El pasado sábado, tuvimos la chance de ir a ver la presentación de Roger Waters en Argentina. El tiempo acompañó y, si bien llegué tarde al encuentro con mi amigo EFC, pudimos obtener un buen lugar en la platea alta, lugar para el que habíamos sacado la entrada. La gente iba llegando al baile mientras la música de fondo, a buen volumen, amenizaba la espera. En esta caso, destacamos algunas canciones que llamaron la atención como una vieja versión de “Little Red Rooster” a cargo de Howlin’ Wolf, con Eric Clapton en primera guitarra, grabado en el disco en vivo “The London Howlin’ Wolf Sessions”, “Strange brew” de Cream, “Not fade away” de Buddy Holly, “Whole lotta love” de Led Zeppelin y “Maxwell Silver Hammer”, de The Beatles. El único tema que sonará en nuestro idioma será “De música ligera” para después pegar a Sam Cooke, Bob Dylan, John Lennon –“Imagine” y “Mother”-.
El escenario vacío, solo con la pared blanca imponiendo respeto y cierto escalofrío atravesando el ancho del estadio.
El anunciador presenta la próxima iniciación del show de Roger Waters, de manera un tanto fría, para expectativa que uno tiene pero lo que viene es difícil de describir tanto para el fan de Pink Floyd como a aquél que va a ver un show independientemente de la devoción por el artista en escena.
El escenario vacío, solo con la pared blanca imponiendo respeto y cierto escalofrío atravesando el ancho del estadio.
El anunciador presenta la próxima iniciación del show de Roger Waters, de manera un tanto fría, para expectativa que uno tiene pero lo que viene es difícil de describir tanto para el fan de Pink Floyd como a aquél que va a ver un show independientemente de la devoción por el artista en escena.
La iluminación y la escenografía es genial lo cual se destaca aún más por las amplias dimensiones del estadio y la sincronización que tendrá a lo largo del show para la creación de climas y atmósferas. Como no podía ser de otra manera, el recital comienza con “In the flesh” y la parafernalia en todo su esplendor, con un caza incluido que cruza el estadio para estrellarse contra la pared.
El inicio del show basado en un disco que cuenta las pesadillas de Waters ha comenzado. Rogelio se centra en el escenario y comienza a desgranar las canciones de un álbum del cual habrá sido el cerebro pero no realizador total y completo. La actuación e interpretación de los temas es impecable por parte de Waters, más allá de un sonido tan aceitado que dan pie a ciertas dudas con respecto a la interpretación en vivo que haría el bajista.Esta opera-rock atrapa como un espectáculo en el cual las imágenes son atrapantes y el sonido envolvente va creando distintas atmósferas.
Pareciera que un helicóptero está sobrevolando River asi como una ráfaga de ametralladora escupida por un caza pero es todo mérito de la tecnología de punta que está puesta en pos del show.
“Another brick in the Wall” suena con un coro de niños tal como en el disco y en la canción conocida por todos. El maestro de la película, en tamaño gigante, cede ante el canto de los niños de “Maestros, dejen a los niños en paz”. Este es uno de los momentos más fuertes del show y también uno de aquellos en los que la sombra –una apreciación absolutamente personal- de un tal David Gilmour se hace presente.
Esta observación se hace aún más palpable con la presentación de “Mother” en la que Waters afirma tomar una grabación de él de los 80, en guitarra y la mezcla con su performance en vivo, con su acústica colgada de los hombros. O sea, ¿dos Waters para remplazar un Gilmour? ¿El ego de Waters hace que se filme asi mismo cuando cuenta con un guitarrista de muy buen nivel como Dave Kilminster en su banda? Recordemos en este espacio que la banda que toca con Waters está compuesta por los guitarristas Snowy White, Dave Kilminster y G. E. Smith, el tecladista Jon Carin; en el órgano Hammond estará Harry Waters, Graham Broad en la batería y en coros Robbie Wyckoff, Jon Joyce, Pat, Mark y Kipp Lennon. Al respecto, la banda se encuentra ubicada en un lugar central pero detrás de lo que sería “la pared” y Waters unos cuantos pasos adelante. O sea, no es la típica disposición de una banda en un concierto de rock multitudinario. En esto, también hay una forma diferente de encarar la ubicación de la banda.
En “Mother” es cuando se comienza el giro político –aún más notorio de lo que era- con las pantallas mostrando frases como “El miedo construye muros” y niños luchando contra las injusticias o el “Yo no creo ni en pedo en el Gobierno”. Si bien uno adhiere a este tipo de pensamientos y la certeza que los Gobiernos dejan bastante que desear en varios aspectos, lo que no termina de cerrar es para que se reúne Waters con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, si representarían instituciones en las que él no creería.
Hay una dedicatoria a Las Madres de Plaza de Mayo y para Ernesto Sábato, por su lucha por los Derechos Humanos y dice “Nunca más” a todo el horror de lo que fue la Dictadura en nuestro país.
“Another brick in the Wall” suena con un coro de niños tal como en el disco y en la canción conocida por todos. El maestro de la película, en tamaño gigante, cede ante el canto de los niños de “Maestros, dejen a los niños en paz”. Este es uno de los momentos más fuertes del show y también uno de aquellos en los que la sombra –una apreciación absolutamente personal- de un tal David Gilmour se hace presente.
