Pavlovsky en clave “noh”
De Eduardo “Tato” Pavlovsky. Con María Onetto. Vestuario: Renata Schussheim. Escenografía: Leandro Bardach. Diseño sonoro y música en vivo: Tomás Finkelstein. Entrenamiento y asistencia en traspolación de teatro Noh: Daniela Rizzo. Fotografía: Catriel Remedi. Asistencia de dirección: David Subi. Dirección: Norman Briski.
Caras y Caretas 2037 – Sarmiento 2037. Jueves, 21 hs y sábados, 22.30 hs
La propuesta llama a la curiosidad apenas uno lee la gacetilla de la obra. Una nueva versión de “Potestad”, el clásico de Eduardo “Tato” Pavlovsky, dirigido nuevamente por Norman Briski. La novedad era que iba a estar protagonizado por María Onetto en un espacio más grande que la sala del Centro Cultural de la Cooperación, en la que se habían presentado en el 2008 y la utilización del teatro Noh como estética para llevar adelante el proyecto. El interrogante surgía de la combinación de todos estos aspectos. La respuesta es una palabra y describe el desarrollo de la misma: atrapante.
Desde el mismo inicio, el shock es contundente, con el sonido en primer plano. Como si fuera una flor, se abre de a poco pero con el axioma “sin prisa pero sin pausa” como estandarte. En este sentido, el ritmo es dinámico y armónico. Desde el vestuario y el maquillaje de Onetto, propio de la técnica japonesa utilizada para llevar adelante la puesta hasta el recorrido y la forma en que transita el escenario. Es la deconstrucción de un clásico para llevarlo a nuestros días, sin que pierda un ápice de su idea original. El espacio es de amplias dimensiones pero se llena de contenido al instante. Va mucho más allá de la escenografía ya utilizada de dos sillas y el actor en el centro de la escena. Ahora es ella quien cuenta el drama de la partida de su querida hija. No entiende porque pasó lo que pasó.
El texto mantiene la riqueza de siempre en tanto gira en torno a la dictadura militar como la apropiación de niños pero va más allá de esta definición. Es la construcción de un individuo que puede ser el mal y el bien al mismo tiempo. El asesino, el secuestrador puede estar en cualquier lado al tiempo que puede darte la mano y sonreír como cualquiera de nosotros. Los más osados intentarán establecer una relación con lo que Hanna Arendt hizo referencia a Adolf Eichmann (cerebro de la “Solución Final” en la Segunda Guerra Mundial) en su “Banalidad del Mal” cuando decía que el asesino podía ser un hombre común y corriente.
El diálogo con la coyuntura es palpable, sobre todo, en ese complejo de “conciencia limpia” para realizar y justificar las mayores atrocidades, amén de sostener que “lo pasado, pisado” y el repiqueteo de “la reconciliación” aunque la verdad, la memoria y la justicia sean dejadas de lado. Todo en el marco de una adaptación que usa todo lo que tiene a disposición. ¡Hasta todo el set de luces….literalmente hablando! La utilización de la percusión logra un ambiente ominosamente lumínico y tenso mientras se conjuga con el eco de voces y gritos de triste familiaridad.
Por su parte, María Onetto pone voz y sentimiento, amén de su calidad interpretativa para realizar un trabajo estupendo, en otro desafío de su rica carrera. Es quien lleva la obra sobre sus hombros con naturalidad. Su desplazamiento es inquietante. Pone a la platea en un estado de tensión constante. Habrá quien esté sentado en la punta de la silla tratando de ver como se lleva adelante la acción (sobre todo los que conocen la obra) mientras que alguno cerrará los ojos para aprehender más el texto, con la reacción a través de un parpadeo en sintonía con lo que ocurre sobre tablas.
Pero lo realmente destacable será algo que, en un punto, parece una obviedad. Es la tarea de Norman Briski como director. Las decisiones que ha tomado para llevar adelante este “cover” del clásico que ya lo tuvo como factor fundamental. Aquí, hizo algo que siempre se exige de los artistas ya consagrados: salió de la zona de confort y creó algo nuevo. Diferente, osado y riesgoso. Habrá gente que le guste y otra que no, pero ahí está la riqueza de su idea, lejos de una realización de producir en serie, a partir de una matriz (o matrix) determinada. La posibilidad de hablar de nuestra historia pero con otro lenguaje, dentro del mundo del teatro. Briski se reinventa y crea un nuevo clásico de uno que ya era –prácticamente– insuperable. Homenajea a su amigo y colega con una puesta novedosa y arriesgada que no pasará desapercibida.
Al llegar el final, el aplauso es tan sentido como sostenido. Esta nueva versión de “Potestad” ha calado hondo en los presentes, tanto en los que llegan por primera vez a verla como en aquellos que la han visto con anterioridad. La charla posterior a la función será tan rica como inevitable, tanto como la recomendación para verla o repetir la visita al Caras y Caretas de la calle Sarmiento.