo que hacer día por día, consiguiendo algo muy difícil que es la motivación diaria. No sé cómo lo hago, pero lo consigo. Cada día entreno más fuerte que el día anterior. Todos los días. Si pasa esto, ¡lo tengo que aprovechar la puta madre! Hay que sacarle partido a esta situación. La pandemia me sirvió para recluirme. Debajo de casa, hay una especie de bodega que transformé en una especie de gimnasio chiquitito. Dos bolsas de boxeo, una grande y una chica, dos bicicletas, una cinta de correr y una elíptica. Me metí ahí y me puse a entrenar como un animal. No sé si habrá zombis caminando por la calle o gente matándose por el papel higiénico, pero me quedo acá. Solo salía cada catorce días para comprar provisiones para meses. El progreso que tuve a nivel físico y emocional…Me mantuve cuando mucha gente se quebró. Me pinté el panorama más feo y me dispuse a enfrentarlo. ¿Cuál es? Un año y medio de pandemia y de confinamiento. Muy jodido. Ya casi vamos dos años. Entonces mi mente enfocó eso. Está bueno tener esperanza, pero ¿qué pasa si te preparas para un mes y después sigue todo igual…? Te podés quebrar. Yo estaba preparado para aguantar dos años y más también.
-Voy en los primeros días de febrero y voy a quedarme hasta el 15 o 20 de marzo. Serán unos 45 días aproximadamente. Voy a estar de gira por el país, dando charlas motivacionales. Estoy contratado por muchas empresas y también se están contactando algunos municipios. Veremos cómo se conforma el itinerario. Hay que pensar bien todo para no ir de punta a punta por todo el país.
No vamos a llevar “Bengala”. Está buenísima la obra (N de R: es un unipersonal que gira sobre la vida de un boxeador) y está funcionando muy bien pero no la vamos a llevar ahora. Somos cinco personas y trasladarlas a Argentina es toda una movida. Tenemos que planificarlo mejor y necesitamos más tiempo si bien no hay que llevar gran cosa. El vestuario es un shortcito y botas de boxeo, una campera como si fuera una bata, un elástico que hace de cuerda para esquivar y sacar golpes, un banquito y nada más. Un fondo negro con un músico al lado, haciendo música en vivo. Los dos tenemos que coordinar a la perfección el trabajo que hacemos. Es fantástico lo que quedó de “Bengala”. Estamos haciendo las últimas funciones de esta tercera temporada. Hace unos días me llegó un correo con una nominación para estar entre los mejores actores de teatro de España. Para mí, esto es fantástico. La obra gusta mucho.
– ¡Es diestro! Al principio, me costaba mucho ya que soy zurdo hasta para dormir y masticar. De repente, plantarse como diestro y empezar a decir “jab, jab, 1-2, izquierda, derecha” y después, pelear y hablarle al entrenador, al amigo y a la novia, es un trabajo intenso. Como desafío, es genial. Al final, quedó un producto que está muy bueno.
-La derrota con Margarito me enseñó muchísimas cosas fuera de lo boxístico. Tenía un equipo en ese momento y se disolvió cuando perdí. Hubo charlas cara a cara en algún bar o en el mismo gimnasio. “Sergio, boxeas muy lindo, pero te falta carácter” y yo les decía “No hay que tener carácter sino ser inteligente. Acá no gana el que tiene carácter sino el que tiene inteligencia”. “Mirá, sos pibe. ¡Estás verde!”. Vi todo eso y me apoyé en las personas que fueron honestas al tiempo que soporte mío. Mis tíos Raúl y Carlos Paniagua…mi madre y mi padre estuvieron siempre presentes. Después, nadie más. ¡Y eso que antes eran un montón! Entonces fue pasar un poco el plumero ahí y limpiar un poco donde estamos parados. Limpiar la casa como quien dice. Era saber que yo tenía un potencial y si lo trabajaba bien, diariamente y con constancia, con una disciplina adecuada, podía ser campeón. De hecho, lo hice. Por eso, esa derrota fue la que más enseñanzas me dejó.
