En el consecuente balance anual de la actividad teatral del año, tenemos “de todo como en botica”, tal como suele decirse. Teatro comercial, oficial u off, con propuestas variadas, aunque con un claro predominio de puestas “correctas”. O sea, aquellas que «están bien», se dejan ver pero que no sobresalen tanto como para que sean destacadas.
A continuación, seleccionamos varias puestas que realmente llamaron la atención, dentro de una producción que, de a poco, se encamina a los números previos a la pandemia en tanto estrenos.
Iniciamos el recorrido de los destacados del año con “Los bienes visibles”, de Juan Pablo Gómez, que no duda en meter el dedo en la llaga en esa etapa de la vida tan temida y poco abordada, que es la vejez. Gómez busca otros rumbos respecto a lo (poco) planteado a nivel teatral, sobre este tema, con su personal e inquisidora visión de los hechos y las situaciones. Elabora planteos tan sinceros como perturbadores, visibilizando todo lo incorrecto que son los sentimientos cuando hay historias previas de por medio. Los bienes visibles” es una experiencia artística tan completa como perturbadora, que deja mucho para reflexionar sin ningún tipo de prurito. Teatro en estado puro. Sin lugar a dudas, de lo mejor del año.

Otra puesta de enorme calidad fue “Katy con K”. La acción es concreta y dolorosa. Una familia ensamblada vive como pedazos de un rompecabezas lleno de dolor. Una madre que añora un pasado “brillante”, comparte su vida con “la nena” y “el gordo”, sus dos hijos, con sus respectivas particularidades. Tony es el “macho dominante” de la casa. Impone presencia, deseos y caprichos como ley primera. Pero hay que trabajar y/o traer plata a la casa. Sea como sea. Todo en un ambiente ominoso, pesado. Es una incomodidad no exenta de sorpresa, que se hace palpable en la mirada de los espectadores que observan, como voyeurs, una situación que destila marginalidad y sueños truncos. Cautivante e inquisitoria, la puesta visibiliza un contexto que duele, con fuertes raíces en la actualidad.
Con una propuesta absolutamente diferente pero igual de destacable se ubica “Esas que no”. Dos hermanas, con personalidades diferentes, en el contexto de los años 30, buscan su destino dentro del mundo artístico aunque deben cuidar a su madre enferma. Allí juegan su partido la culpa y la pregunta de dónde quedan los deseos personales. Pueden cambiar los tiempos, las décadas, pero los deseos y ansias de libertad y desarrollo personal no cambian. Brenda Bonotto –responsable de la muy buena dramaturgia que se aprecia sobre tablas- y Sol Montero ponen todo arriba del escenario. Actuaciones de calidad a las que añaden interpretaciones vocales excelentes de los tangos que se escuchan a lo largo de 70 precisos minutos de disfrute continuo. Las coreografías son otro punto a destacar al igual que los arreglos vocales.
El Complejo Teatral de Buenos Aires dijo presente con propuestas de calidad. “La mujer fantasma”, “La gran ilusión” son claros ejemplos. En el primer caso, la Compañía T de Teatre de España une fuerzas y talento con el reconocido director Mariano Tenconi Blanco para una puesta en que el vínculo entre el mundo femenino y el teatro, se resignifica y potencia a medida que pasa el tiempo. La España de los años 70 es el contexto para cuatro maestras que se encuentran en instancias críticas de sus respectivas existencias. Circunstancias en que deben, no solo tomar decisiones sino continuar sus propias vidas.
En cambio, “La gran ilusión” es un mix de dos obras de Eduardo De Filippo (“Señor y gentilhombre” -1928- y “La gran magia” -1948-) que el reconocido Lluis Pasqual lleva a cabo con actores argentinos, tras haber realizado la experiencia en Barcelona y en Nápoles. Otto Marvuglia es un mago buscavida que combina su arte con una verba que potencia sus virtudes, más de lo que la verdad amerita mientras que Calogero Di Spelta es un empresario ombliguista que asiste junto a su esposa, al espectáculo de Otto. Será este instante fundamental en el desarrollo general de una puesta riquísima en sus planteos. La realidad y la ficción (y el deseo de vivir en alguna de ellas) se instala en los protagonistas y la platea. El ritmo de la puesta es dinámico y atrapante en tanto el armado en tres actos, con un prólogo y dos actos separados por un intervalo mínimo.

