Hombres de Teatro 2015

En lo que a actores se refiere, el 2015  tuvo a varios que engalanaron dicha palabra actor asi como alguna más que grata sorpresa en el rubro.

Ivan Moschner y una gran actuación desde «el monte»

Como viene ocurriendo desde hace un tiempo, Anton Chejov se ha convertido en un modelo a seguir en el teatro vernáculo. Marcelo Savignone es un exhaustivo investigador de la obra del gran dramaturgo ruso y lo lleva adelante en sus propias creaciones. En su “Ensayo para la gaviota”, Savignone se reserva el personaje de Trigorin desde el cual descargará su batería de recursos artísticos. dosis exacta de frenesí y calma en una actuación que combinará varias disciplinas con la sapiencia que suele desarrollar Savignone.
En cambio, en el caso de “El amor es un bien”, la transposición de “Tio Vania” a la Patagonia argentina se constituyó en una de esas perlas del teatro porteño. Esta vez, el punto en disputa será una propiedad en Carmen de Patagones en la cual Iván y Sofía, su sobrina construyeron un hostel que no rinde lo que debería y deben lidiar con el arribo del padre de Sofía y Elena, su joven y bella novia. En el marco de un elenco sólido, será José Escobar quien se lleva las palmas con una conmovedora actuación. Dota al tio Iván, de sensible credibilidad en sus vaivenes emocionales al tiempo que la energía puesta al servicio de la puesta es precisa y ajustada. Muy buen trabajo del inquieto José Escobar que ya venía de realizar otra buena labor en “Un gesto común”.

José Escobar se luce entre Chejov y la Patagonia
En la divertida e ingeniosa “Lunes abierto”, Martín Piroyansky creó un Leónidas que va a una peluquería a que lo ayuden a mantener una cabellera abundante. A partir de la creación de un joven como cualquier otro, con sus dudas y miedos, la simpleza de su personaje es proporcional a la riqueza de su interior. Piroyansky encaró a un personaje al que lleva a buen puerto con un excelente trabajo sin caer en sobreactuaciones que conspirarían contra una puesta atrapante con un mecanismo de relojería en su aceitado desarrollo.

En “Mi hijo solo camina un poco más lento”, Juan Tupac Soler le da vida a un personaje tan rico como difícil. Es el joven Branko que padece una enfermedad cuya consecuencia es la pérdida progresiva de la movilidad. Pero la forma en que dota a su Branko de sensibilidad, sin caer en el golpe bajo y lo lacrimógeno es por demás destacable. Además, plantea desde su propia composición una situación donde lo que fue en su momento (“Hubo un tiempo que fue hermoso…” cantaba Sui Generis), dejó de serlo y nadie sabe porqué ocurrió. Menos aún como seguir al respecto. Sensible y ubicado en la precisión que requiere la puesta, Soler fue uno de los mejores trabajos actorales del año a partir de la construcción de ese ser, con su propia particularidad.

En “Pessoa, escrito en su nombre”, Marcelo Bucossi le da vida al reconocido escritor portugués. Bucossi es un Pessoa que llega a una casa en la cual descansará –o eso intentará- de sus fantasmas personales y una vida ajetreada. Pero será en esa residencia donde no estará solo, sino que contará con la compañía de sus diversos heterónimos, especie de alter ego que fue creando a lo largo de su vida, en la cual, fue internado en varias ocasiones. La actuación de Bucossi es precisa y exacta, lo cual constituye una marca de fábrica en su carrera.


Juan Tupac Soler solo actúa cada vez mejor
Patricio Aramburu es un artista atormentado por las responsabilidades en “Prueba y error”. Pero la composición de Aramburu no cae en ese romanticismo vacío del regodeo en el dolor. Por el contrario, vive su vida con sus dudas y miedos al tiempo que debe vincularse con ese ser tan cercano y querido como –a veces- inabordable como su propia hija, Camila. Su trabajo será de una visceralidad en su punto justo. Pero a no confundirse, porque la intensidad que plantea Aramburu desde su Sergio, da cuenta de ciertos toques de sutileza. Realiza un trabajo fino en tanto llama a la reflexión en cada palabra y cada situación.


Otro tanto, puede decirse de Leonardo Murúa y su actuación en “Las Mutaciones”. Ese hombre silencioso que se enfrenta a la incertidumbre de una pareja que se desmorona al tiempo que propone una huída hacia adelante, con la esperanza -o no- de encontrar ese amor que se perdió y que, en un punto, también añoran.

En una de las mejores obras del año, tal como fue “Cuando vuelva a casa, voy a ser otro”, las actuaciones deben estar a la altura del texto y la puesta pergeñada por Mariano Pensotti. Al respecto, Santiago Gobernori, Mauricio Minetti como Javier Lorenzo –tal fue el elenco en la función que vimos-, llevan adelante un trabajo de precisión quirúrgica junto con las actrices Julieta Vallina y Andrea Nussenbaum, a quienes destacamos la semana pasada. Las actuaciones se ensamblan en una complejidad que combina un texto serio y profundo junto con un dinamismo y un humor/ironía disfrutable en partes iguales. Por tal motivo, es fundamental contar con actores que tengan la precisión y la sensibilidad para encarnar diversos personajes a lo largo de la puesta. Ese cambio constante marca un punto de sana tensión y ansiedad sobre «lo que vendrá», al tiempo que el escenario cambia y los objetos van y vienen a través de una cinta transportadora.

Para finalizar, destacaremos dos unipersonales masculinos, tal el caso de “Un judío común y corriente” y “Los hombres vuelven al monte”. El primero tiene como protagonista a Gerardo Romano, quien es Emanuel Goldfarb, un periodista y sociólogo alemán que es invitado a participar de una charla en una universidad para hablar de judaísmo, como un “ciudadano judío”.  Con la solvencia que le es reconocida, Romano es un Goldfarb exacto en sus pensamientos, miedos y certezas. Su actuación es atrapante, con un ritmo aceitado que hace que la puesta mantenga un desarrollo tan dinámico como natural. Ubicado como laico pero con fuerte identidad judía (lo cual no es para nada contradictorio), Romano lleva adelante con prestancia y precisión las propias contradicciones de Goldfarb. Desde la relación con su ex esposa Anita –no judía- y la circuncisión de su hijo hasta lo que implica ser judío y su relación para con las políticas del Estado de Israel, con crítica incluída.


Un cautivante Gerardo Romano para «Un judio común y corriente»
El último unipersonal que destacaremos, cuenta con una actuación absolutamente fantástica. No hay otro calificativo para lo que hace Ivan Moschner en “Los hombres vuelven al monte”. Moschner lleva adelante dos historias tan inquietantes como personales. Un niño busca a su padre perdido en un monte y un héroe de Malvinas que escapa a las montañas para sobrevivir por medio de atracos a los desprevenidos y la caza de animales. Será a través de una actuación genial que creará los climas de la puesta en un hipnótico relato. Desde la ternura de un adulto en su encuentro con su propia esencia hasta el enojo de un chico que no comprende el porqué de la desaparición de su papá. A partir de las palabras que atraviesan su cuerpo, Moschner lleva la actuación a puntos de composición por demás intrigantes. Sus pensamientos y palabras son abordables desde distintos espacios que trascenderán el escenario. El paso del niño al hombre (y viceversa) con sus vivencias cuentan con la sutileza y el aplomo de quien ha captado la esencia del texto.

La semana que viene, cerraremos el análisis del 2015 con cuestiones que nos atañen a quienes estamos del lado de la escritura……

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