Autoría: Marcos Arano y Gabriel Graves. Con Lautaro Federico Amurri, Eduardo Barrios, Lala Buceviciene, Ezequiel Cotton, Camila Cruz, Alejandro Jorge Dubal, Nina Ferrari, Victoria Emilia Irusta, Elian Lopez, Alejandro Merino, Damian Moguilevsky, Federico Paulucci, Jonatan Gastón Peñaranda Osorio, Daniela Piemonte, Rocío Rodríguez Paz, Felipe Martin Saade, Romina Salerno, Milena Shifres, Jonas Volman. Músicos: Herno Jofre, Bruno Leich, Agustina Maldonado, Federico Mastronardi Perez, Roxana Pantanetti, Agustín Shifres, Mora Vinokur. Vestuario y escenografía: Carolina Fernández y Jazmín Savignac. Diseño de arte: Romina Salerno. Diseño de luces: Alejandro Velásquez. Música original: Ian Shifres. Asistencia de dirección: Pilar Mato. Producción ejecutiva: Marcela Eugenia Prieto. Producción general: Julia Troiano. Dirección musical: Ian Shifres. Dirección: Marcos Arano.
La Carpintería. Jean Jaures 858. Domingos, 20 hs.
En este caso, un director de teatro quiere llevar a escena la historia del país pero debe enfrentarse con un productor que le baja constantemente el tono a sus ideas por considerarlas muy “fuertes” y “violentas”. Su discurso en pos de una mayor “concordancia” y “paz” entre los seres es por demás común en la coyuntura actual.
Los clowns llevan adelante la forma en que se cuenta la historia del país hasta 1853 y la firma de la Constitución Nacional. El recorte que se hace de la historia no es casual ya que toma el origen de nuestro país como tal, finalizando en la firma de la Carta Magna. Desde el Virreinato del Río de la Plata hasta la Batalla de Caseros, pasando por la influencia de José de San Martín, Manuel Belgrano al tiempo que no duda en abordar a otros que cuentan con un perfil que divide aguas, tal es el caso de Juan Manuel de Rosas o Domingo Sarmiento o hechos como el fusilamiento de Dorrego.
Esa historia que da cuenta de grietas inmemoriales en las que no había una presión grande de los medios de comunicación para acentuarla.
La utilización del clown potencia de otra manera el muy buen texto que tiene la obra al tiempo que le brinda un aceitado dinamismo, donde todo se desarrolla con una armonía acorde. La música en vivo, cortesía del talentoso Ian Shifres es fundamental a partir de los climas que va creando con una interpretación tan sentida como exacta. Le brinda diversos matices a un relato el cual no pasa desapercibido a nadie.
Los guiños a la actualidad son obvios y certeros en tanto y en cuanto no quedan solamente en la burla sino en relación directa con lo acontecido, ironía y sarcasmo de por medio. Más aún con la intempestiva irrupción de los “malos” de la obra que irán más allá de la misma para plantarse como fantasmas no resueltos para el público. Es un llamado de atención a los espectadores como ciudadanos y su participación como tales (autocrítica y reflexión mediante – y “A quien le quepa el sayo, que se lo ponga”-). Siempre va a estar el que te escupa el asado pero con algún tipo de colaboración (¿o no?) para que esto ocurra. Como decía Brecht, “el que no sabe, es ignorante y el que sabe y no hace nada, es criminal”.
Disfrutable de principio a fin, “Tierra partida” es de esas puestas que dan ganas de ir a ver más de una vez. Siempre habrá algún guiño, un detalle para descubrir o resignificar lo visto para debatir al respecto