Ella nombra (Teatro)

Una voz, directa al corazón 

Dramaturgia y dirección: Martin Ortiz. Con Marcela Fraiman. Músico en vivo y música original: Natalia Sordi. Vestuario y escenografía: Jorgelina Herrero Pons. Asesoramiento dramatúrgico: Marcela Fraiman y Cristina Merelli.

Teatro El Crisol. Scalabrini Ortiz 657. Domingos, 18 hs.

Un espacio que podría ser tantos pero sin determinación alguna. Una luz cae sobre su figura iluminando todo el recinto. Ella -que no tiene nombre-, está ahí, en el medio de un living lleno de libros. De más está decir que es una tentación ver los títulos de aquellos desperdigados en todo el escenario. En un momento, dice que va a tomar en consideración las palabras. Pero ojo, a no confundirse, no es una obra con algún tinte semiótico. O si….en tanto las palabras y los silencios tendrán una interpretación y un significado particular el cual impactará de diversa manera a cada uno de los espectadores.


Situaciones de corazones rotos donde el amor podrá ser interpretado y resignificado de diferente forma. Pero será la forma en que se comunican los estados de quienes participan en la relación donde radica una de las tantas virtudes de la puesta. “Es difícil leer un poema que ya fue escrito y que refleja perfectamente como me siento ahora». Con esa idea, esta joven y bella mujer leerá cada poema con pasión y dolor, desarrollando una historia tan próxima que no será extraño ver a más de uno/a mirando a su interior y dialogar con lo visto en el escenario.
Cada poema tendrá su tono preciso para que la puesta tenga un desarrollo armónioso, donde el ritmo es pausado y acorde a lo requerido. Cada palabra, dicha con precisas dosis de sentimiento y dolor -o alegría- calará hondo en todo aquél que desee dejar su armadura de hombre/mujer del siglo XXI y quiera darse un buen paseo, no exento de reflexión y autocrítica, por su propio corazón. Esta mujer no acusa aunque haya «gentes malas» pululando por su vida; tampoco es condescendiente con su situación aunque su propia esencia haya sido maltratada como ese papel que se arroja con dirección incierta. Dice, relata y siente. Lo demás, será cerrado por el espectador, con todo lo que esto implica.

La intimidad del espacio es subyugante. Su vestido etéreo le da un aspecto de sobria fragilidad que cambia en un ápice, para transformarse en una leona herida. La escenografía es austera pero será el piano Roland de Natalia Sordi parte fundamental de la puesta. Su sonido es un contrapunto preciso con el sensible relato de Marcela Fraiman, que es un exacto mix de sensibilidad y realismo frente a los hechos que le toca vivir a una mujer tan entrañable que uno desearía que existiera más allá del texto. La dramaturgia de Martín Ortiz no cae en sentimentalismos de lágrima fácil sino que pone el acento en relaciones adultas donde, en ocasiones, el 1 + 1 no es 2 sino otro tipo de ecuación.

«Ella nombra” es elocuente desde su nombre para un espectáculo donde los distintos caminos del amor se conjugan en el cuerpo de una mujer y llegan a todos/as aquellos que hemos tenido amores, desengaños y también, satisfacciones.

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