“Los gestos bárbaros” (Teatro)

El horror de ser familia

Autoría: Juan Ignacio Fernández. Con Valentina Bassi, Francisco Bertín, Matilde Campilongo, Laura Novoa e Ignacio Rodríguez De Anca. Diseño de vestuario: Lara Sol Gaudini. Diseño de escenografía: Marcos Di Liscia. Fotografía: Nacho Lunadei.Diseño sonoro y música: Daniel Melero. Sonido: Nicola Carrara. Diseño De Iluminación: Alejandro Le Roux. Diseño gráfico: Diego Heras. Asistencia de dirección: Marcelo Fabroni y Juliana Ianniccillo. Producción ejecutiva: Yanina Martino. Dirección: Cristian Drut. Duración: 60 minutos.

Hasta Trilce. Maza 177. Miércoles, 21 h.

Por Mariana Turiaci

Emilia tiene un accidente camino a la casa de su familia, de la cual se marchó quince años atrás. No se conoce el motivo de su regreso ni por qué llevaba un colchón en el auto. Tampoco puede recordarlo. Será a partir de este hecho en que la aparente calma del hogar se trastocará por completo.

Así comienza Los gestos bárbaros, de Juan Ignacio Fernández. Como en casi toda familia, las heridas están a flor de piel y bastará una palabra, un gesto o una mirada para que salgan a la luz y sigan doliendo como siempre. Tal es el caso de la situación del padre, cuya ausencia es una gran presencia.

¿Qué es lo que dispara la vuelta de esta joven? ¿Qué es lo que no se dice? El largo proceso de recuperación la enfrenta a un elenco familiar bastante particular. Una madre alterada (Matilde Campilongo), un hermano mayor candidato a ser intendente del pueblo (Ignacio Rodríguez De Anca), el descarrilado hermano menor (Francisco Bertín) y la desbordada cuñada que acaba de tener un bebé a quien parece temerle (Laura Novoa).

Paralelamente a los vínculos filiales, la maternidad es otro de los grandes temas que atraviesa el texto. Como dos caras de la misma moneda o como puntos de partida y de llegada, una mujer con hijos que ya se han independizado y otra que acaba de ser madre muestran las complejidades del maternar. Vemos así una dramaturgia honesta que dice que lo tiene que decir sin eufemismos y que deja en el aire algunas preguntas: ¿qué sucede cuando la maternidad no es deseada? Y, al mismo tiempo, cuando es anhelada ¿acaso no duele? ¿No nos enfrenta a los peores fantasmas? ¿Cómo se resignifica el gesto de parir, -quizá el más sagrado-, cuando los hijos crecen? Todo, en una atmósfera extraña, donde el peligro está siempre latente, con esa tensión de que algo puede explotar en cualquier momento.

En el marco de las actuaciones, hay una poderosa particularidad en cada una que, en conjunto, construyen esta inquietante y siniestra familia que vive en un clima de constante estrés. Un elenco de lujo, en el que se destacan Laura Novoa y Valentina Bassi. Esto se complementa con una escenografía que, simbólicamente, da cuenta de los lazos rotos, entrelazándose con los juegos de luces y de sonidos. Pero la puesta no sería todo esto sin la detallada dirección de Cristian Drut, quien encontró el ritmo justo para mantener la zozobra a lo largo de toda una pieza que funciona con la precisión de un reloj.

Dolores, ausencias, muertes, vínculos rotos, reproches, silencios, expectativas no cumplidas, deseos insatisfechos, amor, desamor, violencia contenida. Si todo esto implica ser una familia, Los gestos bárbaros ensaya una inquietante variación poniendo en el centro el horror que habita en cada una.

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