Salón Skeffington (Teatro)

Furia, velocidad y teatro


Dramaturgia y dirección: Silvio Lang. Basado en poemas de María Moreno. Con Alejandra Flechner e Iride Mockert. Vestuario: Endi Ruiz. Maquillaje: Lorena Rincón. Fotografía: Nacho Miyashiro. Asistencia de dirección: José María Gómez Samela. Colaboración musical: Guillermo Vega Fischer. Coreografía: Rodolfo Opazo.


La Casona Iluminada. Av. Corrientes 1979. Domingo, 17 y 18 hs.


Pasión y vértigo. Hay puestas que parecen ser una montaña rusa sobre las tablas. Tal es lo que ocurre con el ritmo frenético de los poemas de María Moreno destinados a ser “verbalizados” pero ¿de qué manera? Allí es donde aparece Silvio Lang que sacó de la galera el orden para crear la partitura en la que dos actrices de armas tomar como Alejandra Flechner e Iride Mockert dejen tierra arrasada sobre el escenario.


Palabras y situaciones en formato de puesta no lineal en la que Malon y Dolly escupen textos que pueden detonar en el lugar más inesperado de la percepción del espectador. Serán poemas y canciones que serán interpretados de manera tal que exigirá una definición instantánea en lo que es la recepción del material, sin dar lugar a ningún tipo de medias tintas. Serán dos personajes indescriptibles, escapados de un universo literario que se imponen en un escenario el cual las acoge, arropa y al cual terminan tomando por asalto a través de esos cuerpos furibundos que toman el centro de la escena. Como boxeadoras de estilo agresivo, ocupan el centro del ring -perdón la escena- para dictar condiciones. En el rincón, Silvio Lang diagramando el desarrollo de los acontecimientos.


Con un vestuario y maquillaje recargado, Flechner y Mockert serán las encargadas de conducir un tren con destino de inmolación poética que no dejará nada en pie. Por el contrario, abrirá más interrogantes que certezas. ¿Acaso el teatro es para que te lo den todo servido en bandeja, solo para consumirlo?


La troika Lang-Flechner-Mockert concibió un tsunami de ideas y sensaciones que atraviesan los casi treinta minutos de límite bombón para dejar sin aliento a los que se suban a esa furiosa y ordenadamente anárquica puesta llamada “Salón Skeffington”.

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