Actor, director y dramaturgo, Marcelo Mininno retoma su camino actoral en la atrapante “Entonces bailemos” donde el amor, la perdida y el dolor se confunden en una danza constante. En una charla con ECDL, Mininno habla de teatro, recuerda el suceso de “Lote 77” y mira con optimismo al futuro cercano.
– ¿Cómo surge la posibilidad de hacer «Entonces bailemos»?
– Podría decirte que, simplemente, Martin Flores Cárdenas, el autor y director, me convocó. Pero creo que, ahora, viendo todo a la distancia, mucho antes de su convocatoria, mi deseo estaba puesto en participar de su obra. Es que con Martin somos amigos, compartimos nuestras inquietudes artísticas hace varios años, y yo había leído “Entonces Bailemos” cuando aún no era “Entonces Bailemos”.
– ¿Cual fue tu impresión cuando leíste el texto?
– Lo cierto es que a principios del 2012, yo acababa de terminar de montar en el Teatro Sarmiento “Golpe De Aire” y sentía el vacío de haber acabado largos procesos de investigación. Se me ocurrió levantar el teléfono y llamar a varios colegas. Teatristas como yo. Invitarlos para reunirnos una vez a la semana en casa y leernos los materiales que estábamos trabajando. Darnos opiniones. Ayudarnos. Así fue como conocí los primeros borradores de “Entonces Bailemos”. Creo que estos encuentros semanales en casa fueron muy alentadores para todos: Ya son tres las obras que se estrenaron. Otras, como la que escribía yo, aún esperan.
Mientras tomábamos vino y comíamos queso, cada uno de los “Ravenies” (así, creo, jugábamos a llamarnos entre nosotros) leíamos los personajes de las obras de los otros.
Desde que me toco leer el primer monologo de los bocetos de Martin sentí que era un texto que quería decir. En lo particular yo acababa de cortar una relación sentimental y estaba bastante débil. Las primeras impresiones del material tocaban mis secretos y mis ilusiones. Me obligaban a volver a pensar en el amor, a hacer el amor después de sentir todas las destrucciones. De alguna manera esas palabras despertaban vida en mí.
– La puesta gira en torno al amor pero de una manera muy tajante respecto a las rupturas y pérdidas, no?
-Una de las lecturas que más me emociona de la obra es pensar en el poder del amor. Como puede ese sentimiento arrastrarnos a lugares que de otra manera nunca nos atreveríamos a cruzar… Conversamos mucho, con el director y con nuestros compañeros actores: Javier Pedersolli, Laura Lopez Moyano, Florencia Bergallo y Julian Rodriguez Rona para comprender qué decíamos cuando decimos amor.
Creo que nuestro autor nos alimenta a pensar en la idea de “caer en amor” y cuenta que los personajes se arriesgan a historias en las que el sexo y el amor tienen un estrecho vínculo con el dolor y la violencia. Me divierte muchísimo transitar esos fantasmas todas las funciones. Compartir mi cuerpo y mis besos en la sensual danza de la obra. Pero en lo personal, si bien me permito descubrir qué es el amor con cada vínculo y quizá no pueda definir al amor, sí puedo sentir cuando amo. Puedo reconocer al amor cuando nos suma calidad de vida.
– ¿Cómo fue la realización de las coreografías?
-Las coreografías… Que divertida esa etapa del proceso. Tuvimos la ayuda del coreógrafo Manuel Attwel. Creo que él, trabajando en conjunto con el director, tomando la idea de las danzas country, lograron que nosotros pudiéramos ser sensuales, ridículos y explosivos. Hay una escena, cada vez que ella termina, el corazón me galopa como cuando hago el amor. Hay otra, creo moverme como un toro. Otra, que camino, en riña, como un gallo.
Me sedujo mucho bailar, hacer las coreografías. Pero suele diferenciarse en el hecho teatral, lo que és coreográfico de lo que no lo és. Yo prefiero entender al cuerpo en su totolidad y comprender que si bien hay estructuras marcadas también hay de las otras, en las que el entrenamiento sirve para que nuestro cuerpo se mueva en registro acorde a lo que contamos.
– ¿Puede ser que la repercusión obtenida con «Lote 77» como director y dramaturgo, haya relegado a tu faceta de actor?
-No pienso en esos términos. Dirigí “Lote 77” durante 5 años, viajando por toda Latinoamérica, edité dos libros. Doy clases de dirección en la Universidad y de actuación en la EMAD desde hace trece años.
Supongo que la repercusión obtenida con “Lote 77” afirma la responsabilidad de seguir creando desde la misma honestidad con la que hice esa obra. Yo tengo 37 años y gran parte de esos años los crecí relacionándome con el teatro. Mis ganas están puestas en los proyectos que siento que me hacen crecer.
