Corina Fiorillo: «Las obras tienen sus tiempos».

Es de esas directoras que no para nunca. Reciente ganadora del premio Trinidad Guevara a “Mejor dirección” por “El arquitecto y el emperador de Asiria”, lleva los hilos de esa gema llamada “Nerium Park”, de Josep María Miró, de quien ya había dirigido “El principio de Arquimedes”. Corina Fiorillo toma un café para una charla sobre el teatro en todas sus dimensiones.  


-Corina, ¿cuando empezaron a ensayar “Nerium park”? 
– A principios de octubre del año pasado empezamos a ponerle el cuerpo a la obra. Nuestra preocupación era, teniendo en cuenta que la obra habla de la desocupación, si el tema no resultaba lejano para los argentinos. Decíamos si no era muy europeo el tema. Hicimos la primera tanda de ensayos hasta queClaudio viaja a Madrid por trabajo, a dirigir. Cuando regresa, había cambiado nuestra situación política. Creció el desempleo y estábamos empezando a salir a la calle por este tema. Aquello que era un marco en la obra, pasó a ser un motor. Estábamos en el ensayo y oíamos resonar las palabras de una manera diferente. Terminábamos el ensayo y decíamos “¿Viste la fuerza que tomó esto? La fuerza que tomó”. Pareciera que las obras eligen cuando contarse. La obra viene conmigo con la misma antigüedad que “El principio de Arquimedes”.

-¿De esa época? 
Si, si. Llegaron unos amigos españoles, amigos de Josep que estaban trabajando en Argentina y habían visto mis trabajos. Me dijeron “tenemos un amigo que escribe…” y me traen ocho obras de Josep, que incluía a “Arquímedes” y “Nerium”. La realidad es que, medio movida por la relación que tenía con ellos, lo leí como a tantos otros materiales. Me dijeron “arrancá con esta”, por “Arquímedes”. Leí cuatro obras esa misma noche y le escribí a mi amigo. “Esto es una bomba. Es un autorazo!”. Ahí le digo que voy a montar Arquímedes y así se inició el proceso. 

-Muy bueno eso que decis que “las obras tienen sus tiempos” porque podrías haber elegido “Nerium”, ¿no? 
– Totalmente. Son dos textos maravillosos. Fijate como te eligen las obras. Un día, estábamos haciendo el montaje de “Arquímedes”, obra que tiene la atmósfera de un linchamiento a uno de los personajes. Me acuerdo que los actores me dicen al terminar un ensayo, “Es mucho! El autor se fue a la mierda”. Al poco tiempo que estrenamos, se produce el linchamiento de un ladrón. La gente, cuando salía de ver la obra, pensaba que estábamos hablando de lo que estaba ocurriendo. Creo que tiene que ver esto con la naturaleza de Josep que, además de escritor, es periodista. 

-Tiene una forma de escribir muy dinámica para escribir. 
– Cierto. En el caso de “Nerium” hubo un trabajo en equipo con Claudio Tolcachir y Paula Rasenberg, los actores con quienes hacemos la obra. ¡Un placer trabajar con ellos! «Nerium» es una obra fraccionada en doce partes que, para un director, es un hueso duro de roer. Más que nada para los argentinos que, a diferencia de los europeos, no estamos tan acostumbrados al “oscuro-escena-oscuro”. Para mí, lo “oscuro” es todo un tema al igual que el fraccionamiento de la obra. El desafío de Nerium era contarla sin mucha fracción y fuimos encontrándole la tónica argentina. Esto, a diferencia de «Arquimedes», donde hice un proceso de adaptación del material al lenguaje nuestro, en soledad, antes de empezar los ensayos. En el proceso de “Nerium”, lo fuimos encontrando durante el ensayo. Los personajes se llamaban diferente. Eran Gerardo y Marta. En ese momento, Paula y Claudio estaban en la gira de «Dinamo» y pasaban letra juntos. Me escriben y me dicen “no son nombres para acá”. Asi, empezaron a joder con que se llamaban Vicky y Nacho. Le escribí al autor y me dijo que no había problema con el cambio de nombres. Hay mucho del hablar argentino en la puesta de «Nerium». Hubo una adaptación al lenguaje y las maneras de hablar. 

-Recién contabas sobre la fragmentación y la puesta es muy rápida y dinámica. 
– Si. Era el desafío de la puesta. Además, el nombre de los meses tenía que estar presente. Había que saltar a la otra escena y debía quedar claro para el público, el transcurso de un mes. Coqueteamos con muchas ideas en el medio pero nunca pensamos en pasar en los oscuros, aunque necesitamos que en un momento de la puesta, aparezca un embarazo. Tomamos la decisión que fuera todo “expuesto” a la vista del público. «Te estoy contando una historia y como me estoy poniendo con el embarazo». 

