Candidato a Mejor Actor de Teatro, por los premios Trinidad Guevara por su excelente unipersonal “Un Canario”, es uno de los protagonistas de “Muchas Felicidades”, de Paco Urondo, en el Centro Cultural de la Cooperación. Alejandro Ojeda abre su corazón en esta charla con ECDL.
Foto Blanco y negro: Ana Smuckler
Foto color, traje: Julio Chamorro.
– Tuvo mucho que ver Luis Cano. El año pasado fui convocado como actor para un trabajo de dirección a cargo de Ignacio Acosta, que cursaba la cátedra de dirección de Luis, donde Analía Fedra García era ayudante de cátedra. Ahí nos conocimos con Analía. Cuando hubo algunos cambios en el elenco original de «Muchas felicidades», Analía pensó en mi porque me había visto trabajar en el IUNA y le pareció que podía encarar a este personaje.
– Contame sobre tu personaje. ¿Qué te pareció el texto?
– Cuando leí la obra, el personaje de Pepe, el sobrino de la familia, me gustó mucho. Desde el texto no tiene gran desarrollo. Sin embargo, con Analía trabajamos el “mientras tanto”. Es decir, que pasa con el personaje cuando no habla. Muchas veces se piensa que un personaje es chico porque “habla poco”, pero ¡esos son los más interesantes para trabajar! Son los que te presentan más desafíos, para que el personaje se mantenga vivo y presente todo el tiempo. En este momento estoy haciendo una investigación sobre el cine nacional para un proyecto personal, y enseguida me vino a la cabeza un actor cómico, gigante, Augusto Codeca, uno de esos actores que acompañaban siempre a las grandes figuras. Era el que hacía de marido de Niní Marshal en «Cándida». Así que, al momento de empezar a pensar el personaje, me acorde de él, de su imagen física, de su forma de moverse. Esas cosas que, a veces, busco para empezar a darle cuerda a los personajes, sobre todo cuando son de “época”, como este de «Muchas felicidades».
– ¿Como es trabajar con Analia Fedra García? Imagino que debe ser diferente a nivel dirección, de lo que venías haciendo….
-Tuve la suerte de haber trabajado con directores como Luciano Suardi, Mariana Díaz, James Murray, con Miguel Israilevich, ahora con Analia. Todos son diferentes, pero coinciden en que te dan libertad para que vayas con propuestas, y lo bueno es que ¡te escuchan! Podes hablar y debatir con ellos. Todos trabajan desde el respeto y el amor. También trabaje con otros directores, pero prefiero no nombrarlos…je.
– «Un canario» volvió con todo. ¿Cómo lo viviste?
– «Un canario» es placer puro desde que empezamos a trabajar con Miguel Israilevich, el director y que Luis Cano nos ofreció su texto. La vuelta, no la pensamos como tal sino como una continuidad. Desde que arrancamos en marzo del año pasado, pasaron muchas cosas. Esta es una obra que crece y se modifica todo el tiempo y por consiguiente me hace crecer a mí como actor. ¡La paso muy bien! Y el público, que también se modifica. Hay gente que se ríe desde que comienza la obra y otra, que se angustia porque se ve reflejado en ese hombre. Hay madres que se sienten identificadas y otras que no…¡o no se hacen cargo! A todos les pasa algo. Lo bueno de esta obra es que no podes quedar indiferente.
– ¿Te sorprendió la buena repercusión que tuvo con la crítica?
– Y…un poco sí. No tanto por el trabajo en si, porque con las devoluciones que ya nos hacía el público una vez que estrenamos, ya estábamos muy contentos. No nos sentíamos Gardel, pero los guitarristas sí (risas). Nos sorprendió más porque todo el proceso fue de mucha soledad. Fueron meses de ensayo, de prueba y error, pero solos. Como pasa siempre que ensayas algo, y sobre todo cuando haces teatro independiente. No sabes si vas a tener la posibilidad de convocar prensa para el estreno, cómo va a reaccionar el público, cuantas funciones vas a poder hacer, etc., etc. Entonces que venga alguien y te diga todo lo lindo que nos dijeron de la obra, y encima lo publiquen, sorprende gratamente.
