El tiempo es veloz
Con Damián Padín y Nadia Brom. Diseño de luces: Alejo Beccar. Diseño gráfico: Nicolás Senestrari. Dirección de arte y fotografía: Valentina Montenegro. Producción General: Teatro La Tertulia. Asistente de producción: Jimena Veiga. Asistente de dirección: Valentina Montenegro. Dramaturgia y dirección: Alejo Beccar.
Teatro La Tertulia. Gallo 826. Sábado, 21 hs.
Una canción de La Portuaria hacía mención a que “Los mejores amigos/A veces son aquellos desconocidos”. Esa idea atraviesa la nueva puesta que lleva a cabo Alejo Beccar. En esta ocasión, dos seres que se encuentran en el banco de una plaza. Un comienzo tan fortuito como rico en el que Fernanda aborda a Lautaro con curiosidad ante la actitud apesadumbrada y sorprendida del joven. A partir de ese momento, comienza un juego de ajedrez donde ambos expondrán sus deseos y anhelos. Los realizados y los que quedaron en el sector del “debe” en el balance. Él será más agresivo y atacará por los diversos flancos al tiempo que ella resiste los embates para contragolpear con la certeza de aquél que tiene poco para perder.
El texto pergeñado por Beccar apunta a reflexionar sobre lo realizado por los individuos en ese transcurso de tiempo llamado “vida” y la relación de aquellos para con ésta. El planteo atraviesa la relación que tiene uno con la vida propia en tanto vivencias propias y la autocrítica (o no) referida al uso que se le otorgado a la misma. Cuestiones como las “pérdidas de tiempo”, “las asignaturas pendientes” o “deseos futuros” ponen el dedo en la llaga frente a un ritmo de vida frenético donde todo tendría que haberse hecho para ayer, sin tiempo para uno mismo pero si, para otros tantos. Tanto Lautaro como Fernanda están al límite de sus fuerzas. Están en jaque por diversas circunstancias. Ella mostrará la fragilidad de quien ha sufrido y sobrevivido al dolor; él será la cara visible de la tan mentada “debilidad de la fuerza”. Dicen que la partida no termina hasta que uno la abandona pero ¿realmente se abandona la lucha o se comienza otra instancia de la propia existencia? Mientras que ella ve el lado lleno del vaso, él se empeña en el vacío que existe para completarlo.
La puesta es austera en su escenografía pero con el marco adecuado para que una plaza aparezca en el medio del escenario. La iluminación creará los momentos adecuados. Las actuaciones son correctas para lo que requiere el texto aunque la vehemencia de Damián Padín se manifiesta con exactitud. Igualmente, cada espectador sentirá como esos diálogos intensos se hacen carne en su propio ser, instándolo a “tomar parte” (por llamarlo de alguna manera) por uno de los dos personajes. La reflexión y el repiqueteo constante de los conceptos e ideas vertidas, irán desde un optimismo que intenta ser contagioso a un baño de fría realidad. Tal como la vida misma.
“Simplemente sucede” toma un título simple para resignificarlo con ideas y reflexiones contundentes. Sucede, de manera simple, amena y dinámica. Como el teatro, como la vida misma.