La ciencia ficción dijo “presente” con “El sonido”, última creación del gran Javier Daulte. que reúne a una candidata de extrema derecha, una leyenda del rock nacional, una actriz de series televisivas, una joven perturbada que escucha la voz de su madre muerta, una mujer que está perdiendo la audición y un sueco extravagante que dice tener “un invento revolucionario”. Con un texto repleto de actualidad, aparecen temáticas como el rol de las redes sociales en esta época de posverdad, los conflictos familiares, el amor (y desamor), el vivir la propia elección sexual, la locura, la fragilidad de la memoria, la manipulación y la construcción de la denominada “verdad”.
En “Viñetas de un mundo roto”, se aprecia como la vida es una secuencia de hechos que se suceden, en ocasiones, desordenados y trágicos. Todo, como si fuera un comic, con su respectiva progresión del tiempo. El gran inconveniente es cuando la historieta que uno dibuja termina yéndose de las manos de su propio creador. Algo de esto les pasa a Tolosa y Marcos, guionista y dibujante que comparten una habitación en la que desarrollan su actividad creativa. Este proceso artístico es complicado. Más aún con un contexto más que hostil, que se preocupa por el mundo material –como el alquiler- y no por el arte. En un ambiente amplio y con una iluminación que, de a poco, se convierte en uno de los aciertos de la puesta, la realidad y la ficción se mezclan en un relato que tiene antihéroes de un lado y los deseos de trascendencia épica del otro.
La coyuntura no podía estar ausente aunque siempre fue abordada desde distintos ángulos. En el caso de “3° cordón del conurbano. Una tragedia marrón”, el grupo Los Payasos de Matute llevó “Bodas de sangre” de Federico García Lorca al 2001, al conurbano bonaerense. Una tierra donde se dirimen conflictos varios entre bandos contrapuestos, con el amor y la muerte como salidas a considerar frente al conflicto, sin que sean opuestas una con otra. Es más, se potencian. Desde el mismo título, planta bandera en tanto reivindicación y visibilidad frente al racismo. Cada palabra tomará por asalto al espectador, cuya actitud no será, para nada inocente. Impacta desde el viejo axioma de Brecht que sostenía que “el que no sabe es un ignorante, el que sabe y no hace nada, es criminal”.

La historia es retomada desde el humor con puestas tan ricas como disímiles como “Argentina al diván” y “Museo Beresford”. En la primera, un psicólogo se ubica frente al ND Teatro para presentar su libro. Una mujer irrumpe la escena al grito de “¡Me robaron!”. De más está decir que capta la atención inmediata de los presentes. El diálogo entre el psicoanalista y su paciente es rico y abarcativo. Más aún cuando se sepa quien es esa mujer. El texto es ilustrativo –no didáctico- respecto a la historia del país. El análisis de lo ocurrido en relación a su identidad que realiza, es certero. En un momento en que el humor político carece de visibilidad, “Argentina al diván” se ubica como una alternativa de reflexión sobre la situación del país, sin perder la sonrisa.
En la segunda, Martín Ortíz pergeñó con “Museo Beresford”, una fábula atrapante y corrosiva que va del humor a la observación aguda sin escalas, de manera armoniosa. Todo comienza en 1806, con un matrimonio que espera la llegada del invasor inglés para recibirlo de la manera correcta: un baldazo de aceite hirviendo. El relato juega con la vida, la muerte y la manera en que los/as difuntos/as siguen hablando tras haber partido de esta tierra. El texto aborda distintos planteos históricos que son abordados con seriedad y humor. En un mix de jocosidad e ironía, las alusiones son más que apreciables y se extienden al 2024. Los complejos de «conciencia limpia» de quienes no se hacen cargo de nada siendo responsables de todo, matizado por la tan mentada «conciencia de clase». Por eso, algunas ideas de pariente impliquen escenas de liberotarismo explícito.
Con todo el bagaje de la historia, se estrenó “Lo que dura la lluvia” que parte de una historia de amores “desencontrados”. Cuentas pendientes que terminan siendo incobrables para aquellos que tenían expectativas que no se condecían con su contexto. Laura Otermin recorta parte de lo que fue “la noche más larga” de Argentina. Lleva a cabo una puesta atrapante en que la memoria termina jugando fuerte al igual que la justicia para aquellos/as que fueron víctimas de esa tormenta de odio.

El contexto trajo a las tablas a dos clásicos que se han resignificado y potenciado como “Potestad” y “Made in Lanus”. El unipersonal pergeñado por Eduardo “Tato” Pavlovsky refleja, hoy en día, una maldad encarnada por la autodenominada “gente de bien”, Este 2024 retoma este término para dotarlo de un significado absoluta –y paradójicamente- negativo. Ni hablar de la forma en que vuelve a echar raíces el negacionismo frente a lo acontecido durante la Dictadura y un conservadurismo extremo en debates que se consideraban cerrados y definidos, leyes de por medio.
En el caso de “Made in Lanus”, en pleno 2024, la historia estrenada en 1986 que relataba la visita de Osvaldo y Mabel a la casa del «Negro» y la «Yoli» en Lanús, se sostiene en los vínculos y el contexto que los atraviesa. A esto se le suman los deseos y frustraciones propias de quienes toman decisiones forzadas por las circunstancias. Hoy sigue siendo una radiografía que no pasa de moda en tanto inquiere y le pide al espectador que se meta en su historia y la deconstruya, algo que terminará haciendo, más allá de su propia intención. Será -probablemente- un trabajo de riesgo, pero es allí cuando crece y enriquece el individuo.
Para finalizar, dejamos esa gema silenciosa llamada “Ballet acuático” que parte de una población pequeña que detecta algo que sale de los parámetros que rigen su existencia. El “statu quo” debe mantenerse a través del tiempo. La dramaturgia de María Emilia Ladogana es atrapante. Esboza y plantea hechos y circunstancias para después, con una gambeta corta, encarar hacia otras latitudes. Las elipsis son certeras y contundentes, dejando ya, a criterio del espectador, el completar esos significantes, para nada, vacíos. Otro de los puntos a destacar es el excelente diseño de iluminación. Paneles que se transforman en plataformas en el marco de una profunda oscuridad. La precisa escenografía es fundamental para la creación de sentido.
Esto fue un resumen de lo que se vio. La próxima entrega será destinada a los actores del año.
Gracias Daniel! Por el laburo y el apoyo constante y amoroso para con nuestro hacer. abrazo y que tengas un buen fin de año y mejor comienzo. Salú!
Gracias por tu mirada aguda, inteligente y amorosa.