Actor de vasta trayectoria y reconocida calidad, forma parte de dos proyectos ricos y disímiles como “Clase póstuma” en el TGSM y “Museo Beresford” en el CCC. Café de por medio, Mario Petrosini no deja tema por tocar. Su relación con el maestro Juan Carlos Gené (a quien homenajea en la puesta del San Martin), cómo es hacer una comedia histórica con el público sin saber si se tiene que reír, el rol del docente de teatro y más.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal.
-Mario, contame como surge el proyecto de “Clase póstuma”.
– Hay algo muy entrañable porque muchos de los que estamos trabajando ya nos conocemos. La obra es un homenaje a Juan Carlos Gené que fue mi maestro. Fui, como dice la obra, su aprendiz. Estuve mucho al lado suyo. Desde los cursos de actuación en los 90 y luego, durante la primera década del siglo, acompañándolo de distintas maneras. Primero, como su asistente personal (yo no tenía trabajo y me contrató. Fue muy generoso). Después, trabajando como actor, hice “Todo verde y un árbol lila”, en el Cervantes.
– Tenias un vínculo próximo con Gené….
– Si, lo cual me implicó un crecimiento muy fuerte como actor. En “Clase póstuma”, hay otros ex alumnos como el propio autor y director Alejandro Robino y Celeste Gerez que participó en dos o tres años de sus últimos cursos. Todo esto hace entrañable al proyecto. Es muy lindo este trabajo porque “jugamos” todo el tiempo. Además, hay algo muy profundo e interno, que se sublima en el espectáculo. Es la despedida del maestro. El soltarlo, putearlo o enterrarlo para volverlo a revivir en las preguntas que uno se hace. Esto, para mí, fue súper movilizante.
– Es muy interesante el abrir la clase al público y la forma en que los espectadores se van enganchando….
– Sí, creo que este es uno de los puntos fuertes. Más si la persona nunca hizo una clase de teatro o no entiende lo que es “aprender a ser actor” y actuar. Es una mirada importante la que nos convoca. Cuando ensayábamos, teníamos una expectativa de público que -pensábamos- podían ser “oyentes de la clase”. Incorporarlos desde ese lugar, del “voy a ver de qué se trata”. Hoy tenemos una primera fila que es muy interactiva. En las últimas funciones, ante algunas preguntas del maestro, querían responder. Esto nos da la pauta de que el público sigue muy atentamente todo, a pesar de que algunas definiciones pueden tornarla ardua, en tanto aprender el concepto usado.
– Gusta el tipo de puesta…
-… como si fuese un cuadrilátero en el que el mismo público se ve todo el tiempo. Eso hace que, de alguna manera, se concentre en el medio, favoreciendo el vínculo con el espectador. No es una obra solo para los que entienden o quieren saber de teatro. Mirá, tengo una amiga que es budista y me dijo: “Esto es budismo puro”. Vio la obra desde ahí. No sabe nada de teatro o de cómo es una clase y descubrió que había un saber que tiene que ver con lo humano que es muy similar a lo que ella profesa en su creencia.
– El público es aleatorio también, ¿no?
– De repente, el vuelo que puede tener cada uno con una experiencia que no conoce, tiene que ver con las preguntas que se hace. La obra tenía un costado existencialista muy fuerte, que es lo que puede enganchar a la gente. Le dije esto a Robino cuando me llamó. Me dijo que “sí” y que se había hecho cinco de las siete preguntas existenciales básicas, desde una clase de teatro. Esto de “la acción”, el hecho de “qué hago”, el “hacer” esto de las circunstancias y el tener en cuenta el contexto en el que me muevo, el propósito en tanto el ¿para qué lo hago? Todo esto tiene mucho que ver con la vida y no solo con el teatro. El sistema de actuación, -al menos, el imperante-, tiene que ver con el realismo y el vivenciar lo que te pasa arriba del escenario. Lo que te pasa, transmitirlo. Los espectadores, al estar tan cerca, lo agradecen al final.
– Se nota en el aplauso en general.
