Un Tato diferente en Caballito
Con Gustavo Javier Fernández, Lucia Loydi, Cali Mallo, Bárbara Mastronardi, Laura Pons Vidal. Diseño de espacio: Graciela Camino y Soledad Chavarría. Diseño de luces: Bernardo Morico. Realización de escenografía: Carlos Lo Bianco. Músico en escena y música original: Diego Demarchi. Fotografía: Yago Loydi Maffei. Diseño gráfico: Cali Mallo. Entrenamiento vocal: Claudia Cantero. Asistencia de dirección: Diana Rutkus. Producción: Lucia Loydi y Diana Rutkus. Diseño de movimientos: Jazmín Titiunik. Dirección de arte: Soledad Chavarría. Dirección: Graciela Camino.
Oeste Usina Cultural. Del Barco Centenera 143 «A”. Viernes, 22 hs.
Que Eduardo «Tato» Pavlovsky ha sido (y es) una referencia para el teatro argentino, no cabe ninguna duda. Al respecto, pareciera que sus textos están a la vuelta de la esquina, para una nueva lectura, con su correspondiente resignificación.
En el caso de “Pavlovsky en fuga”, Graciela Camino tomó tres de sus obras más representativas, tal como es “Potestad”, “Solo Brumas” y “Paso de dos” para crear una puesta tan inquietante como curiosa. Es de esas que les queda chica la aseveración de “me gustó”. Va más allá del tan mentado “gusto” para concebir una puesta que, como mínimo, es inquietante.
En un espacio que parece conformar un mundo paralelo, se suceden distintas acciones que remiten a las obras mencionadas, siempre con el acento en las particularidades de las relaciones de los individuos. El amor-odio que une y repele a almas rotas, como si fueran polos diferentes de dos imanes. Vínculos atravesados por el dolor, la desigualdad y la tortura. Desde el síndrome de Estocolmo que da cuenta de la relación entre un “él” y “ella” hasta la incredulidad de ver como la hija de un médico parte hacia otros brazos ante el descubrimiento de la forma en que el galeno la obtuvo. Esa banalidad del mal enmarcada en una “familiar cotidianidad” que resulta tan sorprendente como reconocible. La manipulación del poder en diversas circunstancias en la relación entre los seres. En tal sentido, las obras adaptadas por Camino son de varios años pero con una vigencia tenebrosa.
La iluminación es parte fundamental para una puesta tan ponzoñosa como exigente en tanto y en cuanto su planteo estético-dramaturgico. Camino no se conformó con hacer una puesta “tributo” a Pavlovsky, con un patchwork de textos sino que emprendió el arriesgado sendero de la creación a partir de los mismos, para darle una nueva vuelta de tuerca en su creación de sentido. De esta forma, se convierte en un puesta absolutamente propia pero sin dejar de lado la pluma del recordado Tato. Siempre con dos personajes relacionándose y llevando adelante determinadas situaciones de fuerte contenido.
Las actuaciones son acordes a lo requerido por el texto, con momentos de lucimiento para cada uno de los actores. El trabajo con los cuerpos es importante en tanto el movimiento establece una relación directa con el texto. Un violín hace acto de presencia mientras que los hechos giran alrededor de los espectadores, que podrán ubicarse tanto en los márgenes como en el centro de la escena.
“Pavlovsky en fuga” revisita tres textos del recordado Tato para crear un nuevo universo. Una puesta intrigante y divisoria de aguas que no pasa desapercibida para quien sea testigo de lo que ocurre sobre tablas.