¡Ah! Una cosa. Cuando uno entrena, uno boxea y compite, no hay sacrificio. El que lo dice, te miente o está en una profesión equivocada. Es esfuerzo, pero no sacrificio. Sacrificarse es dejar algo que te gusta por algo que te gusta menos. Está bueno esforzarse y no sacrificarse. Conozco boxeadores y nadie quiere menos al boxeo que lo que lo rodea. Incluso la familia. Duele decirlo, pero es así. Tenés que estar acá enamorado, comprometido, enganchado, loco, ¡obsesionado!, con el triunfo, con querer ser el mejor. Entonces no es un sacrificio. Perdí noviazgos (novias que me sacaban a patadas porque no hablaba ya que estaba concentrado y enfocado en mi rival y mis entrenamientos), fines de semana, fiestas. Hubo once Navidades que a las 10 de la noche me iba a dormir. Me juntaba con la gente del barrio un ratito y después “chau, hasta mañana”. No era un sacrificio. Si me quedaba con ellos, si estaba sacrificando algo que realmente amaba que es el boxeo.
– La verdad que no, pero tampoco me castigo al respecto. No soy “fanático” mío, aunque me gusta mi estilo. También creo que puedo mejorar mucho. Perdón, creo que tengo que mejorar mucho y tengo esa posibilidad. Cuando mejore algunas cosas que tengo en la cabeza…Lo primero que interpreto cuando doy un seminario de boxeo y le digo a la gente “Te estoy explicando ‘x’ cosa. Te lo digo, pero después falta que lo escuches, que le prestes atención y que tu cerebro lo aprenda. Una vez que tu cerebro lo aprende, falta que se lo enseñe a tu cuerpo, a boxear de esa manera”. Es decir, tengo muchas cosas en mi cerebro que tengo que ir trasladando a mi cuerpo ahora. Necesito ser un boxeador más completo. Miro algún combate mio de antes y me digo “¡Qué boludo! ¿Cómo no aproveché esto, esto y aquello?”. Me pasa con todas mis peleas. Las que veo en algún flash o un amigo que, mientras tomamos mate, me dice de ver algo o quiere que le cuente algo de lo que pasa en “la cocina del ring”. Ahí es donde veo muchos errores. Tendré que seguir mejorando y una vez que mi cuerpo pueda aprender lo que mi cabeza tiene, creo que ahí si, voy a ser completo. ¡Voy a poder mirar… pero tampoco quiero mirar mucho hacia atrás, eh!
-Por suerte, fantástico. La verdad es que la manera en que me reciben es maravillosa. No lo puedo creer. Ni en mi casa me tratan así. Empiezo a contar algunas cositas que me pasaron a mi, otras que he visto pasar y la gente se queda impactada. Van comprendiendo que detrás de un boxeador, hay una historia de vida. Detrás del boxeo, hay millones de vidas salvadas por el deporte. Gracias a esos golpes, esas heridas y lesiones con las que tiene que lidiar una persona. Meterse en el boxeo es meterse en un lugar en el que no sabes cómo vas a salir. Con o sin vida, con buena o mala salud, integro o en pedazos, pero ese es un desafío maravilloso que a la gente le enseña a vivir. El boxeo, básicamente, te enseña a vivir. Los golpes duelen, pero a veces cuento cositas que me pasaron en la vida y al final, el boxeo es lo más liviano que tengo. De no tener para comer, que te hayan cortado la luz y el agua, iluminarme con velas y caminar catorce cuadras con dos baldes de agua de 10 litros cada uno, para poder tomar y bañarme…ese es el entrenamiento y lo que me hizo ser campeón. El entrenamiento de boxeo está ahí. Voy por decantación, sé que va a estar ahí. Aprendo la técnica, bla bla blá… ¡Perfecto! Pero la preparación que te da el boxeo la podes aplicar a todo orden de vida de esta sociedad. Le cuento a la gente que me pasó esto, esto y esto, y vi que les pasó a otros esto, esto y esto, y conozco gente a la que le pasó esto, esto y esto y es suficiente para que digan “¡¡Ostias!!”. Muchos, en lo que están haciendo y en lo que quieren aplicar en sus propias vidas –que no tienen nada que ver con el boxeo- se enfocan al 100%. Básicamente, si te enfocas al 100% en algo que haces más o menos bien, podes ser campeón del mundo.
*La Casaca Boxing Club. Canal de You Tube dedicado a la actualidad del boxeo. Transmisión en vivo con narraciones y análisis al instante. Idea, relato y conducción: Franco Zorzini. Relatos y comentarios: Darío “Chibi” Besse, Milton Leiva y Daniel Gaguine
Que buena nota!!! Un grande Maravilla!!!!