– Si, pero también estuvieron cuidados por la puesta en el sentido de incluirlos, pero sin estar permanentemente insistiéndoles en su rol participativo. Si quieren, participan y si no quieren, no. Tienen su mirada y eso nos interesa mucho. El otro día, me pasó algo muy loco. Después la función, estaba hambriento. No llegaba a casa y fui a Guerrin a comer dos porciones de pizza, con una gaseosa, de parado. Se acercó un señor y me dice “Hola, yo soy Roberto. Acabo de ver la obra, ¡qué maravilla! ¡Y verlo acá…!”. Nos quedamos charlando y me contó que había ido con un grupo de teatro ya que él también estaba estudiando, a sus setenta y pico de años. Había empezado hace poco y estaba maravillado con lo cual, la obra le abrió otro mundo distinto a la clase de teatro que toma en un centro cultural. Era la idea de un maestro, que es algo sagrado, relacionado con el ritual. Me dijo que va venir con su grupo. Se sacó una foto conmigo, pero este tipo de cosas, no me pasaron con otro trabajo. Se ve que le llegó a un lugar muy profundo.
– El uso de las “cuatro caras” logra intimidad. La famosa ceremonia teatral. El rito logró un pequeño milagro, ¡que no suene ningún celular!
– No, ¡pero se escucha que se caen! (risas). Con respecto a lo que decís del ringside, tiene que ver con el origen del teatro y eso de “concentrar”. El hacer un centro es el origen del ritual que cobija y protege al espectador. De ahí viene que el teatro se relacione con “lo sagrado”. Fue un hallazgo pensar la puesta así. Se armaron algunas gradas y se logró. Es un espectáculo que no solo habla del rito teatral, sino del humano. Es ahí donde engancha con el público llamémosle “virgen de clase de teatro”.
– Siguiendo con esta temática del rito de la gente, hay un maestro y ahí te tengo que preguntar por tu vínculo con Gené. ¿Qué sentiste la primera vez que leíste el texto?
– Robino escribió la obra apenas murió Juan, en el 2012, justo el día de mi cumpleaños.
– Que lindo momento…
– Claro…Del velatorio nos fuimos a una parrillita a festejar un poco con toda la carga que puede tener eso. Mis amigos posteaban, por un lado, “Feliz cumpleaños, Mario” y por el otro “¡Querido maestro, se lo extraña!”. En ese primer momento, cuando la leí, me emocioné mucho. Sobre todo, al ver que uno de los personajes era yo. Pensé que había que hacerla, pero también la sentí como un ritual nuestro. Tal vez, por eso se demoró tanto en hacerse. Era un momento íntimo y había que “soltar al maestro”, el pelearse con él, pero bien…Esto lo dice un poco la obra. Lo que dejó como impronta y lo que uno, no va a estar de acuerdo y nunca vas a estar. Me encantó la primera escena cuando le discuto acerca de la técnica de explicarle a un alumno. Yo no haría eso, de esa manera. Para mí, eso no es explicarlo, pero Juan tenía esa forma. Era muy efectiva, aunque propia del estilo de un señor del siglo XX que también se fue aggiornando…
– “Old school” ….
– Exacto, de esa “vieja escuela” que tiene cosas para ir repensando. Para eso, estamos nosotros. Lograr ser igual de efectivo, pero teniendo en cuenta que estamos en un momento en que el trato debe ser más inteligente que temperamental.
– Se entiende…
– Ese temperamento realmente te llegaba. Sentías que no eras para esto y te ibas deprimido a tu casa. Te hacían dudar y que tenías que dedicarte a otra cosa, pero ¡volvías! Esto también se ve en la obra. La persistencia en esta profesión. El confiar en que vas a llegar en algún momento a algo, poniéndote tus propios metas de éxito. Realmente mucha gente se va. Esto que dice un poco Violeta (N de R: personaje interpretado por Natalia Santiago), que le rebate el maestro, en que ella podría elegir otra cosa y él dice que no. Que es una actriz y que está constituida como ser artística. Entonces, es ineludible.
– Algo distinto al ser de una azafata, un camarero o un abogado.