La actuación, claro, mis inicios, fue el puntapié para desplegar todo lo que hoy tengo ganas. Me gusta escribir, dirigir, actuar. Desde “Lote 77” actué más en cine que en teatro, es cierto. Y también es cierto que fuera de Argentina me convocan como director. Pero nada de lo que sucede hoy, está sostenido sobre la nada. Está sostenido sobre la investigación, la pedagogía, el estudio y la prueba. A esto hay que darle mucho espacio y tiempo. Yo no puedo hacer 3 obras por año, o dedicarme a la docencia teniendo más alumnos de los que realmente pueda acompañar.
Por otro lado, tengo proyectos que no tienen que ver con lo teatral, y que sin embargo creo que alimentan mi mirada del mundo. Además de entrenar como actor, debo ampliar mi mirada del mundo. Lo necesito. Creo, trabajo para esto y espero que, quien se sensibilice con mi arte se pueda sensibilizar aún más con la vida. Está medio chota la cosa, de a ratos. Y si mi teatro o las obras en las que participo como actor, no rescatan esos valores humanos que yo prefiero no olvidar, seguiremos haciendo teatro para burbujas.
– ¿Cómo recordás el suceso de «Lote 77»?
-Fue un proceso de trabajo con los actores Andres D’Adamo, Lautaro Delgado y Rodrigo Gonzalez Garillo que dejó en el recuerdo de quienes la vieron, la idea de suceso. Es verdad. La acepción de suceso en la que se entiende un hecho que reviste cierta importancia para nosotros existe… Pero también, y a mí me divierte pensar en esto, hay otra acepción de la palabra suceso que da significado de hecho desgraciado. Quiero decir, si yo me creo el “suceso”: la opera prima que ganó todos los premios y corrió por todos lados, que llevó a que el Complejo Teatral de Buenos Aires quiera producir nuestro segundo trabajo, que todas sus funciones se realizaran con entradas agotadas… Si yo me creo eso como un suceso para el afuera, bueno… algo en mi está muy mal. No voy a poder seguir creando. “Lote 77” fue un trabajo visceral, y gracias a él yo pude entender y contarme un mundo personal. Responder algunas preguntas y compartirlas. Ser mejor persona. Divertirme y crecer.
– Al día de hoy, ¿te definís más como actor que director o dramaturgo?
-Escribo, dirijo, actúo, intento acompañar el recorrido de aquellos que quieren actuar. Cuando actúo me defino como actor. Cuando me tocan los otros roles, me defino a partir de lo que hago. Mi mayor experiencia la tengo como actor, es cierto. No me importa mucho esto. Si existe la necesidad de definir algo por parte de otros, bueno, el otro la encontrará. Yo podría decirte que también me defino como un tipo que está cada vez más cerca de trabajar en el campo, cultivando su huerta, cuidando sus caballos y alimentando el fuego.
– ¿Tenes pensado presentar alguna obra tuya?
-Sí, claro. En mis visualizaciones personales está el hecho de volver a presentar una creación. Y, aunque sigo corrigiendo una pieza que aún no termina de conformarme, en lo inmediato voy a participar como profesor adjunto, dentro de la cátedra de Enrique Dacal de la EMAD, del primer proyecto pedagógico de investigación realizado con egresados de la Institución llamado “El método Hamlet”, un importante espacio de reflexión sobre el teatro Isabelino. No solo me interesa ese espacio de investigación dentro de la escuela sino que tuve la suerte de visitar y estudiar el Globe, en Londres, para compartir esa experiencia.
Con respecto a esa pieza que te contaba que estoy corrigiendo, fui invitado, durante el mes de Agosto, dentro de la semana de nueva dramaturgia, en Monterrey, México, a presentarla.
– Más allá de la actuación, ¿qué otra vocación tenías?
-Tengo una imagen de mi niñez muy clara: Después que mi padre, como si fuera un gran locutor, me presentara, yo salía desde atrás de la cortina del living y parado sobre las palmas de la mano de él, jugábamos al gran “Gango Pachango”, una especie de trapecista de 2 años al que el público alentaba…
No sé, tengo la sensación que la fortaleza de sentirme sostenido por la mano de mi padre fundó, de alguna manera, mi actor.
– Si por la puerta del Camarín de las Musas entrase el Marcelo Mininno que recién empezaba a estudiar, ¿qué le dirías? Algún consejo o recomendación?
-Algo así como que la creación sucede si te atreves.
“Entonces bailemos”. Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Sábados, 23 hs.