Bajo once metros de cemento (Teatro)

La que vio todo
De Claudia Carbonell, Alejandra González. Con Matilde Campilongo y Georgina Rey. Diseño de vestuario: Mariana Oliva. Diseño de escenografía y de espacio: Claudia Carbonell y Majo Crivella. Diseño de luces: Gustavo Dimas Garcia, Realización de escenografia: Majo Crivella. Realización de vestuario: Manuela Gonzalez. Música original: Analía Rosenberg. Fotografía: Marcela Gabbiani. Asistencia de dirección: Maria Horton. Dirección: Claudia Carbonell.
Teatro El Tinglado. Mario Bravo 948. Domingos, 19.30 hs.
Dos mujeres que son una. Que van y vienen del pasado al presente pero con un futuro –si es que hay tal- lleno de dudas por todo lo vivido. Ella es Traudl Junge, la secretaria de Hitler, que lo acompañó en sus últimos días, en Berlín, antes del suicidio del dictador. Ella, que lo nombra como “Él”, se desdobla para cargar con el peso de haber estado y las dudas frente a una situación tan fuerte como inenarrable. Su postura frente al horror aparece con preguntas que surgen desde la inconciencia de quien no estaba preparada para ser testigo de hechos que la sobrepasaban. Se plantea y se culpa, se enoja y se recrimina pero en tanto oposición a Sophie Scholl, la líder de la Rosa Blanca, movimiento estudiantil opositor a Hitler. Esos interrogantes golpean en la realidad en tanto culpa, omisión e ignorancia. Porque cuando las fronteras entre la complicidad y desconocimiento -y en algunos casos, llegando al colaboracionismo- se borran, es porque la sociedad ha caído en niveles subterráneos de bajeza.
El desarrollo de la puesta es atrapante e intenso. Sin prisa pero sin pausa, la fortaleza del texto da cuenta de las contradicciones que vivió esta joven –un poco como metáfora del pueblo alemán-. En una puesta muy bien desarrollada, con una iluminación logradísima en la creación de ambientes y climas, la dramaturgia toma un hecho real para crear al Jeckil & Hyde de Junge pero sin caer en moralejas ni moralinas. El relato oscilará entre la ironía y lo burdo, sin perder el ojo en el respeto que amerita el tema pero abordándolo lejos de la solemnidad y el manto de seriedad que, muchas veces, conspira contra este tipo de obras. A esto ayuda la doble interpretación de Traudl Junge que hacen Georgina Rey y Matilde Campilongo. Ambas plasman sobre tablas la pasión y la vida de la joven en distintos momentos de su vida con excelencia y sapiencia. La forma en que se desdobló al personaje es otro mérito de la puesta debido a que brinda mayor cantidad de matices con los cuales se puede abordar el tema. Por otra parte, no se queda en el relato frío de los acontecimientos sino que, gracias a su originalidad, se incorporan a una dramaturgia fuerte y rica.
“Bajo once metros de cemento” abre variadas aristas de discusión que van desde el hecho de la muerte en sí hasta la posición del individuo frente al horror, pasando por la banalidad del mal y la autoindulgencia de las personas pero siempre con la gran virtud de convertir el hecho teatral, tomado de la realidad, como punta de iceberg para que la conciencia haga lo suyo en el corazón de los espectadores.

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