– Tal vez hay algo más a fondo en esta profesión que tiene que ver con un pacto con el alma y no con la conveniencia. Cuando se dice que, muchas veces, el pago no es condición indispensable para nuestro trabajo, es verdad. Hacemos teatro porque tenemos tantas ganas hacer una obra…Queremos realmente dársela al público y no cobramos ensayo. Incluso invertimos. En el circuito independiente se da permanentemente eso. Por tal motivo, creo que es uno de los circuitos que más hay que apoyar porque están dando unas cuantas perlas. Hay talento y experimentación, con una profundidad que el comercial en general no puede dar porque está pensando en otra conveniencia. En cambio, el oficial tiene tiempos distintos, pero se pueden lograr cosas importantes.
– ¿Hasta cuándo sigue la obra?
– Tenemos contrato hasta agosto. La gente está respondiendo muy bien. Las funciones están vendidas. Por supuesto que hay días que el público está más cálido y otros en que, quizás mira desde el lugar del que está pensando…cada cosa. El aplauso final es muy cálido y muy abrasador.
– ¿Qué te dice la gente cuando termina?
– En general, que la obra los entretuvo todo el tiempo. Es algo común en todas las personas, desde gente que es de teatro, muy firme en su convicción y gente que no es del palo teatral. Algunos se pueden perder por no conocer la terminología o las palabras, pero lo relacionan con algo suyo. Al hablar de teatro, se habla de la vida. Esto viene desde los antiguos pasando por el teatro isabelino, Shakespeare. La idea de “el espejo” también aparece en la obra, en tanto lo que nos pasa en la sociedad, en la vida y en el mundo. Entonces, hallan el camino. La verdad, es para todo público. Incluso algunos niños que han venido….
– ¿Si?
– Si, y se han quedado maravillados cuando se hacían las escenas y con toda esa magia del teatro. Veían con mucha intensidad el segundo conflicto de la obra, que es “si esto es un sueño, ¿qué va a pasar cuando se termine de soñar?”.
De teatro en teatro.
– Terminas “Clase póstuma” en el San Martin y cruzas la calle Corrientes al CCC….
– Salto el cantero literalmente porque es la manera más rápida de llegar. Entroy me maquillo porque ahí hay una tuneada importante para mi personaje.
– ¿Cómo definirías a “Museo Beresford”?
– Es una comedia que, si fuera al revés con los horarios no se si lo haría pero terminar así, con una sonrisa el sábado a la noche, me resulta muy gratificante. Por otra parte, Peteco, mi personaje no es solo divertido. Me da una libertad creativa basada en muchos modelos de gente que hoy hay circulando en la vida política, social y mediática. Es un “homenaje” a cada uno de ellos y es una manera de exorcizarlo todo.
– ¡Miralo a Peteco…!
– Sería esa rancia aristocracia ciudadana con campos y tierras heredadas, que tiene una mirada del mundo muy distinta del común denominador del pueblo. Entrar en esa idea, protegido por la comedia, me encanta. Me da como una posibilidad de volar hacia un lugar nuevo como personaje.
– ¿Sería un villano?
– ¡Qué buena pregunta! Creo que es visto en su desvalor en la obra, pero muchas veces la gente se ríe…A ver, para dar un salto progresista, primero hay que pensar de manera fascista para anular esta idea. El ser humano tiende a decir “esto es mío” pero superarse es irse hacia el otro. Conectarse con eso, hace que la gente se ría, desde ahí. Para mi, es muy exorcizador el personaje. Es un medium que permite a la gente sacarse al «fachito» que lleva adentro. Sobre todo, la clase media que suele ir al teatro. Más aún en esta ciudad. Exorcizar eso, en un personaje, me encanta. En términos futbolísticos, “me banco la marca”. Me gusta que reverbere por ese lado.
– Esto lo trabajaron con Martín Ortiz…
– Con Martín trabajamos mucho en todos los personajes que son bastante extremos, para llevarlos a un lugar de cierta calidez humana. Si no, eran muy estereotipados. Por cómo está escrita, es un cambio en la dramaturgia de Martín. En los ensayos fue encontrando un estilo que está dando sus frutos.
