“El hombre de acero” (Teatro) 

La fuerza del cariño

Dramaturgia y dirección: Juan Francisco Dasso. Actuación: Marcos Montes. Diseño de vestuario y de escenografía: Cecilia Zuvialde. Diseño de luces: Ricardo Sica. Fotografía: Christian Inglize y Laura Mastroscello. Diseño gráfico: Luisina Jacinto. Asistencia de dirección: Ana Schimelman. Producción ejecutiva: Zoilo Garcés. Duración: 50 minutos

Espacio Callejón. Humahuaca 3759. Lunes, 20 h

Por Cecilia Inés Villarreal.

Tener un hijo implica una constelación de responsabilidades, toma de decisiones y conductas que signarán la vida de ese ser humano. Esa persona crecerá con una personalidad moldeada por su entorno familiar y social, además de sus particularidades innatas. El niño será criado por los adultos a cargo. Además, tendrá grupos de pertenencia y un mundo interior donde desarrollar su sensibilidad e imaginación. Los modelos a seguir serán los padres (o madre o padre, según se trate de una monoparentalidad -o no-). Idealizaremos o no, copiaremos los roles masculinos y femeninos, de acuerdo a elaboraciones propias de la maduración psicofísica.

Ahora bien, este es un escenario idílico y cercano para la que escribe. ¿Qué pasaría si todo ese amor y cuidado es franqueado por un muro de silencio? ¿Cómo proceder ante ese mutismo? Marcos Montes encarna a un padre que necesita ser escuchado. Su physique du role es el de un hombre de clase media alta, con un vocabulario refinado y sereno. La casa es amplia, con una vista envidiable hacia un jardín. El ambiente sano y perfecto para un niño. Sin embargo, no todo es lo que parece.

Neo es ese hijo con quien este padre trata de comunicarse, aunque sufre de la condición de autista sin lenguaje. Los intentos son infructuosos, tratándose de una persona neurodivergente. Las variables complejas de franja etaria y condición chocan contra los modos paternos, una generación con características otras. No omitamos agregar los cambios hormonales y la sexualidad que, inevitablemente, despertarán en Neo. Si ya es difícil de hablar de educación sexual con los adolescentes en estos tiempos oscurantistas –demonización de la ESI de por medio-, ni hablar le añadimos la neurodivergencia.

Uno de los personajes más presentes en su ausencia es la madre mencionada en varias ocasiones. Igualmente, este padre lucha por ser mirado y querido . Esto no quita su angustia por la situación familiar. La armadura medieval parece quebrarse, pero ¿se fundirá el acero en su propia desazón? Lo crudo y real, absolutamente descarnado.

La dramaturgia y la dirección están a cargo de Juan Francisco Dasso, quien traduce en el protagonista el espiral de emociones que tiene en su interior. La iluminación- Ricardo Sica- crea diversos efectos de sentido que subrayan los momentos clave de la obra. Con una actuación inolvidable, Montes nos lleva a plantearnos interrogantes sobre las paternidades y maternidades, sobre cómo abordar una crianza diametralmente opuesta a la conocida.

“El hombre de acero” es una pieza teatral incómoda, real, sin contemplaciones. Pone sobre tablas el vínculo de las masculinidades, la sexualidad y la salud mental. Una propuesta que gira sobre temas complejos para abordar, que puede herir susceptibilidades, pero por esa misma razón, es genuino.

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