-¿Qué te dice la gente cuando termina la obra? 
– Sale perturbada. Es más, termina y no aplaude enseguida. Tiene algo muy bonito para mi que es que vos te sentas y pensas “voy a ver una comedia romántica”. Puede terminar bien o mal…ponele, pero cuando viene la confesión de él pensas “Ah! Es un drama social” y cuando entra el tercero en cuestión, decis “Esto es un thriller”.  Esto hace que el espectador siempre este atento a lo que va a pasar. Ese es uno de los enormes aciertos de la obra y donde pusimos mucho ojo, en no dejar nada. La pieza tiene un nivel de tensión que no tiene que decaer.


-Es un “tour de forcé” armónico…. 
Totalmente. Fijate que ellos, casi naturalmente, pasan de una energía a otra, pero esto es complejísimo. Son doce energías diferentes y trabajamos las doce escenas por separado. Después fuimos armando bloques de a tres, como si fueran temporadas estivales de tres meses. Un poco asi es el trabajo de la música. 

-Justo te iba a decir eso….que lo trabajaste como si fuera un disco. 
Exacto. Las escenas, la música y también la iluminación a cargo de Ricardo Sica. Está todo trabajado como la concepción de los cambios de tiempo. Como si no te dieras cuenta el paso del mismo. Hay una idea de contraponer signos. El vestuario no está en sintonía con el realismo. 

-¿Podría hablarse de una lectura política a través de dos personajes contrapuestos como si fueran dos modelos antagónicos? 
– Si, podría ser. Igual, en mi caso, me llega más la lectura de lo que a uno le pasa y del momento en que uno se pregunta “¿Cuándo dejamos de ser lo que fuimos para ser, prácticamente, enemigos?”. Ahí si se pueden hacer muchas lecturas en tanto lo que hay hoy en día, con la grieta social y el simbronar que nos atraviesa. Hay una frase del texto excelente,Las ramas se meten en el interior de la casa”. Lo dicen ambos personajes en distintos momentos y hacen mención a la forma en que la sociedad se te mete sin que vos te des cuenta, fraccionando el universo que construiste. 

-¿Siempre pensaste en Paula y en Claudio para los personajes? 
– Si. Cuando estoy haciendo “Arquimedes”, Claudio me comenta que quería volver a actuar. Me salta “Nerium” y se la mando. Me dice que está con muchas cosas pero después de leerla, quiere hacerla. De ahí a llegar a hacerla, tardamos un montón por el hecho de hacer coincidir agendas. La realidad es que, instantáneamente que pensé en Claudio, la vi a Paula sin saber que eran amigos de la infancia. Los dos son actores con los que tenía muchas ganas de trabajar. A Paula la vi en “Dínamo” y me mató, si bien sabía que tenía grandes trabajos realizados. Ahí fue cuando pensé que, en algún momento, iba a trabajar con ella. Cuando surge lo de «Nerium», los esperé y la hice con ellos dos, de la manera en que podemos. Si bien estamos agotando, bajamos en julio porque Claudio tiene que viajar a Madrid por trabajo, ya que va a dirigir allá. Probablemente, volvamos antes de fin de año pero va a depender de las agendas. 

-Con la tensión que tiene la puesta, ¿se te ocurrió hacerla en la sala chica de Timbre? 
No. Todo el tiempo la pensé para la sala grande. Es un espacio que tiene enormes virtudes y me encantaba lograr que fuera sofocante en la amplitud que tiene. Lograr la tensión en algo tan inmenso, era todo un desafío. Por eso se manejaron las luces de esa manera. Es muy importante en el clima que se genera. 

-¿Qué público está concurriendo? 
– Muy variado. Los jueves viene mucho público del ambiente –que no puede venir el domingo porque tienen funciones- y más grande. El domingo viene un público más joven. Es variadísimo. La gente sale discutiendo entre ellos, pensando algo diferente con respecto a lo que ven. En general, hay un punto en común que es que todos «quieren saber». Salen y preguntan. “¿Existen ellos?”, “¿Él está loco?”, “¿Ella está loca?”. Eso es lo bueno de Josep como autor. No contesta preguntas sino que hace que el público se las realice y se las conteste. Son obras lindas para ver con más de una persona. Te vas a comer y empezás a comentar qué te pareció y mucho más. 

– Tanto para “Arquimedes” como “Nerium” se podría utilizar la palabra “ponzoñosas”… 
– Seguro…¡porque lo son! Son obras que no te dejan tranquilo. Cuando pensás que lo estas, te vuelven a molestar. Soy una gran buscadora de materiales. Busco autores, escribo y leo muchos periódicos extranjeros  para ver si me interesa algo. Si leo alguna reseña que me inquieta, me comunico con el autor y le pido que me mande su obra. Tengo muchos encuentros con autores de afuera y te puedo decir que son autores que uno los podría encontrar en cualquier lado. Las obras de Josep tocan temáticas muy vigentes –algo raro en el teatro- y se mete con cosas muy bravas. 