– Hablando de la escritura de Ortiz, en “Museo Beresford” fluye el texto. Es histórica, te divierte con un mensaje determinado, pero con una armonía y una cadencia por demás elogiable.
– Martín realizó un trabajo muy interesante en el que inclusive, escuchó opiniones desde adentro. Esa es una de las grandes condiciones positivas que tiene Martín. No es “soy el dueño de la obra” como dramaturgo. Escucha mucho y esto le da la fluidez. Trabaja en los lugares en donde a nosotros, los actores, se nos hacía complicado encontrar algo. Esto hizo que, en algunos momentos, decidiera cambiar el texto o anular alguna parte de la escena porque era redundante.
– ¡Qué bueno eso!
– Si. Cada vez usa mejor esa confluencia de dramaturgo-director. Después, está su temática de revisar la mitología argentina de una manera que no carga las tintas. Permite hablar de comportamientos o te hace pensar algún factor que nos condiciona como argentinos y ciudadanos. Esa puesta en cuestión siempre es cálida porque no le dice al espectador “Tiene que ser así”, si no que te lo deja ahí. “Elabóralo…”. Quizás, fue más a fondo aquí, por ser una comedia y las resoluciones que le fuimos encontrando. Iba a terminar de una manera pero se dio cuenta que tenía que ser de otra, cuando escuchó la obra. Está bueno que tengamos al dramaturgo de director. Le debe pasar a Daulte o Spregelburd, cuando dirigen. Escuchan la obra y hacen algo para que funcione dramáticamente. Quizá se la bancaba, pero “había que verla en el papel”. Bueno, Gené decía eso. Cuando le presentaban una obra, decía “Mira que te voy a dar una devolución –¿viste que hablaba de “tu”?- de lo que yo piense de lo que me das”.
– ¡Agarrate!
– “Y ten en cuenta que el papel resiste todo”. Está bien que, por ahí todos los actores estén volando durante media hora. ¿Y después?. Esto se ve mucho en “Clase póstuma” en tanto la práctica en el escenario. En el caso de Martín, es la tercera obra consecutiva en la que participo. Vi el proceso de “Cisneros”, “La noche se está muriendo” y ahora “Museo Beresford”. Es un gran crecimiento para él. Me parece maravilloso y me alegra porque es un amigo.
– Es de las pocas obras en cartel, hoy por hoy, que tiene ese mix de carcajada, de sonrisa irónica y el tercer paso que es ¿de qué me estoy riendo?”
– Si, se notan esas risas. Con mi personaje, están estas tres risas que mencionas por las cosas que dice, cómo lo dice y qué hace con eso. Especialmente esa de entender lo que se está diciendo. Hay que reírse un poco de nosotros mismos que somos así de boludos, de torpes e ignorantes o lo que fuera.
Sobre maestros, docentes y enseñanzas.
– Recién hablaste de Gené como docente. ¿Cambió la forma de enseñar teatro hoy en día?
– Me parece que ahora hay muchos docentes y pocos maestros. Eso que vos dijiste de “Old School”. Algunos se daban cuenta que podían transmitir un saber: Gené, Gandolfo, Alezzo, Fernández. Habían sido criados como discípulos futuros de otros maestros. Hoy hay simplemente docentes. Fíjate que hay un auge de la carrera de Docencia o Pedagogía Teatral en la UNA pero también en escuelas como la de Andamio. El título es muy buscado. Muchos docentes enseñan técnicas, pero el maestro te educa con una mirada más oriental de la cosa. Enseña una ética de trabajo. Para mí, Gené fue una especie de «padre» del teatro. Además, tenía una figura muy paternal. Encima, cuando comencé, estaba dando las clases con su mujer que fue mi maestra Verónica Oddó. O sea, eran papá y mamá guiándome en este camino. Lo que aprendí de ellos es imborrable y está en mi cuerpo.
– ¡Me imagino!
