Miedo (Teatro)

Con la vida a flor de piel


Idea e interpretación: Albert Pla (España). Diseño de arte: Mondongo. Audiovisuales: Nueveojos. Coordinación de producción: Pedro Páramo y Diana Glusberg. Coordinación de producción (CTBA): Natalia Uccello. Asistencia de dirección: (CTBA): Rosana Rodríguez, Daniela Sitnisky y Jeremias Sapire. Dirección técnica de la compañía: Xavier Gibert. Diseño de sonido: Kei Macias. Diseño y posproducción de sonido: Judith Farres. Iluminación de la compañía: Russo. Escenografía: Cube.bz. Música y canciones: Albert Pla y Raül “Refree” Dirección: Pepe Miravete.


Teatro Regio, Av. Córdoba 6056. Jueves a sábados, 21 hs y domingos 20.30 hs.


Albert Pla lo hizo. Fue al Teatro Regio y lo puso patas para arriba. Eso es lo bueno de tener una obra con muchas aristas a descubrir al tiempo que da cuenta del deseo por forzar fronteras.

Se puso una especie de túnica blanca y entró por el costado del escenario para tomar el centro del mismo. Desde ese instante, las imágenes te llevarán por delante. Ese niño al que representa y se embarca en esa gira que tiene poco de mágica y misteriosa, es el puntapié inicial de una puesta corrosiva y atrapante.  Con un texto absolutamente ponzoñoso y poco complaciente, y las imágenes potenciando lo corrosivo del planteo, abordará la historia de este chico al cual llevará de paseo por distintas situaciones. Las relaciones con los adultos y sus pares así como la construcción de su propio mundo interior son los puntos fuertes de la idea de Pla. El problema –no de la obra, sino de la sociedad- es cuando este último no logra establecer el diálogo con un contexto que lo expulsa.


La belleza visual del principio, lisérgicamente impactante y arrolladora, es la punta del iceberg de una historia que no es contemplativa ni liviana. Serán las vivencias de un niño en tanto su condición de tal y la relación con sus padres y su entorno. Hay de todo. Desde un alegato antibullying hasta la forma en que se ve todo desde el lugar del niño. Esto implica un cambio de visión importante que pone al espectador en un lugar incómodo. Como si fuese una cámara subjetiva en formato teatral, se lo ubica de aquél que tiene todas las de perder.

Las influencias de la puesta van hacia distintos destinos. Esa canción infantil que canta y recuerda tanto a la de Freddy Krueger y su 1, 2, 3, 4….da cuenta de algo.  Las imágenes se suceden. Sus guiños son varios. Desde «The Wall» hasta «Magical Mystery Tour» pasando por «Sin City». Pero con la creación de una identidad propia.


Otro punto a tener en cuenta es el público. Como hemos dicho, la urticante propuesta de Pla hará centro en aquellos que, frente a esa vorágine de imágenes y contenido, opten por entregarse a los brazos de Morfeo. Si son muchos –no lo son- o pocos, no importa. ¿Desde cuándo el arte debe ser contemplativo con el soberano? Repetir el mismo truco para obtener el aplauso fácil y seguir la charada hasta el infinito, es exasperante al día de hoy. Pla hace una gambeta corta y se mete en ese terreno de ponzoña que tanto le gusta (a nosotros también), donde decide hacer su propia obra sin intromisiones “políticamente correctas” que lo aparten de su camino.

Reflexionemos. Pla pone sobre tablas sus miedos. Es el hombre vuelto niño para navegar en su propia incertidumbre. Con la Plastic Ono Band, John Lennon se había sumergido en la Terapia del Grito, de Janov para exorcizar sus fantasmas. Aquí, Pla lleva sus vacilaciones a una puesta que no da respiro tanto en su imagen como en lo que va narrando en sus canciones. Inclusive, podrá ser este niño el reflejo mismo de aquellos adultos sentados frente al escenario que no desean ver lo que ocurre.

El famoso “no me gustó”, “no lo entendí” o “me mareaba con tantas imágenes” será el camino fácil para no confrontar con lo que se propone. Ese adulto que oculta su miedo (su incomprensión y más…) debajo de la alfombra.


Como uno es desconfiado y malévolo, pregunta “Ahora, con todo lo que pusiste arriba del escenario, ¿Cómo lo vas a cerrar?”. Y lo cierra a todo orquesta, elevando aún más la apuesta con una especie del potlatch teatral sacrificando su propia creación.


Impactante tanto desde su planteo estético como del tema que aborda, Albert Pla crea una puesta imperdible que combina música, imágenes y palabras.

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