Pan, Patria y Circo
Dramaturgia y letra de canciones: Andrés Binetti y Mariano Saba. Con Marcelo Aruzzi, Natalia Bavestrello, Oscar Cayón, Osvaldo Djeredjian, Ezequiel Lozano, Juan Pascarelli, Eduardo Peralta y Mariano Saba. Diseño de vestuario: Ana Algranati. Diseño de escenografía: Magali Acha. Diseño sonoro, música y dirección musical: Guillermina Etkin. Asistente de sonido: Bruno Dotti. Asistencia de dirección: Michelle Wejcman. Producción: Andrés Binetti y Malala González. Diseño de luces y Dirección: Andrés Binetti.
Teatro Anfitrión. Venezuela 3340. Sábado, 19 hs y domingos, 20.30 hs.
Suena la banda circense. Parece estar todo bien. Divertir es la función de los integrantes del circo y es el arte que lleva a cabo esta troupe, como si fuera su misión en el mundo, en detrimento de los “otros”. Siempre teniendo en cuenta que “somos una cooperativa” con lo cual el límite de ciertos deberes y obligaciones queda desdibujado aunque la autoridad del jefe del circo es única e indivisible.
El circo, como si fuera un país, cuenta con variados personajes con diversas características, patologías y nacionalidades. Un alemán, lanzador de cuchillos, caído en desgracia pero que es “el Barón”, por su pasado de gloria, una contorsionista paraguaya, objeto de codicia sexual, que está embarazada o el enano que ha crecido y no puede hacer sus gracias. Ellos, absorbidos bajo el paraguas protector de “La Cooperativa”, que compite con ese otro circo encabezado por “ella, La Perona”.
Es fascinante la creación del texto en cuanto mantiene la ironía y el humor con una situación de tensa calma a nivel interno y externo, ya sea por los componentes políticos a los que alude como a las relaciones internas donde “el dueño del circo” es un déspota que se autoproclama como el poseedor de los valores que “realmente importan”.
Por otra parte, la puesta se desarrolla la parte de atrás del circo y de la función que éste lleva a cabo y no la función en si, con lo que plantea la otra cara de la moneda, extensible a varias aristas de la sociedad. Porque ese afuera peligroso, al que se le teme, es tan hostil que más vale cerrar todo, puertas para adentro. No interesa si la contorsionista grita que “ella nos ayuda a mi y a mi gurí” porque interesan otros valores que están tan arriba que nadie los ve ni puede acceder pero, eso si, hay que respetar y seguir a rajatabla.
No en vano se tomó al grotesco para crear esta puesta en la que la crítica social y el humor, a través de metáforas y metonimias excelentemente creados y desarrollados, constituyen el punto central en la excelencia del texto. Se podría decir que es una visión de un país para unas minorías y que, paradójicamente, muchos añoran, en la cual “el dueño del circo” repartía sus migajas para que los monos bailen (y sino, ¡leña!) sin mayor igualdad que la que él disponía.
Todas las lecturas son válidas porque eso es lo que permite no solo un texto de gran creatividad sino unas actuaciones de muy buen nivel que permite establecer esa relación de proximidad que también, por mecanismos internos del individuo (habitus), hará que se repela o produzca una implosión de sentido de variables consecuencias. La escenografía y la puesta en si es exacta y ubica al público en el interior de un circo en el cual un león no asusta y los números, en vez de atraer, expulsan a los espectadores.
“La Patria Fría” divierte, molesta y plantea interrogantes e ideas sobre tiempos no tan lejanos con una puesta de gran nivel, que deja pensando y con ganas de discutir apenas termina la función, café o cena de por medio.