Oscuridad, que se vuelve penumbra. Una luz tenue ilumina la llegada de dos hombres a un muelle. En ese marco y contexto, se desarrollará una puesta enigmática y sutil, con un texto que abordará una temática conflictiva: la relación de los hijos frente a la muerte de un padre ausente. La riqueza de la puesta radica en los diálogos que se entablan entre Nacho y el Gordo, los hijos del difunto y su posterior relación con la joven prometida del padre. Lo que podría caer en el golpe bajo y en misiles lingüísticos con forma de reproches, aquí mantiene la contundencia de los argumentos en los cuales prima esa sensación dicotómica de amor hacia el padre y recriminaciones por su conducta. Hasta surgiría la pregunta ¿se lo respeta/estima/quiere al padre solo porque es el padre o porque es un individuo bondadoso qué, además, es el padre?
A partir de las palabras, sensaciones y preguntas sin respuestas, es que se van construyendo la identidad de los personajes. Es una construcción a partir de la relación con un otro ausente. Todos los interrogantes surgirán a través de un texto muy bien construido a partir de la creación colectiva de los actores y el director Martín Urruty. La escenografía y la iluminación enmarcan la sutileza de las palabras a través de las luces y la muy buena utilización del espacio con el muelle ubicado en el medio de la sala.
