Las hambrientas (Teatro)

Al borde de la marginalidad 

Dramaturgia y dirección: Pablo Iglesias. Con Valeria Actis, Camila Palacios y Martin Rey. Diseño de vestuario y de escenografía: Gabriela Delmastro. Diseño de luces: Ricardo Sica. Música original: Leandro Iglesias. Fotografía: Germán Morilla. Diseño gráfico: Estudio Papier, Gonzalo Martinez. Asistencia de dirección: Nadia Albarracín. Colaboración artística: Clara Virasoro.

Buenavia Teatro. Av Córdoba 4773. Sábado, 22 hs.


Hay carne en el ambiente. Tres personajes con sus parlamentos a flor de piel, en medio de un ambiente opresivo. El dolor de ya no ser lo que había sido uno hace un tiempo –no especificado- y la melancolía por una luz que ya no alumbra.

Dos mujeres y un hombre. Relaciones entremezcladas a través de un texto intrigante como el que ha pergeñado Pablo Iglesias para retratar a tres seres (los hermanos Oscar y Ximena, junto con Milagros, esposa y prima de Oscar) en el marco de una situación en la que no hay vuelta atrás. El pasado, pisado pero no olvidado; añorado en sus mínimos detalles ya que permitió conformar una identidad a sangre y fuego.

Cada gesto es simbólicamente representativo. Se está preparando una cena pero la heladera se rompió. La carne está en la mesa al tiempo que un cuchillo es manipulado por quien dice ser el hombre de la casa ante la ausencia de los padres. Esa cena tiene que salir bien porque, de ella, depende el futuro de todos. Milagros debe “dar la talla” –dieta y más dieta- para que la buena suerte llegue a casa, al tiempo que Ximena utilizará sus trucos -mágicos y de los otros, de diferente color-, para el éxito de la empresa. El arte convirtiéndose en una autopista al éxito, sin importar daños colaterales.
El amor –expresado de manera extremadamente particular- atraviesa la puesta más allá del tema de la cuestión de la familia venida a menos. Tres criaturas muy en el borde por lo que necesitan un gesto final de reivindicación (¿) ante un futuro que llegó, y no de la mejor manera. La necesidad de trascender, reverdeciendo los laureles de antaño, es la deuda incobrable de estos restos de familia.

La dramaturgia es atrapante. Es una puesta que tiene un ritmo determinado. Capta la atención y atrapa al espectador hasta el final. Lo hace sin idas y vueltas sino que, tras unos poquísimos minutos de “precalentamiento”, la puesta sube a un nivel de tensión del cual no baja, manteniéndose en una velocidad crucero atrapante, dinámica pero no acelerada. Va más allá del vértigo para adentrarse en aguas tranquilas más no exentas de turbulencias. Esa tensión latente por debajo de un aura de familiaridad. Se arma y desde entonces, no para más. No obstante, cuenta con momentos de humor hilarante que se matizan con otros pero sin cortar la atmósfera de encierro.
La iluminación es otro acierto de la puesta. Mantiene esa opresión sin que conspire contra el ambiente que ha creado. Inclusive, lo enriquece permitiendo que la abstracción con la cual juega la puesta todo el tiempo, pueda ser comprendida pero sin perder un ápice de su misterio.

Desde otro punto de vista, se podría trazar una relación con la obra anterior de Iglesias, “Imágenes de una novela”, en la que mantenía a los tres personajes, con una luminosidad importante en tanto puesta pero con un clima más onírico y sensaciones más claras y determinadas. Con su reciente puesta, Iglesias realiza una especie de “lado B” de su obra anterior o, lo que es aún mejor, no repite lo “probado” para intentar un nuevo camino, aunque manteniendo las estructuras que son sus marcas de identidad. 

«Las hambrientas” invita a un viaje al interior del campo argentino, de la mano de tres seres que darán una muy rica y sutil mirada, no exenta de sordidez, de aquello que se ha denominado “relaciones familiares”.

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