Al final del arco iris (Teatro)

The only one


De Peter Quilter. Con Karina K, Antonio Grimau, Federico Amador y Víctor Malagrino. Escenografía: Héctor Calmet. Vestuario: Pablo Battaglia. Diseño de Iluminación: David Seldes. Utilería: Marzoratti. Stage Manager Juan Manuel Caballé. Asistente Sr. Ricky Pashkus: Lucila Zin. Músicos: Alberto Favero (piano), Arturo Puertas (Contrabajo) y Quintino Cinalli (Batería). Dirección Musical: Alberto Favero. Dirección General: Ricky Pashkus


Teatro Apolo. Avenida Corrientes 1372. Miércoles a Viernes 21 hs. Sábados 20.30 y 22.45 hs.Domingos 20.30 hs.


La vida de las grandes estrellas del espectáculo ha sido, a lo largo del tiempo, una tentación para plasmarlas arriba del escenario. Más aún si la estrella en cuestión cuenta con altas dosis de talento y escándalo y responde al nombre de Judy Garland.


El tiempo ubica la puesta en Londres, en el marco de una gira que se espera sea un nuevo despegue en la carrera de la artista. Ella, junto a su manager y prometido de ese momento, Mickey Deans y quien era su amigo y pianista, Anthony, llegan a un hotel para hospedarse, previamente a una serie de conciertos que iba a dar en la capital británica. Desde la llegada a la habitación, se ven las dos caras de la diva. Su talento inconmensurable y su lucha constante contra sus adicciones. No obstante, la puesta gira en torno a la historia de Judy Garland, sin hacer hincapié en sus debilidades, sino tomándolas como una de las tantas partes que conformaban su personalidad.


La puesta cuenta con una escenografía móvil donde no se escatiman detalles para que la habitación de hotel pase a ser, en un santiamén, el escenario donde Judy se siente plena y dominante. A medida que pase el tiempo, y con el devenir de los acontecimientos de su ajetreada vida, tanto espacio como artista parecen mimetizarse uno con el otro. Ilustrativa de esta idea es una escena fantástica, en la cual todo se centra en una valija donde guarda sus petates.  Allí, mientras dialoga con Anthony, Judy verá que el espejo refleja aquello que no se quiere ver pero que se conoce de antemano.

La dirección de Ricky Pashkus es exacta y precisa. Pone las cosas en su debido tiempo y lugar, dotando a la puesta de dinamismo y armonía. Si bien será Karina K la protagonista de la puesta, hace que no recaiga en ella todo el peso de la puesta sino que permite que el ida y vuelta constante de ella con el personaje con el que interactúe. Por su parte, la dirección musical, a cargo del maestro Antonio Favero es excelente. Con el trío que conforma junto con Arturo Puertas en contrabajo y Quinitno Cinalli en batería, son parte fundamental del relato. Las canciones serán versionadas con un sonido fresco, preciso y por sobre todas las cosas, actual pero sin perder la esencia que les dio origen, más allá de la traducción al castellano (Un gran dilema ¿se traducen las canciones que son clásicos?). El trio conforma una pared sonora de precisos arreglos para melodías eternas que se condicen con la excelente interpretación de Karina K.


Con un trabajo minucioso, Karina K se transforma en Judy Garland a través de la composición, no de la imitación. Esa diferencia es importante. Si bien tuvo que bajar de peso y ajustar su fisonomía para el personaje, no es Judy Garland sino una actriz que captó la esencia de la cantante y la lleva a escena. Su versatilidad como actriz y cantante, junto con lo anteriormente mencionado, hacen que su Judy Garland sea antológica. Vulnerable, talentosa, caprichosa y genial, Karina K tiene momentos memorables para un personaje que será inolvidable.

Antonio Grimau es un Anthony tierno que, más allá de algún cliché en la interpretación del músico gay, dota a su personaje de un candor y una sensibilidad plena. Es quien acompaña a Judy y sufre por los demonios con los que convive su admirada amiga. Facundo Amador cumple con su Mickey al tiempo que Victor Malagrino le brinda simpatía y frescura a su personaje de periodista.


“Al final del arco iris” es de esas puestas que atrapan a todo tipo de espectador, pero manteniendo una identidad propia y personal, que la hace única e irrepetible. Casi como el teatro mismo.

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