Rara como encendida
Con Melina Alcaraz, Verónica Alvarenga, Eduardo Arias, Lautaro Cianci Padoan, Gastón Gatti, Ayelén Gómez, Delia Hou, Victoria Morante e Inés Silvestre. Montaje: Marcela Alonso. Iluminación: Pablo Curto. Diseño y realización de objetos: Andrea Castelli. Video: Fernando Pineda. Sonido: Diego Fernández y Carina Mele. Fotografía: Kicca Tommasi. Diseño gráfico: Natalia Battelini. Asistencia De Producción: Jennifer Yorston. Asistencia de dirección: Carina Mele. Producción: Asociación Para La Promoción. Dirección: Andrea Castelli. Duración: 45 minutos.
Viernes 5 y sábado 6 de abril. La Botica del Ángel. Luis Saenz Peña 541. A las 21 h.
Por Cecilia Inés Villarreal.
La normalidad implica una relación de poder y un ordenamiento que tiene ecos en la medicina psiquiátrica, la ley, la religión y la familia. Este engranaje perfectamente aceitado excluye a aquel que ose salir de la normatividad y lo ubica en los modernos sistemas de vigilancia panóptica como las cárceles, los manicomios o directamente en la lupa del escarnio público (y también privado). Pero, ante todo, ¿a qué se le denomina “normal”? ¿Quién o qué dictamina las reglas de “lo normal”? ¿Se podría establecer un paralelismo con “lo correcto”, “lo homogéneo” y “lo tranquilizador”? Tal como los martillos de Another brick in the wall que marchan acompasados y como un puño, Foucault visibiliza los mecanismos de control de los individuos.
La nueva creación site specific de Andrea Castelli llamada “Carromato Varieté” se llevó a cabo en La Botica del Ángel, el viernes 5 y el sábado 6 de abril.. A pocas cuadras del Congreso de la Nación, este templo original y colorido, alberga la historia cultural argentina desde la década del 60. Músicos, artistas visuales, actores, actrices han dejado su impronta allí. Sus rincones gritan exceso, arte, color y cultura pop; la memoria está guardada allí porque un pueblo sin memoria va derecho al fracaso. Se lo puede visitar en el barrio porteño de Monserrat.
Lo infantil, lo tenebroso y lo pesadillesco se dan la mano en este banquete pantagruélico de pequeños parias, pergeñados por Castelli. Sus cuerpos grotescos y “carnavalescos”, al decir de Bajtín, permite mirar con nuevos ojos el universo y permite comprender la posibilidad de un orden distinto. La exposición es perturbadora por su tono sepulcral. Es la apertura a un mundo de criaturas peculiares que no temen observarnos. La oscuridad es atractiva, allí viven los monstruos con quienes nos podemos identificar. Son homúnculos, seres mitológicos voyeuristas que nos tienden la mano hacia lo inusual. En este gabinete de curiosidades, los fragmentos, lo bello, lo feo y la ambivalencia danzan en armonía. Y la locura es un ingrediente clave. El poeta Horacio Ferrer recitaba “como un acróbata demente saltaré. sobre el abismo de tu escote hasta sentir, que enloquecí tu corazón de libertad, ya vas a ver…”
Como hechicera responsable de este sortilegio, Castelli nos conduce como una flautista hacia la galería de este circo. Es la demiurga y líder de este circo antiguo. Sus criaturas inmóviles resucitarán y recorrerán una de las galerías bajo el cielo estrellado. La noche con su manto será la testigo cómplice de los bailarines y trovadores de este carromato maravilloso. La fascinación por el otro genera una empatía inmediata. Por suerte, tenemos un poco de freaks, anormales y parias. Nuestros actos, decisiones y posturas hablan de uno.
Hay que seguir el ejemplo de una de las figuras circenses más emblemáticas. Colgada del frágil trapecio, su cuerpo elegante parece al saltar, una paloma blanca que, al cielo, con ansias locas quisiera llegar. Ignacio Corsini sabía bien de esto. Hay que atreverse y ser valiente, aunque en el camino nos tilden de raros y sensibles. En estos tiempos violentos, podría calificarse como una virtud. Que los normales sigan su camino y subámonos al carrusel de los monstruos a marearnos, a desarrollar el pensamiento crítico, a discutir, a convertirnos en trinchera.