“Menos detalles” (Teatro)

Arte puro frente a lo inevitable

Guion y dirección: Gustavo Tarrío. Con Carolina Saade y Gerardo Porión. Diseño y realización de títeres: Gerardo Porión. Diseño de iluminación: Fernando Berreta. Música original: Pablo Viotti. Autoría de canciones: Gustavo Tarrío y Pablo Viotti. Diseño de arte y vestuario: Paola Delgado. Diseño de movimiento: Milva Leonardi. Realización de plataforma y zaranda: Agustín Valle y Francisco Arando. Diseño gráfico: Trineo. Comunicación: Rebeca Crespo Díaz. Fotos: Nacho Lunadei. Fotografías de escena: Lau Castro. Asistente de dirección y escenario: Julián Giménez Zapiola. Producción general: Rocío Gómez Cantero y Valeria Casielles. Historia original: Rocío Gómez Cantero. Duración: 60 minutos.

El Galpón de Guevara. Guevara 326. Miércoles a las 20:30 h.

Suele decirse, como si fuera una sentencia de un tal Perogrullo, que “los viajes se saben cómo empiezan, pero no como terminan”. Esta frase es tan extensible a una guerra o al amor pero nos centraremos en la travesía que tuvieron una madre y una hija hacia Europa, para pasar un tiempo juntas, algo que se debían, cortesía de la vorágine en la que se vive. Lamentablemente, vuelve una sola de ambas, ACV de por medio.

El ciclo de la vida se hace presente de la peor forma posible en la existencia de Rocío Gómez Cantero, cuya historia original es el puntapié inicial para una puesta tan original como atrapante. La creatividad de Gustavo Tarrío no le quita un ápice al drama, pero lo lleva por otros rumbos que implican una reflexión sobre lo acontecido, lo vivido y ese porvenir que “ya está por venir”, después de lo ineludible. Es más, se aleja de la tristeza lacrimógena de las sociedades occidentales para dar una vuelta de tuerca a esa partida pero desde otro lugar.

Un gran mérito de la concepción realizada por Tarrío es su posicionamiento en un lugar de sensibilidad cautivante, un tanto alucinógena que es empática y cómplice. Se desmarca de cualquier tipo de esnobismo o «intelectualización» de la emoción. Resignificar sin banalizar, un acontecimiento doloroso, que deja huellas y marcas pero que, en la mayoría de los casos, cicatrizarán de alguna manera. «Vivir solo cuesta vida» es la máxima ricotera que no pierde vigencia ni credibilidad por más años que pasen.

A través del teatro de sombras, de objetos y canciones con arreglos especiales, la acción adquiere una atmósfera envolvente e intrigante. Podrá aparecer una máscara Alien para configurar la maldad que nos rodea y con la cual debemos luchar, aún sabiendo que es una batalla perdida. Pero será en ese “mientras tanto” en que se llegue al final de la contienda, donde residirá lo más rico del proceso. La vida misma. Por tal motivo, tendrá tantos matices y luces así como instantes de oscuridad.

El espacio es amplio pero bien ocupado en tanto su utilización. La iluminación juega su propio partido el cual gana por goleada por el estupendo trabajo realizado. La creación de climas y ambientes brinda un marco preciso para el devenir de los hechos. Un aura de lisérgica catarsis atraviesa el escenario pero ojo, a no confundirse. Es una de las tantas formas en que el dolor puede manifestarse y, por qué no decirlo, también paliarse. Habrá muchas -demasiadas- formas de hacerle frente como personas sufriendo y no siempre será de la manera más sana. Al fin y al cabo, el duelo debe hacerse….como sea.

La aparición de los títeres y su manipulación son fundamentales para el relato en tanto creación de sentido así como en el linkeo con la fibra más íntima de los presentes. Más aún si tuvo que pasar algo similar a lo sucedido sobre tablas. Nadie mejor que Gerardo Porión para llevar a cabo semejante tarea, gracias a su vasta experiencia y sagaz e inventiva. Por su parte, Carolina Saade carga sobre sus hombros el relato de lo sucedido. Su voz es clara y sentida, tanto para actuar como cantar. Más aún, con ese vestido estilo PJ Harvey en el que logra uno de los momentos más profundos de la puesta. 

Se apagan las luces y el aplauso es casi inmediato. “Menos detalles” es de esas puestas que estallan cuando menos se espera. El mecanismo de relojería del impacto frente a lo inevitable no es perfecto. Eso si, allí estará el teatro para ayudar, sentir y curar. Arte en estado puro, del que conmueve y sana.

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