– ¿Como fue hacer ese hombre, con esa relación tan particular con su madre?
-Fue un trabajo que nació de los ensayos y las charlas que tuvimos con Miguel y con Ana Schmukler, nuestra asistente que también es actriz y directora. Ana ayudo muchísimo al proceso de darle vida a este “nene”. De verdad, todo nació en esa habitación, esa casa de Sáenz Peña que armamos en Vera Vera. Lo que más me costó como actor fue entregar el cuerpo. Si, suena raro, pero fue algo así como dejar que el espíritu del personaje de Teresa, la madre, entrara en mí. Fue volver a recuperar lo místico de la actuación. Como esas películas de terror donde hay espíritus rondando por la casa. Jugar a eso fue genial. Tengo que poner mucho el cuerpo en este personaje. No se puede hacer a medias. Cuando estoy cansado se nota. Para el entrenamiento físico me dio una ayuda enorme Cristian Vega. Para terminar de redondear esta idea, la puesta tiene mucho que ver con esas películas de fantasmas. Las luces de Sandra Grossi son geniales para eso, para lograr ese clima de casa encantada donde el tiempo pasa sin darte cuenta, como una tarde de domingo. Y la madre, Teresa…que te voy a decir de ella…es terrible, ¿o no? Hay una lucha de poder en la obra todo el tiempo.
– En relación con lo que ocurre con las mujeres, ¿por qué crees que hay tan pocos unipersonales masculinos?
– Qué buena pregunta. No sé. Por ahí se tiene el concepto que un tipo solo en un escenario es más aburrido que una mujer, o que ofrece menos posibilidades estéticas. Pero es verdad, en cantidad hay menos o por ahí hay más y no esta tan difundido. No sé. A ver, autores, a escribir!
– ¿Te costó saltar del unipersonal para volver a una obra con tantos actores sobre el escenario?
– No, no me costo. Al contrario, creo que lo necesitaba y esta buenísimo tener la suerte de estar haciendo las dos obras en este momento. Así que disfruto mucho de la posibilidad de compartir un escenario con 9 actores y en Vera Vera estar en escena con mamá. Porque en «Un canario» parece que estoy solo, pero…
– Si no era actor, ¿qué hubiese sido Alejandro Ojeda?
– Cuando termine la secundaria quería ser Ingeniero químico. Me hubiera aburrido taaanto…Igual ya de chico me encantaba el cine. Quería ser actor de cine, sobre todo me gustaban las películas de romanos. Así que si no hubiera sido actor, sería emperador romano (risas).
– ¿Habrá chance de ver a un Alejandro Ojeda…director?
– Alguna vez, más adelante, cuando sea grande…mas grande. Tengo mucho respeto por el trabajo de un director. Todavía tengo la idea que un director es alguien que sabe mucho, admiro mucho su trabajo. Si no admirara al director creo que no podría respetarlo. Me falta mucho para eso.
– ¿Te sorprendió la nominación a los Trinidad Guevara?
Si! Sobre todo cuando me aclararon que no era por revelación sino por actuación protagónica! Estamos muy contentos, porque la nominación es para el actor, pero sosteniendo al actor están el director, la asistente, el entrenador físico, las luces, el vestuario, la escenografía, Rubén de Vera Vera, Teresa. Todos estamos muy contentos. Es como si ya lo hubiera ganado. Estar en esa terna ya es un premio.Todavía falta más de un mes para la entrega, y ya estoy con dolor en la panza…
– Si por la puerta de Vera-Vera, entrase el pequeño Ale Ojeda que recién empezaba a estudiar, ¿qué le dirías?
– “¿Vos estas seguro?” Ja. En realidad, le pediría que sea un poco menos serio. En ese momento, era muy serio. Me vestía de negro. Me la pasaba estudiando y me perdía de disfrutar, de pasarla bien. Por suerte, cambié. Sigo estudiando mucho, pero me río más.
“Un Canario”. Vera Vera Teatro. Vera 108. Sábados, 23 hs.
“Muchas felicidades”. Centro Cultural de la Cooperación. Viernes, 23 hs