– Permanentemente discuto con él acerca de cosas que voy a hacer, asi como tener mi propio criterio. Han cambiado las clases como se dan. Antes era un proceso de crecimiento de cada uno. Ahora es más “efectivo” todo y hay que conseguir “resultados”, lo cual me parece anti artístico. Estoy muy en desacuerdo con todo esto. Por eso, doy clases en dos universidades («Historia del Teatro» en la USAL y “Dirección de actores” en la Universidad de Quilmes), pero no de actuación. Considero a la enseñanza de otra manera. No quiero “licenciados” sino ayudar a encontrar un camino artístico a alguien en la medida que pueda.
– ¿Tus alumnos te van a ver?
– Si si. Siempre van.
– Te fueron a ver en “La noche se está muriendo”
– Si.
– A partir de lo que comentas, de cómo ha cambiado la enseñanza. ¿Cómo ven al profe de Teoría o de Historia del Teatro, actuando?
– Se sorprenden de ver al profesor, con tanta organicidad. Me gusta eso porque soy bastante formal en las clases ya que armo mi propia «puesta en escena». Hago de profesor de Historia del Teatro a pesar de que no soy un catedrático. Tampoco los quiero imitar, pero tal vez es muy serio lo que les doy, aunque vivimos haciendo chistes. Pero cuando ven, muchos se sorprenden del actor que soy
– ¡Ah! ¡Mirá…!
– Y después, bueno, se convierten en fans. (risas). Me siguen mucho, en especial en las redes.
– ¡Qué bueno!
– Sí pero alguno ha hecho una cosa que yo después le censuré que es filmar una clase, subirla en su Instagram y arrobarme. Por eso, me di cuenta. Le dije “¿qué estás haciendo?”. Le pregunte “¿y mi derecho de imagen?”. (risas)
– Los que somos “old school” diríamos “no tenés códigos”…. (risas)
– ¡Totalmente! (risas) Bueno, eso si aprendí de Gené de ser bastante inflexible en lo ético porque le estás enseñando que no todo está bien. No todo comportamiento es positivo en esta profesión. Esto es algo que se dice en la obra, que “profesión” viene del latín “profesar” que es “tener fe en una cosa”. Esta es, justamente, una profesión en la que hay que tener mucha fé en que lo vas a lograr.
– Al respecto, ¿qué buscan los alumnos de un docente/profesor/maestro de teatro? ¿Aprender o quizás ser estrellita de tele, tener alguna herramienta para su Instagram?
– Quieren aprender y ver de qué se trata primero. Si ven que tienen condiciones, hay una bifurcación en los alumnos. Se asustan y empiezan a dejar o lo asumen y se ponen serios con el tema para ir a fondo. Entones, van a las clases para mostrarse para ver si lo elegís para la próxima que dirijas o lo recomendás para tal casting. Se nota en su actitud, la cual me parece bienvenida porque si estás trabajando para eso, no es que solamente lo querés. A veces los desaliento en el sentido que si vos estás trabajando bien, se percibe. Si te quiero elegir, te elijo. No necesitas hacer nada. Es una postura que tiene que ver con la sociedad que somos hoy en día, en que se persigue el individualismo y los logros personales. Prima lo individual por sobre lo colectivo. Por más que los chicos estén metidos en el colectivo, recibieron eso en su crianza.
Actualidad teatral
– ¿Cómo ves al teatro porteño?
– No estoy viendo tanto como para elaborar una hipótesis al respecto, pero de acuerdo a lo que he visto, lo noto “lavado”. Todo lo que se ha probado está….a punto de quedar obsoleto. Siento un poco de eso. No podemos ir con la fórmula que funcionó hace tiempo. Hay que ir por otro lado. Con Martín Ortiz y “Museo Beresford” tratamos de corrernos aunque este tipo de comedia sea conocida. Un poco grotesca, corrida algunos centímetros de la realidad, aunque nos hable de ella. Tratamos de mover un poco el avispero. Me parece que el teatro está tan necesitado de público que, a veces, se “lava” un poco para que sea ATP. Esto, a veces, coarta un poco la investigación, aunque se sigue haciendo en muchos lugares también. Quizás no sea un común denominador de la mayoría de los espectáculos, pero hay algunos creadores que siempre están forzando el límite, buscando una forma. Les puede ir bien o mal pero están ahí.
