El amor y la tentación
De Ger Thijs. Con Pablo Alarcón y Beatriz Spelzini. Vestuario y Escenografía: Cecilia Zuvialde. Iluminación: Alejandro Leroux. Diseño sonoro: Fernando Dieguez. Música: Fernando Dieguez. Diseño gráfico: Alejandro Barba Gordon. Asesoramiento: Victoria Eandi. Asistencia de dirección: Julieta Zeta. Producción artística y ejecutiva: Rodrigo Furth y Maria Leguizamón. Producción general: Maria Leguizamón. Colaboración Especial: Julián Ford, Liske Verheij. Dirección: Cristian Drut.
El Tinglado Teatro. Mario Bravo 948. Domingos, 21 hs y lunes, 20 hs.
Ellos se encuentran. Se torean pero necesitan la presencia de un “otro” que le permita interactuar, dar cuenta de sus miedos y certezas. Vivencias modernas del siglo XXI donde se hacen las cosas tan rápido que hasta el placer de realizarlas ha quedado desdibujado. Se consume, se disfruta y se ama a tiempo record. Esto se nota más en la gente mayor edad, que tampoco se ven siguiendo el ritmo de la vida moderna.
En “El beso”, la simpleza de las acciones es fundamental. Acciones mínimas con especial atención en las palabras, y también en los silencios. Un gesto, una mirada.
Él la encuentra a ella, en un parque. Hablan, se comunican. Él dice ser que es actor mientras da cuenta de su locuacidad. Dice lo que hace y habla sobre los más diversos temas. Omite y crea historias con el único fin de acercarse. Quiere hablar pero ella no logra captar (¿o si?) sus intenciones. Está más preocupada por una visita al médico y lo que le pueda diagnosticar el facultativo.
El texto trasciende la mera “anécdota” para sacar a la luz, temas que no son muy tenidos en cuenta. Matrimonios donde el amor abdicó su reino para darle paso a la omnipresente rutina y su consorte, el aburrimiento, la muerte como una salida honrosa a los conflictos personales que no se quieren enfrentar, o directamente, la incapacidad de afrontar nuevas experiencias, rebelándose contra el “deber ser” impuesto.
Para llevar a cabo un texto de semejante sutileza, se debe contar con actores que puedan llevar a cabo este desafío y en este caso particular, hay muy buenas composiciones respecto a la forma en que dan vida a sus respectivos personajes. Beatriz Szpelzini da cuenta de su talento. Actriz de grandes recursos, da cuenta de una mujer contenida, solitaria y con un dejo de tristeza sobre su situación matrimonial y su futuro. Quiere, se tienta pero no sabe si lo lograra. En el caso de Pablo Alarcón, será un hombre de humor chispeante pero también melancólico respecto de un pasado que ha dejado heridas en su ser. Su carisma le permite crear a un hombre único, al tiempo que muy parecido a todos.
“El beso” es de esas obras que se disfrutan plenamente en vivo pero que irán decantando con el pasar de los días.