Mejor hablar de ciertas cosas.
Texto y dirección: Jorge Diez. Con Ana Padilla. Luces y sonido: Tato Borounián. Arte: Cinthia Chomski.
Teatro Tadrón. Niceto Vega 4004. Domingos, 17.30 hs. Entrada a la gorra.
“Una mujer atrás…de un vidrio…” que, a diferencia del clásico de Sumo, no está empañado. Por el contrario, está reluciente en tanto permite ver lo que desarrolla Ana Padilla desde la ventana/vidriera de ese espacio tan acogedor como es el Teatro Tadrón que recuerda, en algún punto, a la zona roja de Amsterdam.
Desde allí, esta mujer habla y dialoga con aquella que es su contraparte en tanto sus puntos de vista y su forma de encarar la vida, con la particularidad que habitan el mismo cuerpo. Todo a partir de una pregunta/miedo que la atraviesa y es la génesis de la tormenta que se avecina: «¿me pueden expropiar el pensamiento?».
El vidrio que la separa del exterior -distancia social y pandémica mediante- la limita pero no la encorseta. Cada término, cada gesto implica una vuelta de tuerca respecto a la literalidad de cada uno de ellos y su íntima relación con la ironía. Los micrófonos instalados estratégicamente, llevan la palabra de Padilla a la platea ubicada en la esquina de Niceto Vega y Armenia.
Ahora, la descripción realizada implica la resignificación de la puesta en tanto su relación con el contexto tanto social como geográfico. Diferentes personas pasan por esa esquina y miran; algunas se quedan y otras se van. Aparece una sonrisa cómplice o una mueca de desaprobación a la que sigue la partida rauda del lugar. Pero eso es lo que pasa con un texto corrosivo, que contrapone dos figuras bien definidas en sus ideas y su sentir. Una especie de Caín y Abel de simbiótica combinación, que deben soportarse en el transcurso de la vida. ¿Podrán?
Esa pregunta que abre la puesta se conecta directamente con una coyuntura de divisiones que se sostienen, más que nada, en argumentos insostenibles y prejuicios de variada índole.
Ella se manifiesta desde ese lugar como refugio para una realidad tan abrasiva como imposible de eludir. Pero ¿quien se hace cargo de ese espacio y de qué manera? Los conflictos surgen y el desenlace es extensible a toda relación tan próxima como tóxica. Ni hablar si hablamos de ese AIE llamado “familia”.
Gracias Daniel Gaguine. Siempre amé a Sumo así que esa referencia en el título y en esa mujer atrás de un vidrio (empañado) te la agradezco mucho. Gracias tb por buscar más allá de la anécdota. Dan ganas cuando alguien se toma el trabajo de escuchar. Abrazo grande