Atrapados en la misma red
Dramaturgia y dirección: Pablo Quiroga. Con Nicolás Balcone, Gaston Frias, Berta Gagliano, Alejandro Hener, Manuela Méndez, Agustina Reinaudo y Ricardo Tamburrano. Vestuario: Daira Gentile. Escenografía: Florencia M. Tutusaus. Iluminación: Claudio Del Bianco. Ilustraciones: Pablo Dalio. Video: Juan Pablo Galimberti y Victoria Rossi. Música: Juan Martín Carzoglio. Diseño gráfico: Victoria Vazquez Boero. Asesoramiento coreográfico: Diego Rosental. Asistencia de dirección: Marina Galimidi. Producción: Carola Parra. Duración: 70 minutos.
Teatro Beckett. Guardia Vieja 3556. Domingos, 19 h.
La vida tiene muchas aristas, tal como una secuencia de hechos que se suceden, en ocasiones, desordenados y trágicos. Prácticamente, como si fuera un comic, con su respectiva progresión del tiempo. El gran inconveniente es cuando la historieta que uno dibuja termina yéndose de las manos de su propio creador.
Algo de esto les pasa a Tolosa y Marcos, guionista y dibujante que comparten una habitación en la que desarrollan su actividad creativa en pos de una historieta. Como buenos “luchadores de la vida”, ésta los mira con desdén, poniéndoles más de una prueba, como si fueran unos Job de este siglo. Como suele ocurrir, el proceso artístico es complicado. Más aún con un contexto más que hostil, que se preocupa por minucias del mundo material –como el alquiler- y no por el arte.
En un ambiente amplio y con una iluminación que, de a poco, se convierte en uno de los aciertos de la puesta, la realidad y la ficción se mezclan en un relato que tiene antihéroes de un lado y los deseos de trascendencia épica del otro. De uno y otro lado, aparecen esos “héroes anónimos, guerreros en este lugar” que, tal como en la reconocida canción, están “peleando con el corazón, combatiendo tanta soledad”.
A medida que van pasando los minutos, de a poco se va desarrollando una historia que, de repente, termina explotando. Lo bueno de esto es que, según el ojo y la sensibilidad del espectador podrá ocurrir en distinto momento. Por eso, no será extraño ver a varios sentados casi al borde de su butaca esperando a ver qué ocurre.
El constante devenir de la acción con formato de figura-fondo que intercambia sus roles es, quizás, el punto fundamental que capta la atención generalizada. Los que dibujan y las/sus creaciones. La posesión de la pluma concibe y visibiliza a otro que podrá plasmar tanto anhelos como frustraciones, sin olvidar el soporte en el que se encuentra. De ahí que, trascendiendo los cuadros de la historieta, reflejan la vida misma, con todo lo que esto implica. Eso que reflejaba Charly García con su “Lo que fue hermoso, será horrible después” para ubicar el tiempo futuro de lo que vendrá.
El rompecabezas se arma de a poco y es el texto, ingeniosamente pergeñado por Pablo Quiroga, el que brinda las piezas para su conformación final. La intertextualidad de los tiempos paralelos se la trabaja con precisión y dinamismo, logrando una armonía por demás destacable en el ritmo de la puesta. El elenco brinda los matices necesarios y precisos a personajes ricos en sus respectivas vivencias, con guiños a una realidad marginal que incluye la represión policial, violencia y un ambiente de miseria económica que hace que, en ocasiones, se fuerce demasiado los límites. La legalidad no siempre implica justicia.
Así, tal como empezó, finalizó “Viñetas del mundo roto”. El aplauso es sostenido en tanto se pudo conectar con la obra. Cada quien sabrá desde qué lugar y la medida a tomar al respecto. No sea cuestión de esconder debajo de la alfombra, los sentimientos y vivencias ante un pasado no pisado –y menos olvidado- al cual se le quiere hacer una gambetita corta para tomarlo como aprendizaje y no repetirlo.