Ivan Moschner y una gran actuación desde «el monte» |
Como viene ocurriendo desde hace un tiempo, Anton Chejov se ha convertido en un modelo a seguir en el teatro vernáculo. Marcelo Savignone es un exhaustivo investigador de la obra del gran dramaturgo ruso y lo lleva adelante en sus propias creaciones. En su “Ensayo para la gaviota”, Savignone se reserva el personaje de Trigorin desde el cual descargará su batería de recursos artísticos. dosis exacta de frenesí y calma en una actuación que combinará varias disciplinas con la sapiencia que suele desarrollar Savignone.
En cambio, en el caso de “El amor es un bien”, la transposición de “Tio Vania” a la Patagonia argentina se constituyó en una de esas perlas del teatro porteño. Esta vez, el punto en disputa será una propiedad en Carmen de Patagones en la cual Iván y Sofía, su sobrina construyeron un hostel que no rinde lo que debería y deben lidiar con el arribo del padre de Sofía y Elena, su joven y bella novia. En el marco de un elenco sólido, será José Escobar quien se lleva las palmas con una conmovedora actuación. Dota al tio Iván, de sensible credibilidad en sus vaivenes emocionales al tiempo que la energía puesta al servicio de la puesta es precisa y ajustada. Muy buen trabajo del inquieto José Escobar que ya venía de realizar otra buena labor en “Un gesto común”.
José Escobar se luce entre Chejov y la Patagonia |
En “Mi hijo solo camina un poco más lento”, Juan Tupac Soler le da vida a un personaje tan rico como difícil. Es el joven Branko que padece una enfermedad cuya consecuencia es la pérdida progresiva de la movilidad. Pero la forma en que dota a su Branko de sensibilidad, sin caer en el golpe bajo y lo lacrimógeno es por demás destacable. Además, plantea desde su propia composición una situación donde lo que fue en su momento (“Hubo un tiempo que fue hermoso…” cantaba Sui Generis), dejó de serlo y nadie sabe porqué ocurrió. Menos aún como seguir al respecto. Sensible y ubicado en la precisión que requiere la puesta, Soler fue uno de los mejores trabajos actorales del año a partir de la construcción de ese ser, con su propia particularidad.
En “Pessoa, escrito en su nombre”, Marcelo Bucossi le da vida al reconocido escritor portugués. Bucossi es un Pessoa que llega a una casa en la cual descansará –o eso intentará- de sus fantasmas personales y una vida ajetreada. Pero será en esa residencia donde no estará solo, sino que contará con la compañía de sus diversos heterónimos, especie de alter ego que fue creando a lo largo de su vida, en la cual, fue internado en varias ocasiones. La actuación de Bucossi es precisa y exacta, lo cual constituye una marca de fábrica en su carrera.
Juan Tupac Soler solo actúa cada vez mejor |
En una de las mejores obras del año, tal como fue “Cuando vuelva a casa, voy a ser otro”, las actuaciones deben estar a la altura del texto y la puesta pergeñada por Mariano Pensotti. Al respecto, Santiago Gobernori, Mauricio Minetti como Javier Lorenzo –tal fue el elenco en la función que vimos-, llevan adelante un trabajo de precisión quirúrgica junto con las actrices Julieta Vallina y Andrea Nussenbaum, a quienes destacamos la semana pasada. Las actuaciones se ensamblan en una complejidad que combina un texto serio y profundo junto con un dinamismo y un humor/ironía disfrutable en partes iguales. Por tal motivo, es fundamental contar con actores que tengan la precisión y la sensibilidad para encarnar diversos personajes a lo largo de la puesta. Ese cambio constante marca un punto de sana tensión y ansiedad sobre «lo que vendrá», al tiempo que el escenario cambia y los objetos van y vienen a través de una cinta transportadora.
Para finalizar, destacaremos dos unipersonales masculinos, tal el caso de “Un judío común y corriente” y “Los hombres vuelven al monte”. El primero tiene como protagonista a Gerardo Romano, quien es Emanuel Goldfarb, un periodista y sociólogo alemán que es invitado a participar de una charla en una universidad para hablar de judaísmo, como un “ciudadano judío”. Con la solvencia que le es reconocida, Romano es un Goldfarb exacto en sus pensamientos, miedos y certezas. Su actuación es atrapante, con un ritmo aceitado que hace que la puesta mantenga un desarrollo tan dinámico como natural. Ubicado como laico pero con fuerte identidad judía (lo cual no es para nada contradictorio), Romano lleva adelante con prestancia y precisión las propias contradicciones de Goldfarb. Desde la relación con su ex esposa Anita –no judía- y la circuncisión de su hijo hasta lo que implica ser judío y su relación para con las políticas del Estado de Israel, con crítica incluída.
Un cautivante Gerardo Romano para «Un judio común y corriente» |
La semana que viene, cerraremos el análisis del 2015 con cuestiones que nos atañen a quienes estamos del lado de la escritura……