– Recién relacionaste al teatro con “jugar”. En inglés, se dice “play”. ¿El teatro está dejando de ser “un juego”?
– A veces veo algo que me parece peor, que es que no se entiende el juego teatral. Veo un juego artificial como si nos hicieran creer que hay juego, pero está todo ensayada la coreografía. Ojo, no me refiero a que esté ensayado el espectáculo, si no a que es como una maqueta. La profundidad es el punto. Cuando digo “lavado”, me refiero a la profundidad de los espectáculos. Hay muchos directores efectivos en tanto tienen que ver con el efecto, más que con el contenido profundo de una obra. Hay actores/actrices que interpretan a fondo y les salvan la obra. Me parece que está faltando eso, pero también es lógico por el cuidado que estamos teniendo con nuestro trabajo. Es todo tan fugaz y efímero en materia laboral que puede aparecer con cierto cuidado y temor a arriesgar en cosas que no van a ser taquilleras o bien recibidas. Me parece que es solo un momento porque acá la creatividad estalla.
– Hablando del colectivo teatral, ¿te sorprende que gente del mismo haya apoyado este tipo de políticas en relación con la cultura?
– A ver. ¿Me “sorprende” que haya gente que quiera ocupar un cargo político hace rato y ve la posibilidad ahora de tomarlo? No, para nada. Puede ser hasta legítimo en algunos casos y si es su ideología. El tema es que ésta va en contra de lo que es. Lo decimos en la obra con eso que “ningún artista puede renunciar a su condición constitutiva”. Su constitución existencial, ¿no?
– Hablo con muchos actores, actrices, directores y me dicen “me sorprende, pero no…”. Retomo lo que decías, más allá de que esté extendido a la sociedad, se votó al verdugo.
– Mirá, hasta está la idea de que “es mejor que ocupe yo ese cargo y no un garca”. Soy del palo y no voy a hundir al sector, como si fuese un stopper de las políticas de vaciamiento. Lo cierto es que va a quedar en la Historia que uno participó de una política así. También puede haber algo de eso también. Al menos yo, no me lo bancaría. Después, puede haber alguien que quiera el puesto político y lo piensa desde ahí también. Como actor, tengo el defecto profesional de tratar de entender lo que hace el otro. Entonces, pregunto, ¿qué me moviliza a mí positivamente a hacer eso? Tal vez sea mejor que sea yo que los quiero y no que venga uno que los hunda.
Mario y Federico
– Dos palabras de lo que fue, y es ese clásico de “La noche se está muriendo”.
– Vamos a volver. Tenemos algunas funciones vendidas y cuando termine en el San Martín, haremos una temporada de septiembre, octubre y noviembre. Es una obra que tiene que estar. Nos dio muchas satisfacciones tanto a Lorena Szekely y a mí como a los directores Martín Ortíz y Jorgelina Herrero Pons. No la queremos dejar para nada. Somos un equipo que cuando la puede hacer, la hace. Nos encanta encontrarnos. ¡Es una fiesta! A nivel personal, no me canso nunca de hacerla.
– Te habrán dicho que Federico “se metió” en el cuerpo de Mario Petrosini, ¿no?
– Si, fue muy lindo eso. Cuando vino Víctor Hugo Morales era fue genial. Prácticamente, era mi agente de prensa. A todos les decía que, si hacían la película de Lorca, tenía que ser yo.
– ¡Un divino Víctor Hugo!
