Perra que ladra y muerde
Dramaturgia y dirección: Emilio García Wehbi, sobre textos de Euripides. Con Maricel Alvarez, Emilio García Wehbi, Horacio Marassi y Nicolas Prividera. Diseño de escenografía, Asistencia de dirección y Producción ejecutiva: Julieta Potenze. Diseño sonoro y música: Marcelo Martinez. Video y diseño de imágen: Santiago Brunatti. Fotografía: Sebastián Arpesella. Diseño gráfico: Leandro Ibarra. Productor asociado: Roberto Malkassian.
Centro Cultural Rojas. Corrientes 2038. Sábado, 21 hs.
Emilio García Wehbi retoma la tragedia de Hécuba y la reescribe con una pluma maestra pero para hacerla extensiva a toda la sociedad del siglo XXI pero sin perder de vista el origen del texto.
En una puesta donde los sentidos son apelados en todo momento, Hécuba transita por distintos vaivenes en el marco de películas en blanco y negro que contextualizan las palabras que se dicen (gritan y vomitan) desde la humanidad de la gran Maricel Alvarez. (http://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2011/11/maricel-alvarez-personalidad-y-talento.html )
Textos que apelan e inquieren. Sensaciones que van y vienen, que transitarán entre el hastío y la necesidad exhaustiva de trazar conexiones con las vivencias propias y los contextos vividos.
Sonará una versión muy particular de “King of Dogs” de Iggy Pop. Nada mejor que una canción de la Iguana para contextualizar la idea de Hécuba de romper con los mandatos sociales e imposiciones varias de cómo ser en una sociedad civilizada, con todas las comillas que amerita el término “civilizada”. Aquí es uno de los tantos puntos en que la lengua abrirá el juego de la interpretación a distintos mundos que serán absolutamente hostiles al back up de la crianza personal de cada individuo-espectador.
La puesta cuenta con multimedia, música y una visceralidad que hacía rato no se veía. Desde ese ojo atento y blindado que la cámara toma de la cornea atenta de Alvarez hasta el conejo bailarín que danza en un ritmo acompasado en el que lo que parece sin sentido, responde a una coherencia perturbadora. Esta Hécuba va desde los troyanos hasta el siglo XXI, en una intertextualidad que no desentona sino que tiene la riqueza de ubicar (nos) frente a un personaje que no pone la otra mejilla, que es “políticamente incorrecto” y que se ubica en los extremos de visceralidad cerebral y emotiva.
La puesta cuenta con multimedia, música y una visceralidad que hacía rato no se veía. Desde ese ojo atento y blindado que la cámara toma de la cornea atenta de Alvarez hasta el conejo bailarín que danza en un ritmo acompasado en el que lo que parece sin sentido, responde a una coherencia perturbadora. Esta Hécuba va desde los troyanos hasta el siglo XXI, en una intertextualidad que no desentona sino que tiene la riqueza de ubicar (nos) frente a un personaje que no pone la otra mejilla, que es “políticamente incorrecto” y que se ubica en los extremos de visceralidad cerebral y emotiva.
Ella será testigo y parte del juicio, de los hechos y de la vida misma en la que los vocablos se vierten como agua infinita carente de sustento en la gran mayoría de los casos. De esta manera, encajan en un perfecto rompecabezas los textos de Garcia Wehbi con un poema imperdible de Nicolás Prividera llamado “Bufido”, que tocará las partes más políticas y críticas de una sociedad que está saliendo de la “narco-conciencia menemista” (“El menemismo es como la polio; al que no lo mató, lo dejó paralizado” dice con gran dosis de verdad y también, de maldad).
La puesta bombardea con la precisión de un Tomahawk los cimientos de valores insostenibles pero con la cobardía complice de aquellos que los sostienen por miedo a cambiar.
“Hécuba” es una puesta corrosiva, de apelación constante al corazón y al cerebro en partes iguales, que ninguna persona puede ignorar o pueda pasarle por el costado sin causarle ningún efecto. Al fin y al cabo, eso es el teatro, ¿no?