-Ese tipo de mirada que tiene Josep político-social, ¿la está teniendo el teatro de Buenos Aires? 
– Creo que los autores nacionales son muy poco montados. Es poco llevado a escena y no se si vemos reflejado en nuestro teatro todo lo que hay de autor nacional. ¿Si creo que hay cierta búsqueda de algo diferente….? No sé si en las dramaturgias pero si lo veo en el público. Está eso de “Andá a ver tal, porque es diferente a todo lo que viste”. A mi no me llama la atención ver algo diferente sino algo que me conmueva. No sé si “Terrenal” es diferente a todo lo que vi pero te conmueve de mil maneras. Te llega al alma. No sé si lo podría calificar que es un teatro diferente…pero es tan buen teatro! Es un poco delicado cuando se dice algo asi. Nunca te diría “andá a verlo porque es diferente”….¡Andá a verlo porque está bueno! Lo mismo cuando elegís un texto…te fijas si te llega, si te comunicas con él

-¿ No hay una mirada muy extranjerizante de cierto teatro argentino? 
Si, pero es un mal que tenemos los argentinos por nuestro origen con poco arraigo en las raíces propias. Somos un pueblo que nació mezclado, mirando hacia afuera pero, sin embargo, desde afuera, miran mucho para acá. Trabajé afuera y puedo decir que se nos ve con mucho respeto. Recuerdo cuando hice el montaje de “Arrabal” en el San Martín, con un elenco de actores españoles que eran maravillosos. Venían con miedo por los actores que hay acá. En España miran mucho a Argentina. Hay admiración a nuestro teatro. Cualquier obra argentina que va a un festival internacional, tiene una visión preferencial por el nivel de nuestro teatro independiente. Uno pregunta “¿qué fuiste a ver la semana pasada?” y hay mucho para ver. Ves obras como “El jorobadito”, “Alacrán” y son geniales. Todos espectáculos en salas chiquitas. Tenemos la suerte de vivir en un país con un teatro independiente de alto nivel.


-¿Tendría que ser más visibilizado?
– Si, y también tendría que ser más apoyado por las políticas culturales. Nuestros gobernantes, de todas las épocas, se llenan la boca hablando del “teatro argentino”, que «nuestra ciudad es la tercera más teatral del mundo” y bla, bla, blá. Pero todo eso es gracias al teatro independiente, no al teatro comercial. Lo que tenemos de diferente al resto, es nuestro teatro off. Las políticas culturales deberían reverse en ese sentido. Y si no me mato para ayudarlo, no me lleno la boca diciendo que “mi país es…”. El político de turno debería apoyar esto que hace que Buenos Aires sea una plaza diferente a todas. Un país que no tiene bien direccionada la cultura, tiene muy difícil el mañana. 
Por otra parte, creo que hay un problema por el factor económico. Asi como hay inconvenientes en el teatro independiente, lo hay en el comercial. No se sabe como conseguir público en algunos teatros. Es algo que debemos ver como política cultural. Teniendo la mina de oro que tenemos, habría que poner a alguien destinado exclusivamente al teatro ya que, hasta turísticamente es importante! La gente viaja a Buenos Aires a ver teatro. Me gustaría que hubiese políticas culturales que le den más apoyo y difusión al teatro y también para que todos vayan al teatro. Ahora pasó el tema de los impuestos que fue un golpe muy fuerte para las salas. 

-Si Corina Fiorillo no era directora de teatro, que hubiera sido? 
– Muchas cosas. Estudié física, música…Podría haber sido tantas cosas. Creo que una de las cosas en las que voy a terminar, va a ser escribiendo pero le tengo mucho respeto al autor. Lo admiro tanto…El día que lo haga, será sin apuro. Es una asignatura pendiente que tengo. Quiero tener el tiempo para poder tomar clases pero no llego. Me interesa también la filosofía, la sociología, la ayuda social. Me preocupa el universo en el que vivimos. 

-Si por la puerta del bar Alcalá en el que estamos realizando esta entrevista, entrase la Corina que recién dirigía su primer obra, ¿qué le dirías? 
– No le diría nada. Creo que hice un buen camino. Escuché cuando tuve que escuchar, frené cuando tuve que frenar. Siempre disfruté mis procesos. Me aferré mucho al disfrute, lo cual es una herramienta fundamental de la creación. Realmente, cada una de mis obras las disfruté enormemente. Hay gente que dice que no querría ver su primer trabajo. No es mi caso. Creo que uno va evolucionando pero vería con orgullo esos primeros pasos que di. Cada uno va agarrando distinto tipos de herramientas. No hay un solo libro sino una suma de libritos que te van armando tu propio ser. Son más de veinte obras que llevo y no tengo ninguna que diga “no la volvería a ver”. Siento orgullo por cada una de ellas. 


Nerium Park. Timbre 4. Jueves, 17 hs, domingos 19 hs. 

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