– ¡Si! Federico es de esos personajes que te están esperando. Te cambian. Lo que empecé a sentir como actor a partir de Federico fue muy distinto de lo que venía haciendo. Significó una vuelta al juego, pero desde otro lugar. Como si hubiera redondeado el círculo y pasara a otro. Me empezó a cerrar un montón de cosas de mi actuación haciendo Federico. Siempre cuento la anécdota que, cuando empecé a estudiar con Gené, daba las clases con su mujer Verónica Oddó. Hacía entrenamientos físicos muy interesantes para el actor. Cuando entro al primer día de clase -ya había tenido la entrevista con Juan- Gené le dice a Verónica “este es el chico del que te hablé”. Ella me mira y dice “¡Pero claro! ¡Es muy parecido!”. Pregunté a quién y me respondieron “Federico García Lorca”. Para mí, fue como si me hubieran bautizado en el teatro. No sé por qué, pero sentí que el parecido a Federico significaba que estoy entrando en el teatro. De hecho, siempre fantasié al respecto. Me había propuesto hacer algo de Federico, pero nunca me gustaba nada. De repente, apareció esta posibilidad de “La noche” y fue maravillosa. Empezó a fluir todo y el equipo caminaba solo prácticamente. Encontramos un montón de lugares entrañables para contar la historia. Trabajar con Lorena es maravilloso. Es una actriz que todo te lo devuelve y te brinda más. Generamos una química que es la base del espectáculo. Funciona como un corazón ardiente.
Futuro (y pasado) inmediato.
– ¿Vas a dirigir algo próximamente?
– Estoy buscando texto, pero está tan picante en mí el actor que me está costando encontrar. Tengo ganas de armar un proyecto, pero no sé cuál es el texto. Tengo algunas otras cosas como actor, que me están llamando, entonces no sé cuándo podría ser. Me gusta mucho dirigir. Espero encontrar el tiempo, el momento y la manera de congeniar las cosas.
– Si no eras actor, ¿qué hubiera sido de tu vida?
– Periodista, corresponsal de guerra. Me acuerdo que me anoté en la carrera de Comunicación en su momento. Estaba empezando Comunicación Social en la vuelta a la democracia y no me gustó cómo estaba diseñada. Después estudié un poco de Derecho (para satisfacer a mi familia) y Teatro. Estaba en tercer año de Derecho y tenía que rendir Penal, que era anual. La terminé dejando en el último parcial en el que tenía que sacarme un 6, porque tenía un ensayo general. Trabajaba en la AFIP y había pedido la semana por el parcial. Fui a que me firme el certificado de examen.
– ¿Y colgaste todo?
– Si. ¿Te cuento la anécdota? Es mágica. Iba a rendir porque mi vieja quería. El parcial era el viernes a las 7 de la tarde y el ensayo general, a las 8. Llegaba tarde al ensayo general y le cagaba la vida a todos. En la noche del jueves al viernes, a las 3 de la madrugada, estaba en mi biblioteca con estantes bien firme con los libros adentro. La cosa es que se cae un libro al piso de mi habitación. Prendo la luz y era “Las obras completas de Shakespeare”. El libro se abrió en “Rey Lear”. Vi esto y dije “mañana no voy a rendir”. Era fin de año y me fui a la terraza a tomar sol. A las 7 voy y le pido el certificado al profesor para que me lo firme. Ahí le digo que no voy a rendir y que “no voy a ser abogado”. El tipo no entendía nada, los de la primera fila me miraban como si estuviera loco. Me acuerdo que, cuando me fui, llegaba a la puerta y me sentía cada vez más grande. Me sentía como un gigante. Fue una de las decisiones más importantes que tomé en mi vida. Después, fui al ensayo general. Llegué bien. Incluso más temprano por lo que compré algunas galletitas. A partir de ahí, decidí que iba a ser actor. No me veía como abogado. ¡Y eso que me iba bien! El tema es cuando tenés que hacer las cosas en Tribunales. “El mapa no es el territorio”, como decía Gené.
– Te traen un formulario acá y te preguntan “profesión”. ¿Qué ponés?
– Actor.
– Ahora sí, la última. Sí por la puerta de “La poesía”, entrase el Marito Petrosini que estaba esperando para esa reunión con Gené. ¿qué le dirías?
– Le diría que confíe y que sea persistente. Hubo algunos momentos en que no lo he sido y eso me demoró un poco, pero bueno. Cada quien tiene que saber que uno tiene sus procesos y que todo llega en su momento. Le resumiría en la frase de “todo llega en su momento”.
“Clase póstuma”. Teatro General San Martín. Sala Cunil Cabanillas. Miércoles a domingos, 19.30 h.
“Museo Beresford”. Centro Cultural de la Cooperación. Av Corrientes 1543. Sábados, 22.30 h