“Museo Beresford” (Teatro)

Lo que fue y lo que será

Dramaturgia y dirección: Martin Ortiz. Con Daniela Catz, Luciana Dulitzky, María Forni, Mario Petrosini y Cristian Sabaz. Maquillaje: Ana Belén Fajinas y Silvia Zavaglia. Diseño de escenografía: Jorgelina Herrero Pons (Adea). Realización de vestuario: Soledad Saez y Titi Suárez. Diseño De Iluminación: Eduardo Safigueroa (Adea). Fotografía: Nacho Lunadei. Fx: Federico Ransenberg. Diseño gráfico: María Forni. Asistencia de dirección: Keila Reynoso. Producción artística y ejecutiva: Alejandra Garcia. Duración: 70 minutos.

Centro Cultural de la Cooperación. Av Corrientes 1543. Sábados, 22.30 h.

Si hay una frase que no pasa de moda es la de un tal Marx que sostiene que “La historia se repite primero como tragedia y después, como farsa”. En el caso de la Argentina, termina siendo un loop constante de descalabros, más allá de las buenas intenciones que se tengan. Siempre bajo la mirada del colectivo denominado “pueblo” que elige los destinos del país.

Martín Ortíz pergeñó con «Museo Beresford», una fábula tan atrapante como corrosiva que va del humor a la observación aguda sin escalas, de manera armoniosa. Todo comienza en 1806, con un balcón y un matrimonio que espera la llegada del invasor inglés para recibirlo de la manera que corresponde: con un baldazo de aceite hirviendo. Un recorte breve a nivel temporal que antecede a la acción propiamente dicha que desembarca en la actualidad.

El relato juega con la vida, la muerte y la manera en que los/as difuntos/as siguen hablando después de haber partido de esta tierra. No pueden descansar en paz si no logran saldar algunas cuestiones pendientes de su transito por este mundo. Por este motivo, Justina deambula por la casa que comparte con Clara, a la espera de sus sobrinos Peteco, Neneco y Titína para resolver temas referentes a la sucesión de esa tía que pasó a mejor vida.  

El texto es rico en sus planteos los cuales son abordados con seriedad y humor. Desde la lupa puesta en aquella institución tan sobrevalorada en su impolutez como es la familia, -primer AIE (Aparato Ideológico del Estado) al decir de un tal Althusser-, hasta cada una de las intervenciones de los personajes. El dibujo de los mismos se linkea con la realidad de un “pasado” y un “presente” que duele, con un «silencio atroz» de por medio. Los sobrinos, parapetados en la trinchera familiar, chocan con una Clara que se ancla en el siglo XXI.  El trazo grueso en su concepción permite la risa irónica y la carcajada histriónica. Más aún con las particularidades de los tres «herederos», con secretos y vaivenes incluidos. Deseos y fantasías postergadas que piden pista en la actualidad. Todo habilitado por este grotesco 2.0 que concibió Ortiz.

Justamente, la calidad de la pluma de Martín Ortiz es la base en la que se asienta la puesta. Pone la comicidad al servicio de una idea revestida de arte teatral. La hilaridad seguida de la pregunta respecto a la misma y/o el fácil reconocimiento de algún hecho o persona, en el mismo escenario. En un mix de jocosidad e ironía, las alusiones a la historia argentina son más que apreciables y se extienden a la coyuntura actual. Esos complejos de «conciencia limpia» de quienes no se hacen cargo de nada siendo responsables de todo, matizado por la tan mentada «conciencia de clase». De ahí que algunas de las ideas sostenidas por algún miembro de la familia impliquen escenas de liberotarismo explícito.

La escenografía es la adecuada a lo requerido en tanto tiene su lugar en el tiempo sin que haya saltos que retrasen el desarrollo de los hechos. Lo mismo ocurre con el vestuario, siempre con una iluminación acorde. A nivel actuación, el elenco es de probadísima calidad, con intérpretes de importantes pergaminos, siendo el «Peteco» de Mario Petrosini el personaje que despierte sentimientos variados y diversos en la platea.

“Museo Beresford” llama a la risa no exenta de reflexión y autocrítica (y viceversa) sobre la historia del país y un presente complicado. La mirada futura queda con un signo de interrogación pero eso será para otros aspectos a desarrollar. El teatro siempre está presente, en los lugares que sea necesario, para resistir con cultura y creatividad, los embates de políticas desquiciadas con cómplices varios.

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