Esta observación se hace aún más palpable con la presentación de “Mother” en la que Waters afirma tomar una grabación de él de los 80, en guitarra y la mezcla con su performance en vivo, con su acústica colgada de los hombros. O sea, ¿dos Waters para remplazar un Gilmour? ¿El ego de Waters hace que se filme asi mismo cuando cuenta con un guitarrista de muy buen nivel como Dave Kilminster en su banda? Recordemos en este espacio que la banda que toca con Waters está compuesta por los guitarristas Snowy White, Dave Kilminster y G. E. Smith, el tecladista Jon Carin; en el órgano Hammond estará Harry Waters, Graham Broad en la batería y en coros Robbie Wyckoff, Jon Joyce, Pat, Mark y Kipp Lennon. Al respecto, la banda se encuentra ubicada en un lugar central pero detrás de lo que sería “la pared” y Waters unos cuantos pasos adelante. O sea, no es la típica disposición de una banda en un concierto de rock multitudinario. En esto, también hay una forma diferente de encarar la ubicación de la banda.
En “Mother” es cuando se comienza el giro político –aún más notorio de lo que era- con las pantallas mostrando frases como “El miedo construye muros” y niños luchando contra las injusticias o el “Yo no creo ni en pedo en el Gobierno”. Si bien uno adhiere a este tipo de pensamientos y la certeza que los Gobiernos dejan bastante que desear en varios aspectos, lo que no termina de cerrar es para que se reúne Waters con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, si representarían instituciones en las que él no creería.
Hay una dedicatoria a Las Madres de Plaza de Mayo y para Ernesto Sábato, por su lucha por los Derechos Humanos y dice “Nunca más” a todo el horror de lo que fue la Dictadura en nuestro país.
En “Goodbye”, los bombardeos que lanzan sus bombas en formas de símbolos referidos a las religiones y a las empresas. De esta manera, la cruz católica, la estrella de David judía y la luna y la estrella islámica serán una de las “bombas” que caigan junto a Mercedes Benz y Mc Donald’s. Esta idea de asociar religiones con empresas da bastante que pensar. Más aún con los fundamentalismos que se aprecian en las tres religiones monoteístas del planeta y las luchas contra sus propios fantasmas internos, de neto corte “occidental” que van desde la pedofilia, violación de derechos humanos básicos, petrodólares, bancos y represiones violentas.
La primera parte del show termina a las 22.30 hs con un intermedio de quince a veinte minutos. Se “anuncia” la reanudación del show y todos vuelven presurosos a sus asientos. Hay más gente de la que debería haber y la chica sentada al lado mio es que lo sufre más porque sus sandalias abiertas no pueden protegerla de los pisotones que se come.
Comienza lo que sería el disco 2, del original, con “Hey you” y “Is there anybody out there”. La pared blanca, devenida pantalla gigante, trae todo lo que ocurre en el escenario asi como da cuenta de distintas partes que se abren para crear otros espacios. Asi se aprecia una especie de living donde Waters canta, para luego cerrarse, en “Bring the boys back home”.
Llega uno de los momentos más emotivos como “Comfortably numb”, un tema fantástico y estremecedor, con la pared pasando de su blanco monocorde a un arco iris en el que la poesía de Waters se aprecia en su punto máximo. Más de uno lagrimea frente a una de esas canciones que nunca pensó en escuchar y ahora, la tiene ahí enfrente. Los solos de guitarra, si bien son muy bien interpretados por Kilminster, vuelve a poner al fantasma de Gilmour sobre el escenario ya que él hacía las voces y los solos pero Waters necesitó de dos personas para remplazarlo. Los solos siguen siendo estremecedores, de esos que te ponen la piel de gallina, haciéndote volar hacia lugares de los más inimaginables de la psiquis de cada individuo que lo escucha. Al sonar el segundo solo, muchos se abrazan con su pareja, otros a si mismos, mientras que están quienes lagrimean o cierran los ojos. Un momento irrepetible que quedará atesorado en aquellos que fueron testigos de esas notas en las seis cuerdas.
Pero “El show debe seguir” que da paso a “In the flesh” que llevará la majestuosidad de la música de Pink Floyd acompañada por la caída de un avión en las pantallas de la pared, luego de haber recibido los impactos de una batería antiaérea.
Aparece la pregunta “¿Hay algún paranoico?” como movimiento previo a otro himno de Pink Floyd. Ahora si, con formato de banda, con todos los miembros juntos, sin la separación que había en el primer acto, suena “Run like hell”, con la potencia de una canción que es otro de los clásicos de la banda.
Son casi las 23.30 hs y el show llega a su fin, con “Outside the wall”. Cae la pared en medio de una multitud azorada por lo visto y lo vivido. Roger Waters saluda a la gente y presenta a su banda.
Ahora quedan por derribar los muros de las paredes internas de cada individuo. Paredes constituídas, en el caso de Waters, por ladrillos ligados a la pérdida de su padre, la alienación del individuo, la guerra, el sistema educativo y la violencia policial. Ladrillos que variarán de acuerdo a la persona y que, de acuerdo a la posibilidad de derribar sus muros internos, los convertirá en individuos más libres.
Surge la pregunta de si estuvimos frente a un recital de rock, una ópera pero creo que lo visto supera cualquier tipo de categoría. No estaba la euforia del hit y la ceremonia recitalera de otros como pueden ser Paul Mc Cartney, Rolling Stones, U2 o AC/DC. Aquí, había momentos en los que la gente miraba y recibía los conceptos e ideas que venían desde el escenario con atención. No había necesidad de pogo o explosiones de aplausos. Iba todo por otro lado, lo cual es más que saludable. Un artista como Waters llevando a cabo su obra maestra enfrente de uno. Más de uno dirá que “sobraban ocho músicos y faltaban tres –en especial, uno-”. Es cierto pero el show de Waters quedará en los libros de los mejores shows en Argentina por su el artista que lo trae y por la obra en si, que es magnifica. Nada más y nada menos que “The Wall”.
Fue una noche inolvidable, ese 12 de marzo. Fue impresionante tanto en lo auditivo, visual y emocional.